Una semana en Palermo… la Sicilia indómita
Situada en una encrucijada del Mediterráneo, Sicilia parece no pertenecer a ningún continente. Ni a Europa ni a África. En la isla hicieron escala todas las antiguas civilizaciones y todas se marcharon dejando su huella. Palermo, su capital, sigue siendo un crisol donde bulle el carácter europeo y el oriental, pero en paz.
En el año 240 a.C. Sicilia estaba encajonada entre las superpotencias de Cartago y Roma. Tras la caída del Imperio Romano llegaron los vándalos, ostrogodos y bizantinos. Después desembarcaron los árabes en el siglo X. En el XI llega el primer esplendor con la era normanda, que engendró espectaculares producciones arquitectónicas, como las catedrales de Monreale y Cefalú. Posteriormente, el elaborado ritual barroco de la corte del virreinato español (siglos XVII y XVIII) puso broche final al progreso urbanístico con sus extravagantes palacios e iglesias.
Después de la II Guerra Mundial, la mafia hizo su negocio construyendo miles de ‘cajas de zapatos’ apiladas como viviendas para el pueblo llano. Y ahora, después de tantos avatares, esta ciudad italiana luce una arquitectura desestructurada en perfecta y flagrante estado de decadencia, con abandonados vetustos palacios a la venta y calles llenas de ropa tendida en los balcones, escenas que contrastan con los edificios de la Via Libertá, una calle limpia y llena de árboles, con gente guapa deambulando, con escaparates relucientes donde las grandes marcas del lujo global nos incitan a un despiadado consumo. Pero nadie duda que es ese contraste el que insufla a la ciudad su peculiar encanto, que, sin él, no sería lo mismo… no sería la indomable Palermo.
APOTEOSIS PANTOCRÁTOR
Los pantocrátor son las representaciones de Cristo como juez en el juicio final. Tienen un aspecto serio, solemne y severo, es decir: de pocos amigos. Y en la Capilla Palatina de Palermo y en las catedrales de los pueblos vecinos Monreale y Cefalú se encuentran las más importantes imágenes del mundo de estos realizados en mosaico. A 8 km de Palermo, los de la catedral de Monreale, considerada el más bello ejemplo de la arquitectura normanda de Sicilia, fueron realizados por artesanos que procedían de Grecia y Venecia y ocupan 6.000 m2, la mayor muestra del mundo de este arte (solo superada por la basílica de Santa Sofía de Estambul, y mayor, incluso, que la de la catedral de San Marcos de Venecia). Para la catedral de Cefalú (a 67 km. de Palermo) se utilizó un mosaico dorado de gran calidad y vivos colores jamás vistos.
Son visitas obligadas que podemos hacer en un par de días porque todo está muy cerca y se puede llegar en transporte público. Una vez en Cefalú, puede que te entren ganas de darte un baño porque tiene una espléndida playa de fina arena junto al Corso Ruggero, la calle principal del pueblo, con lo que no es mala idea llevarse el bañador y la toalla. Después se puede comer relajado en cualquiera de los restaurantes que tienen terraza con vistas a la playa; y antes de que anochezca, sentarse en la plaza del pueblo a degustar alguno de los bonitos y sabrosos mazapanes con formas frutales en el Caffé Duomo (seriocefalu.it). Será un plan perfecto para afrontar el ajetreo urbano de Palermo.
CALLEJEAR PALERMO
A ningún lugareño le hace gracia que le pregunten por la mafia, pero cuando se contemplan las escaleras del Teatro Massimo (teatromassimo.it) será imposible no recordar a Michael Corleone hundido por la muerte de su hija en El Padrino III, porque fue allí donde se rodó la secuencia final de la famosa película. Se puede visitar el interior con un tour guiado en español que dura 25 minutos.
El recorrido diurno de la ciudad empieza en la intersección del Corso Vittorio Emanuele con Via Maqueda, que recibe el nombre de Quatro Canti (cuatro esquinas). Es una plazuela pequeña formada por fachadas cóncavas de cuatro edificios del siglo XVIII con fuentes coronadas por estatuas que representan las cuatro estaciones. Merece la pena. Desde allí podemos ir paseando hasta la piazza Pretoria, uno de los monumentos más representativos de Palermo, cuyos estanques escalonados están rematados con estatuas de ninfas y tritones desnudos que le ha valido el sobrenombre de plaza de la Vergüenza.
En la catedral de Palermo (más imponente por fuera que por dentro) se encuentra la capilla de Santa Rosalía con su rimbombante tumba de plata, patrona de la ciudad; que por cierto, también comparte mecenazgo con el pueblo tarraconense de Torredembarra.
Y aunque no le guste a todo el mundo, Palermo posee una de las catacumbas más fascinantes del mundo. El poder terrenal, el sexo, la religión y el estatus profesional están perfectamente diferenciados -en ‘formatos’ momia o esqueleto– a lo largo de pasillos exclusivos en las Catacombe dei Cappuccini (situadas cerca de la piazza Independenza).
COMER BAJO TOLDO
Estamos en Italia, así que una buena parte del viaje lo dedicaremos a comer y beber, y tenemos que estar dispuestos a saborear algunas sorpresas culinarias. En verano es más recomendable que las pausas para comer se hagan bajo el toldo de las terrazas, en los mercados, en los chiringuitos del paseo marítimo, las freidurías de las esquinas, los carromatos con especialidades típicas, o –si nos pilla la hora de cenar– en los tenderetes de pescado a la brasa en la calle. Al fenómeno de la comida callejera (street food), los palermitanos lo llaman streatfood, dándole otra vuelta de tuerca más al inglés. También existe un tour guiado llamado Passaporto del Mangione (streaty.com) con el que se recorren varios puestos de mercado para disfrutar de todo aquello que seguro deseas conocer y no sabes cómo encontrar. Muy recomendable también.
Los mercados están abiertos todos los días, excepto los domingos. El más conocido, por pintoresco, es La Vucciria. Allí se puede encontrar de todo: pescado, fruta, carne, verduras, dulces… Es como vivir en la atmósfera de un zoco árabe. Toma nota de lo que podrás comer: pannelle (buñuelos de garbanzos); cazilli (croquetas de patata); arancina, carne empanada con arroz, que tiene tantas versiones que se pueden comer todos los días sin repetir sabores, calentitos y crujientes son deliciosos; sfincione, una especie de focaccia alta y suave rematada con una salsa de cebollas, tomate, orégano. También hay cosas más raras: pani ca’ meusa, que son panecillos rellenos de bazo de vaca salteado; o la frittola (cartílagos de vaca). Más familiar te resultará la caponata (pisto de berenjenas, tomates, apio, alcaparras aceitunas y cebolla).
En el otro mercado, Il Capo, el ambiente dicen que no ha cambiado en trescientos años. Llegan los vendedores en motocarro (antes venían en burro), aparcan donde pueden, y empiezan a vocear el género. Se regatea en todo.
En otro contexto, si se quiere ir de copas (finas y elegantes) deberá vestirse ‘a la italiana’ y dejarse ver por la Via Libertá, la Via Chiavettieri o la Via Spinuzza. Pero, por supuesto, la experiencia más enriquecedora es pasear por las calles palermitanas (de día o de noche), única manera de entrar en la dimensión orgánica de la ciudad. Decía Pasolini: “Palermo es oscura como una bestia que nos asalta en plena noche… Pero no hay nada que temer ¡tampoco es para tanto!
GUÍA PRÁCTICA
Cómo ir
Iberia Express (iberiaexpress.com) tiene vuelo directo a Palermo dos veces por semana, los jueves y sábados. Los vuelos, con un precio por trayecto a partir de 49 €, operarán hasta el 22 de septiembre.
Dónde alojarse
El hotel NH (nh-hoteles.es/palermo), está situado en el Paseo Marítimo, entre el jardín botánico y el castillo, y se puede ir hasta el centro de la ciudad dando un paseo. Alojarse en el Grand Hotel des Palmes (grandhotel-et-des-palmes.com) supone todo un viaje al pasado. Allí fue donde Lucky Luciano instaló su cuartel general para establecer los contactos entre la mafia siciliana y la de Estados Unidos durante la II Guerra Mundial.