Salzburgo, la ciudad que es un escenario

Encajada entre majestuosas montañas y atravesada por el río Salzach, esta metrópoli austriaca que vio nacer al ilustre Mozart no solo es un museo a cielo abierto de maravillas barrocas. Es todo un espectáculo en sí misma en el que la música impregna cada rincón y el cine y la literatura han dejado una estela profundamente romántica.

por NOELIA FERREIRO

Armoniosa, impoluta, resplandeciente, tiene Salzburgo dos impagables privilegios: el de tratarse de un capricho de la naturaleza y el de haber sido esculpida por la historia en forma de palacios, jardines, puentes, monasterios, iglesias… y hasta una fortaleza, la mayor de Europa central conservada en su integridad, que vigila los tejados despuntando majestuosa sobre el paisaje urbano. El resultado de tal combinación es una llamativa belleza, la misma por la que se ganó el título de Patrimonio de la Humanidad

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Pero resulta que esta metrópoli austriaca, que vio nacer al ilustre Mozart y que alumbró también Sonrisas y Lágrimas (la tercera película más vista de la historia), dista mucho de ser una mera postal. Muy al contrario, como un espectáculo que se representa a sí mismo, la animación, el ocio y la cultura en definitiva se cuelan por su sobriedad fruto de tantos siglos de gobierno arzobispal. Especialmente en verano, la música impregna cada esquina, los teatros se esmeran en su programación y en las terrazas se agolpa una juventud que sabe lo que es el buen vivir. La ciudad se transforma en un gran escenario para acoger el famoso Festival de Salzburgo que la convierte en la capital de la lírica.

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LOS GRANDES CLÁSICOS

También es el momento ideal para descubrir sus maravillas. Pasear por el centro histórico dividido en dos por el río Salzach y admirar su patrimonio barroco de marcada influencia italiana (un hecho por el que se le conoce como la Roma del Norte), presidido por la catedral. Es, además, el lugar donde seguir la huella de Mozart: en su casa natal (mozarteum.at), en el número 9 de la calle Getreidegasse; en la Residencia de la plaza Makartplatz, hoy reconvertida en museo, y en la misma plaza de Mozart (Mozartplatz), donde se erige su escultura. 

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A pie, sin rumbo, la ciudad se presenta deliciosa, con sus callejuelas estrechas, sus impecables edificios y sus cafés clásicos, como el Tomaselli y el Fürst. Al primero se le conoce como “el único café vienés fuera de Viena” y el segundo es famoso por inventar los mozartkugeln o bombones de Mozart (sí, una vez más el genio): unas bolas de chocolate rellenas de mazapán, pistacho y pasta de avellanas.

También por agua se pueden descubrir otras facetas del entramado urbano, a bordo de un insólito vehículo anfibio (amphibious-splash-tours.at) que, sumergido en el río, ofrece un bonito paseo. 

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VIAJE AL PASADO

Nadie que visite esta ciudad puede dejar de acercarse al Palacio de Hellbrunn, una de las más ostentosas villas del Renacimiento tardío al norte de los Alpes. Con hermosos parques plagados de esculturas, grutas que reproducen la naturaleza y hasta un teatro mecánico que se mueve al son de Don Giovanni, su visita supone una vuelta por la historia con una peculiaridad: es uno de los tres palacios del mundo que cuenta con Juegos de Agua, divertidísimos en estos días calurosos.

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Tampoco hay que perderse la subida en teleférico a la montaña Untersberg, que es el lugar de recreo de los salzburgueses. En apenas ocho minutos, uno se planta a 1.800 metros de altura entre una naturaleza soberbia. Y ya puestos, el cercano Museo al Aire Libre (freilichtmuseum.com), que muestra cómo era la vida en estos parajes hace unos 600 años: edificios históricos, casas de madera, jardines campestres… se contemplan a bordo de un tren de lo más nostálgico.

OCIO INAGOTABLE

Para quienes quieran exprimir su vertiente más actualizada, Salzburgo se presenta fantástica. Porque más allá de su faceta rimbombante, goza de una vena trendy que resulta muy atractiva. Prueba de ello es el Hangar 7 de Red Bull (hangar-7.com), que es sinónimo de arquitectura vanguardista, arte moderno e innovación culinaria. Un espacio con sala de exposiciones, cafés, restaurantes… creado por el llamado Rey Midas de la ciudad: el inventor de la famosa bebida energizante, que es toda una institución. 

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Llegada la hora de comer, una opción con hermosas vistas es el restaurante panorámico m32 (m32.at) donde cuesta apartar la mirada de la belleza exterior. Otra es el restaurante tradicional Zum fidelen Affen (fideleraffe.at) para probar delicias locales, y otra es Sternbräu (sternbrau.com), donde ofrecen las llamadas austro-tapas para quienes tengan morriña de nuestro bocado típico. 

Y ya en la noche, tras una función inolvidable en el Teatro de Marionetas (marionetten.at), uno de los últimos del mundo que se mantienen vivos, el colofón puede ser el Mozart Dinner Concert (mozart-dinner-konzert-salzburg.at), en el restaurante Stiftskeller St. Peter. Una cena en la que músicos con trajes de época interpretan algunas piezas del compositor omnipresente. Puede que no parezca lo más cool, pero Mozart nunca pasa de moda.  

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MUY PRÁCTICO

Para llegar a Salzburgo existen vuelos desde distintas ciudades españolas, pero con una escala. Dada su una ubicación ideal entre Múnich y Viena, otra interesante opción es volar a cualquiera de estas ciudades y después tomar un tren hasta la ciudad austriaca.  

Un buen hotel donde alojarse es Stein (hotelstein.at), que goza un emplazamiento inmejorable a orillas del río y con bonitas vistas a la fortaleza. Sus habitaciones son modernas y confortables. 

Para moverse por la ciudad se recomienda comprar la Salzburg Card, que permite la entrada a todos los monumentos y el uso gratuito del transporte público, incluido teleférico de la montaña Untersberg, el funicular de la fortaleza y el ascensor al monte Mönchsberg. 

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