48 horas en Linz, una atractiva ciudad fuera de ruta
A orillas del Danubio, en pleno corazón europeo vive, sosegada, una pequeña ciudad austriaca que parece estar a trasmano de los paquetes turísticos y que, sin duda, merece la pena descubrir.
Cómoda para visitar a pie, alejada de las hordas de turistas fagocitadores de monumentos famosos, con un ambiente tranquilo (como el de sus patios interiores transformados en jardines cerveceros) y orgullosa de poseer un peculiar museo futurista (único en su género), la austriaca Linz –porque en Alemania existe otra Linz– bien merece una visita de un par de días.
PRIMER DÍA
Lo primero que hay que ver es su emblemático Ars Electronica Center (aec.at), que no es un museo propiamente dicho, sino que se trata de un punto de confluencia entre tecnología y sociedad, donde se participa y experimenta con su artefactos electrónicos. El AEC es una mirada dirigida a las nuevas tecnologías multimedia. Se inauguró en 2009 como ‘museo del futuro’, y la verdad es que, aunque la ciencia avanza que es una barbaridad, no todos hemos tenido tiempo de seguir sus avances técnicos. Las fascinantes imágenes de las proyecciones 3D de su espacio Deep Space 8K son sorprendentes. Podemos ‘jugar’ con robots y hacernos una radiografía virtual. Resulta ideal para ir con niños, aunque si se tienen más de 12 años también resulta de lo más entretenido.
En un tiempo muy lejano, el científico Johannes Kepler pasó algunos años en esta ciudad de Austria, y en 1618, el eminente ciudadano descubrió en esta ciudad las leyes del movimiento planetario… Casualidades de la Historia.
Como probablemente habremos empleado toda la mañana en el AEC, ha llegado el momento de pensar en almorzar. Recomendable parar para comer en alguno de sus biergarten, es decir: bares con jardín. El más famoso es el Stieglbräu Klosterhof (klosterhof-linz.at), al que se llega por un pasaje de la Landstrasse, la calle principal (no tiene pérdida). Se trata de un restaurante que frecuentan clientes de toda la vida que se mezclan con los visitantes donde se sirven platos abundantes y no caros. Otra cervecería entrañable es Alte Welt (altewelt.at), situada en un patio porticado de la Hauptplatz (Plaza Mayor), donde el pilar de la Santísima Trinidad –o de La Peste– preside el discurrir de transeúntes y tranvías.
Al lado de la plaza, al principio de la Landstrasse, no hay que perderse la visita a la tienda Vom Fass (vomfass.com), una sucursal de una franquicia alemana que comercializa todo tipo de aceites, vinagres, whiskies y bourbons. Te informarán de todo amablemente y te dejarán tocar y probar todo.
Como un gato por los tejados
Ninguna ciudad del mundo tiene un recorrido por sus tejados a través de pasarelas, escaleras y rampas de madera que comunican entre sí edificios, techos y azoteas; atravesando buhardillas y campanarios de iglesia. Solo Linz ofrece un atractivo recorrido por las alturas, en el que vamos viendo intervenciones artísticas creadas ex profeso, que forman parte del programa Höhenrausch (hohenrausch.at), una manifestación multimedia que se celebra anualmente. Los artistas invitados a la muestra varían cada año, pero algunas obras, por su importancia -¡y por su inversión!- se ‘indultan’ y se quedan permanentemente ancladas in situ. Hay muchas obras interesantes, pero una de las instalaciones de este año, llamada The Flying Ship (del ruso Alexander Ponomarev), te dejará boquiabierto. Se trata de un gigantesco barco suspendido en el espacio a 80 metros de altura por cables de acero que pesa más de dos toneladas. ¡Espectacular!
A las pasarelas se accede desde el Centro OÖKulturquartier (ooekulturquartier.at); y existe un tour guiado de aproximadamente 70 minutos de duración (domcenter@dioezese-linz.at) al que es muy recomendable apuntarse, porque ya se sabe que esto del arte moderno es mejor que te lo explique un experto.
Como la ciudad es pequeña podemos ir andando a cualquier parte, excepto si quiere subir a Pöstlingberg, la colina de la ciudad, a la que se llega en un antiguo tranvía desde la Plaza Mayor. Las vistas son magníficas. Arriba hay una basílica (pfarre-poestlingberg.at), el Museo del Tranvía (linzag.at), un tren en forma de dragón –Grottenbahn– que hace un trayecto entre gnomos, y escenas de cuentos de los hermanos Grimm, y un restaurante tradicional de nombre Freiseder (freiseder.at), donde puedes quedarte a degustar un clásico Wiener Schnitzel para cenar.
SEGUNDO DÍA
Después de la subida en tranvía de ayer, hoy se puede subir a pie hasta el castillo, Schlossmuseum Linz (schlossmuseum.at). Está en el centro de la ciudad (10 minutos cuesta arriba). Como es habitual, en sus pretéritas épocas fue fortaleza, cuartel, hospital y cárcel; pero ahora es un interesante museo donde hay de todo. Pero para no echar todo el día allí, y porque ver 3.000 piezas en una mañana es un despropósito, hay que elegir. Son recomendables las salas dedicadas a la colección de arte Kastner, donde merece la pena descubrir al pintor local Johann Baptist Reiter (1813-1890), que merece ser conocido; y en otro contexto, darse una vuelta por los dioramas de las salas de Historia Natural, por lo instructivo que resulta y porque da gusto ver la obra bien hecha de los taxidermistas, puro realismo para nada kitsch. Desde la terraza del museo, donde también hay un restaurante ajardinado y agradable, se puede planificar el plan para la tarde. Por ejemplo: desde allí se ve la playa de Linz. Sí, Linz tiene playa. Los lugareños acostumbran bajar a la arena del Danubio a las 4 o 5 de la tarde (en verano).
También se puede poner el broche cultural visitando el Lentos Kunstmuseum (lentos.at), un edificio icónico en cuanto a arquitectura moderna se refiere. Si se tiene la suerte de que la exposición temporal le hace vibrar, puedes permanecer allí hasta el cierre; y si no es así ir pensando en tomarte una copa al anochecer en alguno de los bares de moda, como Solaris (solarisbar.at) situado en el Kulturquartier; Sandburg Bar (diesandburg.at), uno de los chiringuitos de la playa; la clásica coctelería Chaplin’s, cerca del castillo; el ‘polinesio’ Tiki-Tiki Bar, también cerca del castillo; o en RememBar (remembar.at) que tiene actuaciones en directo por la noche y un ambiente sofisticado.
Y por tener, Linz también tiene su propia tarta que compite con la famosa Sacher Torte vienesa. Se llama Linzer Torte, y dice Wikipedia que su receta es considerada la más antigua conocida en el mundo, desde 1653 se la conoce por su nombre. Para probarla, el Café Jindrak (jindrak.at) es el sitio por excelencia. Linz, la de la Alta Austria, una ciudad llena de sorpresas.
GUÍA PRÁCTICA
CÓMO IR
No hay vuelos directos a Linz, pero Lufthansa vuela diariamente a Frankfurt con conexión muy cómoda al aeropuerto Linz Danubio Azul. También hay que tener en cuenta que en Linz dan comienzo los cruceros por el Danubio de la agencia de viajes Politours (politours.com), y si tiene el proyecto de hacer un viaje por la Ruta Imperial danubiana, es una buena idea llegar a Linz un par de días antes de embarcar, y pasar dos noches en la ciudad.
DÓNDE DORMIR
De entre los hoteles más modernos y minimalistas, destaca el Hotel am Domplatz (hotelamdomplatz.at). Tiene un spa en la azotea. Y de entre los más clásicos está el Wolfinger (hotelwolfinger.at), con muros de cinco siglos de historia, donde los estucos y el mobiliario exudan un cierto esplendor y boato. En el hotel Schwarzer Bär (linz-hotel.com) algunas habitaciones tienen cama de agua, y puede -quizá- constituir una nueva experiencia.