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TOKIO

Para urbanitas, la capital de Japón es de las ciudades más desbordantes y activas de Asia, donde conviven con total normalidad el orden y el caos. Por ella hay que caminar con los ojos muy abiertos, porque en medio de esta selva de rascacielos de cristal, luces fluorescentes, pantallas que emiten sonidos e imágenes sin descanso, cruces caóticos por el gentío, también hay parques, jardines y templos budistas y sintoístas, que son un auténtico remanso de paz, y hasta islas perdidas en medio del Pacífico, como las del archipiélago de las Ogasawara, que hacen de Tokio un mundo de contrastes. 

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KIOTO

Quizá las artes del feng-shui con las que Kyoto fue diseñada hace siglos para ser capital imperial lograron el milagro de conseguir que la más tradicional y bella de las ciudades japonesas se librara de las bombas de la Segunda Guerra Mundial para hoy poder exhibirse con su envoltorio magnífico de templos y jardines únicos en todo el país, como el bello Tenryu-ji, el santuario Chion-in, el Fushimi Inari o el bosque de bambú de Arashiyama.

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MONTE FUJI

Con sus 3.776 metros de altura, el monte Fuji es la imagen icónica de Japón. Un perfecto cono volcánico Patrimonio de la Humanidad, a cuya cumbre se puede subir por distintas rutas solo los meses de verano. Aunque es visible en los meses de invierno o días claros desde alguno de los miradores de la capital o desde más de cien kilómetros a la redonda, una de las mejores maneras de admirarlo es acercándose a alguno de los lagos que se encuentran en su base, como Kawaguchiko, con el monte como telón de fondo o remojándose en las calientes aguas de un onsen en Hakone con esas vistas.

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KUMANO KODO

Hacer el Kumano Kodo, uno de los caminos de peregrinación más conocidos de Japón, es toda una experiencia espiritual, pero además una manera de disfrutar del silencio, del senderismo, de una naturaleza espectacular y de antiguos santuarios. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, no se trata solo de un camino, sino de una extensa red de itinerarios diferentes por los que los peregrinos llevan transitando más de mil años y que conectan los tres grandes santuarios de Kumano: Hongu Taisha, en la ciudad de Hongu; Hayatama Taisha, en Shingu; y el santuario Nachi Taisha, de Nachi.

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MIYAJIMA

Próxima a Hiroshima queda la que todo el mundo conoce como Miyajima (isla del santuario), aunque su nombre real sea Itsukushima. Y es que es precisamente lo que se llega buscando a ella, aunque luego haya otras distracciones, como su calle llena de comercios o los ciervos en libertad que reclaman comida a cada paso. El que uno de los santuarios sintoístas más bonitos de Japón, formado por varios edificios, se ubica en un maravilloso entorno natural, con su enorme torii de 16 metros de altura levantado sobre las aguas, pero al que se puede llegar con la marea baja. Puede coincidir que durante la visita se celebre alguno de los espectáculos que se realizan en él como ofrenda a los dioses.

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KOYASAN

A poco más de dos horas de Kioto y de Osaka, el monte Koya esconde uno de los destinos de peregrinación más populares Japón. Es el centro neurálgico del budismo shingon o esotérico, que llegó al país hace más de 1.200 años, e inicio y final de la ruta de los 88 templos de Shikoku. La mejor experiencia que se puede vivir aquí es la de pasar una noche en un shukubo, uno del medio centenar de templos con hospedería de este entorno y compartir el día a día con sus monjes asistiendo a sus rezos y acatando las reglas del lugar.

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OSAKA

No es la más turística, pero la tercera ciudad más grande de Japón, también es un imprescindible, que tiene en la de la zona de Dotombori, en pleno centro, su imagen más conocida. Por su ambiente, sus neones –entre ellos el más famoso: el Glico-man– y las llamativas fachadas de sus restaurantes. Y es que Osaka es un paraíso gastronómico, donde se come a todas horas, sobre todo takoyaki, okonomiyaki o kushikatsu. En autobús, metro o tranvía hay que llegar hasta el barrio de Tennoji para visitar sus templos, pasear por los jardines del castillo de Osaka, acercarse a la zona Umeda subir al Umeda Sky Building, hacer un salto al futuro en el barrio de Shinsekai y llegar hasta la bahía de Osaka.

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NARA

Fue la antigua capital de Japón y desde entonces esta ciudad a algo menos de una hora en tren de Kioto, conserva ese espíritu tradicional que se refleja en sus calles, especialmente en las de Naramachi, pero, sobre todo, en sus templos y santuarios, muchos de los cuales se reúnen en el parque de Nora, donde resulta imprescindible visitar el templo Todaiji, famoso por su estatua del Gran Buda, dar de comer a los ciervos y contemplar la pagoda del Kofukuji. También merecen atención los jardines Isuien, el templo Horyuji y, en primavera o en otoño, los cerezos en flor del monte Yoshino.

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NIKKO

Los amantes de la naturaleza disfrutarán en esta aldea de montaña a la que se llega en shinkansen (tren bala) desde Tokio, pues es una de las excursiones más populares de su entorno. Buena parte de la atención la acapara el santuario Toshogu, toda una sorpresa por el color de sus pabellones y torii, su decoración mezcla de imágenes budistas y shintoistas y el brillo de sus tallas de madera. Pero en esta escapada no puede faltar tampoco una visita al santuario Futarasan, al Tokugawa Iemitsu y la experiencia de cruzar el bello puente Shinkyo.

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TAKAYAMA

Hemos incluido esta ciudad de la región montañosa de Hida, en la prefectura de Gifu, como imprescindible en un primer viaje a Japón por un doble motivo. Primero porque su casco antiguo invita a hacer un viaje en el tiempo y conocer el legado del Japón feudal del periodo Edo (1603-1868) a través de sus ryokanes, sus templos y sus santuarios de madera, pero además porque anima a embarcarse en una ruta por los Alpes japoneses que puede continuar después en Shirakawa-go, un pueblo entre montañas declarado Patrimonio de la Humanidad.

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