Lo mismo nos da soñar con un espeto de sardinas en uno de sus chiringuitos de playa que con una visita a cualquiera de sus interesantes museos. Málaga, esa misma ciudad que atesora tres mil años de historia, cuenta con un importante legado histórico al tiempo que marca tendencia a nivel internacional con sus innovadoras propuestas culturales. Viajamos hasta el sur del sur con un objetivo claro: disfrutar de ellas en 48 horas.
VIERNES TARDE
Arrancamos nuestro prometedor fin de semana en la capital malagueña por todo lo alto. Y, cuando decimos esto, no es en sentido literal: el castillo del Gibralfaro, a 130 metros sobre el nivel del mar, es nuestro primer destino. De origen fenicio, fue Abderramán III quien convirtió las ruinas que se hallaban en lo alto de este estratégico monte en una fortaleza cuya doble muralla y patios se han conservado hasta nuestros días. Dar un paseo por sus diferentes espacios nos traslada al pasado más remoto, aunque, sin duda, lo mejor del lugar son sus vistas.
Para cenar y darle el toque gastronómico a la jornada nos decantamos por La Alvaroteca, en el número 28 de la Calle Gerona. Aquí el chef Álvaro Ávila, que lleva ya seis años al mando de los fogones de su propio negocio, ofrece recetas de lo más innovadoras basadas en un producto de la tierra, fresco y de calidad. Aquellos de espíritu foodie podrán decantarse por su menú degustación, toda una experiencia sensorial.
Para reservar fuerzas de cara al resto del fin de semana, lo mejor será irnos a descansar. Una buena opción es hacerlo en el Hotel Molina Lario (hotelmolinalario.com), en pleno corazón de Málaga. Situado en dos edificios rehabilitados frente a la catedral, mantienen su fachada del siglo XIX intacta y conforma, sin lugar a dudas, un espacio perfecto para relajarnos hasta el siguiente día.
SÁBADO
Despertamos descansados y con energías suficientes para enfrentarnos a un día de lo más completo. La jornada comienza en el Mercado de Atarazanas, uno de esos rincones que nos permiten conocer de cerca la esencia malagueña. Desde bien temprano la actividad acapara cada centímetro de lo que allá por el siglo XIV fue un astillero nazarí. Hoy, recorremos sus pasillos y sentimos la irresistible tentación de parar en todos y cada uno de sus puestos.
Las coloridas frutas y verduras captan nuestra atención. Pescados de todos los tamaños y nombres reposan en los mostradores. Las carnes son despachadas por los tenderos con gran maestría. Decidimos catar algún que otro manjar. ¿Por qué no un poco de jamón de bellota en alguno de sus puestos de chacinas? ¿Y un poco de queso de la tierra? El aperitivo está servido.
Aunque, pensándolo mejor, tampoco será mala idea cruzar un par de calles para alcanzar una de las bodegas con más solera en todo Málaga: en la Antigua Casa de Guardia (antiguacasadeguardia.com), fundada en 1840, tocará tomar un vinito mientras los camareros nos cuentan la historia del local, el más antiguo de toda la provincia.
Un paseo por la Calle del Marqués de Larios, repleta de comercios y tiendas en las que se alternan los negocios de toda la vida con las grandes cadenas internacionales, nos acercará un poco más a la Málaga más auténtica. Callejeamos por las vías aledañas, contemplamos la Plaza de la Constitución o el Pasaje Chinitas y alcanzamos la calle Granada. No hay remedio: quedamos prendados de la elegancia reflejada en sus edificios.
En el 8 de la calle San Agustín se halla el Museo Picasso Málaga (museopicassomalaga.org), dedicado a la obra del malagueño más universal. No lo pensamos dos veces antes de adentrarnos en un universo con el que viajar a través de la historia y estilos del artista. Un paso importante para entender su creatividad y contemplar algunas de sus grandes obras.
Llega el momento de almorzar, y lo tenemos claro. Nos decantamos por la mítica Bodega El Pimpi (elpimpi.com), en pleno centro histórico malagueño. Sentados en uno de los diferentes espacios en los que se divide este antiguo caserón del siglo XVIII, disfrutamos de algunos de los clásicos de la gastronomía de la ciudad. Mientras decidimos si nos decantamos por una ensalada malagueña –de patata, naranja y bacalao-, una carrilada ibérica al Pedro Ximénez o unas coquinas salteadas, echamos un ojo a las innumerables fotografías y barriles firmados que pueblan sus paredes. Y es que por aquí ha pasado, desde que abriera sus puertas en 1971, lo más granado del mundo del arte, de la política y del cine nacional e internacional.
Ya con el estómago lleno nos acercamos hasta uno de los monumentos más emblemáticos de Málaga: el Teatro Romano. Se trata de uno de los símbolos vivos de la Hispania Romana y para conocer sus orígenes debemos remontarnos nada menos que al siglo I después de Cristo. Fue mandado construir por Augusto y permaneció oculto y enterrado durante siglos hasta que, casualmente, fue redescubierto en 1951.
Alzamos la vista desde el antiguo teatro para admirar otro tesoro de la ciudad: su Alcazaba. Si ya nos sorprende desde abajo, mayor será la emoción al descubrir su belleza interior. Nos animamos y, dejando el moderno ascensor a un lado, tiramos de piernas –y glúteos– para ascender hasta lo mas alto mientras atravesamos sus patios, jardines y pasajes.
Esta hermosa fortificación palaciega fue levantada por los musulmanes en el siglo XI y se ha convertido en uno de los emblemas históricos y turísticos de la capital de la Costa del Sol. Una vez arriba, descubriremos otro de sus tesoros: las maravillosas vistas que regala de la ciudad.
De vuelta al centro, una breve visita a La Manquita, nombre cariñoso con el que todo el mundo conoce a la imponente catedral de Málaga –un apodo que se debe a que solo cuenta con una de sus dos torres– será el complemento perfecto a la jornada. En su estilo se unen líneas renacentistas, barrocas y góticas. En su interior, un coro barroco es su mayor obra de arte.
Llega la hora de cenar y nos decantamos por otro de los restaurantes de éxito en la ciudad: en el número 5 del Compás de la Victoria hallamos el Restaurante Montana (restaurantemontana.es). Con varios premios en su haber, esta elegante propuesta cuenta en su carta con recetas tan apetecibles como las croquetas morunas semi líquidas, las mollejas de cordero con ajo negro o los fideos negros tostados con langostinos y ali oli. Algo está asegurado: la velada acabará con el mejor sabor de boca.
Si apetece una copa antes de irnos a dormir –que estamos en Málaga, ¡y la noche es joven!–, una opción a la que no podremos negarnos será la de la elegante terraza del Hotel Room Mate Larios (room-matehotels.com): copas, buena música y vistas que quitan el sentido. Pero si nos va la marcha y lo que queremos es alargar la noche un poco más, la opción perfecta será Velvet Club (velvetclub.es). En pleno centro histórico, este local ofrece música en directo hasta altas horas de la madrugada. Indie, rock & roll, blues o incluso electrónica: la fiesta está servida.
DOMINGO
La mañana amanece en Málaga con ganas de empaparnos de cultura, así que toca decidirse entre la multitud de museos que, desde hace ya años, están convirtiendo la ciudad en todo un hervidero cultural.
El Museo Carmen Thyssen Málaga (carmenthyssenmalaga.org) fue uno de los pioneros. Después le siguieron otros como el Centre Pompidou Málaga (centrepompidou-malaga.eu) o la Colección del Museo Ruso de San Petersburgo (coleccionmuseoruso.es). Nosotros optamos por el CAC –Centro de Arte Contemporáneo de Málaga–, donde artistas conocidos a nivel mundial y otros cuyo éxito está por venir han llenado con su obra las inmensas salas del centro. La entrada es gratuita.
Decidimos darnos un paseo. ¡Al fin y al cabo es lo que mejor sienta un domingo! El vanguardista Palmeral de las Sorpresas nos lleva hasta el Muelle Uno de Málaga (muelleuno.com), un espacio de lo más atractivo cuya reforma de 2011 lo convirtió en uno de los lugares más visitados de la ciudad. A pesar de su moderna apariencia, nos encontramos en un puerto que cuenta con más de tres mil años de antigüedad. Además, actualmente es la segunda terminal de cruceros más importante de España.
Para acabar nuestras horas en Málaga por todo lo alto, nos acercamos hasta el barrio de Pedregalejo. Toca almorzar y en sus chiringuitos de playa hallaremos el pescado más sabroso de la provincia. Optamos, por supuesto, por sus famosos espetos de sardinas. Tampoco estarán mal unos boquerones fritos –o cualquier otra propuesta que nos sepa a mar, para qué engañarnos–. Para acompañar, un vino de la tierra bien fresquito.
Para acabar, un último lujo: nos descalzamos y caminamos hasta la orilla. La arena, templada por los rayos de sol, rápidamente calentará nuestros pies. Y será ahí, con el Mediterráneo de cara y la hermosa Málaga de fondo, donde tocará despedirnos, hasta la próxima, de esta maravillosa tierra.
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