Justo por debajo de la línea del Ecuador, el centenar largo de islas de este archipiélago que se desperdiga por el Índico gusta a las parejas en luna de miel, también a las familias pero, sobre todo, a aves fabulosas, coloridos peces tropicales y varias especies de tortugas con las que no será raro toparse mientras se da un chapuzón en sus aguas turquesa. Pero, ¿qué más se puede hacer en estas islas desperdigadas por una inmensidad acuática de casi tres veces el tamaño de España, la gran mayoría deshabitadas?
PRIMERA PARADA: MAHÉ
Mahé, la principal y más grande, a pesar de que apenas alcanza una treintena de kilómetros de largo por unos ocho en su flanco más ancho, es la que invariablemente se visita. Es ella la que atesora el único aeropuerto internacional de este país de juguete, amén de soberbias playas-bahías que aquí se llaman anses y la ciudad de Victoria.
VALLE DE MAI
Praslin es la siguiente en tamaño y aún así, viene a ser la mitad de grande que Formentera. Tiene escenarios tan despampanantes como anse Lazio o el valle de Mai, en su lujuriante corazón montuno. Los senderos de esta reserva natural, declarada Patrimonio de la Humanidad, están flanqueados por los vestigios de un bosque de palmeras que prácticamente ha conservado intacto su estado primigenio. De una barbaridad de ellas nace el célebre “coco de mar”, una enorme semilla cuya curiosa forma erótica dio pie a muchas leyendas.
LA PLAYA MÁS FOTOGÉNICA
Sin un solo coche y con la Source d’Argent, la playa más fotogénica del archipiélago, La Digue es la cuarta isla habitada más grande de Seychelles, y aún así podría perfectamente recorrerse en bici en apenas media mañana. Las tres: Mahé, Praslin y La Digue son las esenciales de todo viaje por esta república poblada por unos 80.000 descendientes de africanos, asiáticos y europeos, y, por supuesto, por la barbaridad de especies, a menudo endémicas, que moran sus bosques y sus aguas.
TOPARSE CON LAS TORTUGAS MARINAS
Bucear por los transparentes fondos que llegan a alcanzar los cuarenta metros de visibilidad o hacerse a la mar en busca de marlins, barracudas o peces espada capaces de superar el tamaño de una persona es solo comparable al privilegio de aguardar sobre la arena la llegada de tortugas marinas que, como las verdes o las carey, eligen algunas de sus playas para desovar. Mejor aún, y nada inusual, será toparse con algún ejemplar mientras uno se está dando un chapuzón.
Pertrechados simplemente con unas aletas y unas gafas, pueden explorarse los arrecifes de coral que separan de mar abierto las lagunas que rodean muchas de sus playas. Estas aguas, de unos destellos entre el zafiro y el turquesa, son una especie de ‘guardería’ para los miles de tortugas que cada año nacen por el archipiélago y que, cuando lleguen a adultas, regresarán a desovar al mismo lugar que las vio nacer.
Las benjaminas permanecen durante meses en las aguas más protegidas de las lagunas, para alegría de los que andan nadando por allí. Pueden aparecer en cualquier momento y en cualquier lugar, quizás mientras se está haciendo snorkel por otras islitas de postal como Aride, Silhouette o Cousin, o en espacios protegidos como el Parque Nacional Marino de Sainte Anne, donde incluso funcionan unas embarcaciones con fondo de cristal que permiten avistar la diversa fauna que habita sus aguas sin siquiera mojarse. También en escondites privados como Frégate o Denis Island, en la que podrá espiarse de noche a las tortugas que acuden en temporada a desovar a sus arenas, o en el santuario de aves de Bird Island.
ARCHIPIÉLAGO DE LAS ALDRADA
Este otro archipiélago de las Seychelles es, si cabe, más intacto, y hasta él llegan muy pocos. No hay alojamientos, salvo los barcos, y se requiere un permiso especial para recalar por estos atolones que, en franca competencia con las Galápagos, atesoran la mayor colonia de tortugas gigantes del planeta. Se estima que haya más de 100.000 pero, eso sí, son tortugas de tierra. Como las muchas que merodean por las islas más accesibles de las Seychelles.
MUY PRÁCTICO
CÓMO LLEGAR
A Mahé, la principal de las islas de este archipiélago del Índico, a 1.500 kilómetros al este de las costas de Kenia y Tanzania, se puede volar con solo una escala desde Madrid o Barcelona.
CÓMO MOVERSE
Hay muchos servicios turísticos que lo ponen fácil: desde excursiones organizadas de todo tipo hasta la posibilidad de alquilar un coche –en Mahé y Praslin– o una bici. Entre las principales hay ferrys o vuelos con Air Seychelles (airseychelles.com).
CUÁNDO IR
Las temperaturas oscilan todo el año entre unos 25 y 32º. De mayo a septiembre hay menos lluvia, mientras que de noviembre a enero o febrero hay más, si bien suelen tratarse de aguaceros tropicales que descargan unas horas sin impedir ir luego a la playa.
DÓNDE DORMIR
Entre sus mejores hoteles, los Constance Lémuria y Ephélia (constancehotels.com) de respectivamente Praslin y Mahé, ambos en ubicaciones espectaculares. También en esta última, las exquisitas villas entre la vegetación del Four Seasons (seychellessecrets.com), así como el Banyan Tree Seychelles (banyantree.com), el increíble Maia (tsogosun.com), camuflado sobre unos roquedos frente al mar, o el más asequible AVANI (avanihotels.com), del grupo Minor Hotel. En Praslin, en el Raffles (raffles.com) y, en La Digue, las villas de Le Domaine de L’Orangeraie (orangeraie.sc). También puede optarse por islas privadas como Denis Island (denisisland.com), habitada únicamente por los ocupantes de su veintena de hedonistas chalets. Villas con encanto, casas de vacaciones y pequeños hoteles menos prohibitivos, reunidos en Seychelles Secrets (seychellessecrets.com).