Formentor, una península y un estilo de vida en el Mediterráneo
Formentor es un cabo, un faro, una pequeña isla deshabitada, una playa y también un hotel, uno de los más exquisitos de Mallorca y un destino en sí mismo.
En este recóndito rincón mallorquín alejado del mundanal ruido han encontrado inspiración numerosos artistas y refugio personalidades ilustres, desde los príncipes Rainiero y Gracia de Mónaco, que aquí pasaron parte de su larguísima luna de miel, a Agatha Christie, Winston Churchill, Charles Chaplin, Audrey Hepburn, el Dalai Lama, Peter Ustinov, Camilo José Cela… y, recientemente, el periodista Màxim Huerta, que se alojó en él unos días y le ha convertido en un protagonista más de su último libro, titulado Firmamento, que acaba de ver la luz.
Cuando uno va conduciendo atentamente por la carretera desde el Port de Pollença –con cuidado de no distraerse con el sublime paisaje que asoma por las ventanillas– y tras sortear las primeras curvas de la estrecha carretera que recorre la península de Formentor se detiene en el mirador de Sa Creueta se da cuenta de que esta última parte de la sierra de Tramuntana tiene reservado un final apoteósico: un bravío paisaje de altos acantilados y calas desiertas que se recordará por su grandeza y el vértigo que produce.
Todavía habrá que salvar unas cuantas curvas más a derecha e izquierda para llegar, primero, a la playa Formentor, y después a la entrada del Formentor Royal Hideaway Hotel (barcelo.com/es/royal-hideaway/hoteles/espana/islas-baleares/mallorca/formentor-a-royal-hideaway-hotel), que ocupa una buena parte de la península, porque fue su fundador, el poeta argentino Adán Diehl el que, enamorado de la salvaje belleza natural del entorno, compró estas tierras a la familia del abogado y también poeta mallorquín Miguel Costa y Llobera para convertirlo en un punto de encuentro de artistas y literatos al más alto nivel. El hotel no podía ser más refinado cuando abrió sus puertas en 1929: cuidadísimos jardines al borde del mar, una restauración exquisita, un personal atentísimo y hasta un campo de golf que nunca se llegó a utilizar.
El sueño de Delhi no fue eterno, duró poco, pero el hotel resurgió y volvió a convertirse en lo que fue un día. Décadas después, es un lugar que mantiene el mismo espíritu de sus orígenes. Cuando uno pasea por sus enormes jardines, se sienta en la galería de su restaurante a comer, se asoma a la gran cristalera a la que se abre la recepción, desciende hacia el mar por su monumental escalinata, recorre sus estancias o se refugia en su habitación con mobiliario de aire clásico tiene esa misma sensación, la de estar en un enclave único y sentirse protagonista de una historia de novela (o de película, que también ha sido escenario de rodaje).
Lo que también mantiene viva es su vinculación a la cultura, por eso, cada verano se celebra el Formentor Sunset Classic. Una oportunidad única para disfrutar del atardecer del Mediterráneo al compás de la mejor música del mundo y que este año cuenta con la presencia de estrellas internacionales de la música clásica como la gran soprano Anna Netrebko, que actuará junto al tenor Yusif Eyvazov, las agrupaciones Juan Pérez Floristán y el Trío VibrArt, o la violinista Isabel Villanueva, junto con el pianista François Dumont.
En el Formentor Royal Hideaway Hotel, hoy uno de los más exquisitos establecimientos de la cadena Barceló, uno se puede pasar los días contemplando el paisaje, respirando el aroma de las buganvillas y miles de variedades mediterráneas que crecen en sus extensísimos jardines; tumbado en una hamaca junto a la piscina; cruzando la cancela que va a dar a la playa de arena de Formentor para darse un baño o sentarse bajo sus sombrillas de paja; descansando después de un masaje en sus cabinas balinesas o saboreando las delicias gastronómicas de sus restaurantes de distintos ambientes: El Colomer, en la galería del primer piso, para los desayunos y las cenas buffet, que no pueden ser más selectos –jamón ibérico, bogavante, especialidades de la isla…–, la deliciosa terraza sombreada de La Veranda y, a pie de playa, Las Palmeras.
Pero, teniendo este hotel boutique como base, cómo no disfrutar de este rincón del norte de la isla de Mallorca, por ejemplo, alquilando un llaüt, la embarcación tradicional de las Baleares, y pasando unas horas en el mar. Rodeando los acantilados que rodean el cabo Formentor, donde se alza el faro, la experiencia de echar el ancla en cala Figuera, darse un baño en unas aguas de un azul casi transparente, en cuyo fondo crecen praderas de posidonia, y tras él, degustar un aperitivo mallorquín, será difícil de olvidar.
También se puede disfrutar del entorno apuntándose a actividades como snorkel, vela, paddle surf, kayak…, o sencillas excursiones como la que lleva a Cala Murta, que se inicia en el aparcamiento de la playa Formentor y sigue el sendero de la Señora o arranca de la carretera que lleva al faro, a la altura del campamento de la Mare de Deu de Formentor. El recorrido de unos cinco kilómetros pasa por los viñedos propiedad del hotel donde crecen las uvas con las que ha empezando a elaborar sus propios vinos, atraviesa un paisaje de pinos y encinas en el que uno se puede cruzar con cabras o burros, y lleva hasta esta preciosa cala de piedras de agua cristalina, arena en el fondo y todas las tonalidades del azul. Un pedazo más de este paraíso llamado Formentor y muy muy exquisito.