Córcega: pueblos medievales, naturaleza salvaje y playas para aburrir
La isla más verde del Mediterráneo es un paraíso natural con más de doscientos kilómetros de playas de arena blanca y aguas cristalinas. Pero Córcega además de mar en estado puro es muchas cosas más. Por ejemplo, un destino perfecto para una escapada de verano.
La isla que vio nacer a Napoleón cuenta con un litoral privilegiado, pero su interior está a la altura de tanta belleza. Si el patrimonio natural es espectacular, no lo es menos su legado histórico y arquitectónico. Tierra mil veces conquistada, Córcega regala poderosos contrastes y maravillosas imágenes. Para empezar, la de sus playas infinitas, prácticamente vírgenes, que conquistan a los amantes del descanso exquisito; mientras que sus fragantes bosques de pinos salpicados por lagos color esmeralda enloquecen a los que buscan naturaleza salvaje. Y es que en Córcega el mar y la montaña se funden en poderosa armonía.
Entre sus playas, la de la localidad de Calví no solo es de las más bonitas de la isla, también lo es de Europa. Sus cálidas aguas turquesa acarician más de dos kilómetros de arena, flanqueados por la ciudadela de Calví, una fortaleza de piedra que habla a gritos del pasado marítimo de Córcega.
Una vez en Calví hay que pasear entre las nostálgicas callejas de piedra de Calví para curiosear con calma entre sus pequeñas tiendas de recuerdos, comentar la jornada con los lugareños mientras se degusta un aperitivo, y respirar el olor a sal y a flores que parece inundarlo todo.
Tampoco hay que perderse Porto Vecchio, otra ciudad fortificada que mantiene intacto el encanto de otros tiempos. Desde sus celebradas playas y entre calas y caletas de blanquísima arena se alcanza el pintoresco pueblito de Bonifacio, un capricho rocoso esculpido por el mar desde la noche de los tiempos. En el alto de los majestuosos acantilados a los que se asoma, los gruesos muros de su fortificación siguen dando testimonio de las innumerables historias bélicas vividas por esta encantadora villa que primero fue pisana, después genovesa y finalmente francesa.
De todas las ciudades de Córcega es, sin duda, Ajaccio, la capital regional, la que más y mejor honra la memoria de Napoleón Bonaparte. Todavía hoy son muchas las calles y edificios que recuerdan que en 1769 allí nació un futuro emperador, como el salón napoleónico del Ayuntamiento, buen ejemplo de sus ansías de esplendor, o el Museo Nacional de la Casa Bonaparte, en la rúa Saint Charles, donde nació y vivió el ambicioso personaje. Pero más allá de la huella de Napoleón, el casco antiguo de Ajaccio guarda muchos otros recoletos rincones para el paseo, una catedral renacentista y una fantástica ciudadela del siglo XVI.
GUIA PRÁCTICA
Dónde dormir
Un lugar de culto es el hotel Casadelmar (casadelmar.fr), en Porto Vecchio. Un refugio de madera de cedro de diseño sobrio y refinado donde huele a mar, a naranjos, a cipreses y olivos. Su espectacular piscina fundida con el horizonte y su restaurante son todo un disfrute, como también las bondades de su spa. En Calví, La Villa (hotel-lavilla.com), de refinada decoración, excelentes vistas sobre la bahía y planes para el relax y la aventura. Cuenta con apartamentos privados donde la intimidad es absoluta.
Dónde comer
La gastronomía de Córcega se basa en los productos frescos del mar y de la tierra sin olvidar concesiones al dulce, como sus canistrelli, bizcochos de limón, anís o castañas. Un producto típico del lugar es el figatel, una salchicha de hígado que hace las delicias de los más atrevidos, aunque la clave de la cocina corsa descansa en el acertado uso de las hierbas aromáticas, sabiamente combinadas para sacar lo mejor de cada plato. Para comprobarlo, U Fanale (Route de Porto) o L'Oggi (hotelcorse-chezcharles.com), en Calví.