Alcanzar calas secretas accesibles solo en barco, prepararse un Campari con mucho hielo antes de tomar el sol en cubierta o dormir mecido por el sedante vaivén de las olas. El privilegio de unas vacaciones a bordo intimida un tanto por ese halo de exclusividad que parece reservado para carteras abultadas. Cierto que no es un plan mochilero, pero tampoco hay que ser un potentado. Veleros, yates y catamaranes pueden alquilarse entre un grupo de amigos a precios no necesariamente prohibitivos; y si ninguno sabe llevar el timón, basta con contratar un patrón que lo haga con la seguridad que exigen hasta las aguas más tranquilas. De no atreverse, siempre queda la opción de sumarse a las excursiones de un día que parten desde el norte de Cerdeña. Allí, la Costa Esmeralda y su archipiélago de La Maddalena –protegido como Parque Nacional– brindan un escenario deslumbrante para una navegación sin sobresaltos, en la que, si se elige la embarcación adecuada, no habrá problema para llevarse incluso a los niños.
Porto Cervo es la capital de este tramo de costa que en los sesenta descubriera el Aga Khan, invirtiendo lo suyo para convertirlo en el imán de la jet internacional que hoy atraen sus mejores hoteles y boutiques, sus clubs nocturnos y campos de golf. La también millonaria marina puede ser tan buen punto de partida para la singladura como el igualmente exclusivo Porto Rotondo, Poltu Quatu y Portisco o, poco más arriba, los puertos más de andar por casa de Cannigione o Palau. Justo ante Palau aguardan a poca distancia las siete islas principales del archipiélago, rodeadas por la cincuentena larga de islotes de granito que modeló a capricho el maestrale, como le dicen por estos pagos al mistral. El conjunto lleva una década postulándose como Patrimonio de la Humanidad, y méritos para lograrlo no le faltan: sus aguas pasan por todas las gamas posibles de azul verdoso, con playas que presumen de estar entre las mejores de Cerdeña, y, salvo la mínima ciudad de Maddalena, el resto es de un virginal y un agreste de no dar crédito.
LUGARES MÁGICOS POR DESCUBRIR
Tras navegar un par de días la costa fondeando por escenarios tan redondos como Cala di Volpe, puede enfilarse hacia un primer encuentro por todo lo alto con el archipiélago: la playa de arena rosada de su islita de Budelli. Mostrada al mundo en la película de Antonioni El desierto Rojo, esta auténtica rareza habrá de admirarse desde el barco o desde una playa vecina en compañía de un guía del parque ya que, dada su protección extrema, está prohibido hasta pisarla. Sí se podrá tocar tierra en la también diminuta Santa María o en la vecina y deshabitada Razzoli, así como sumergirse en la laguna color esmeralda que queda entre estas tres islas más remotas.
Desde ellas tienta el salto a las callejas de Bonifacio, ya en la francesa aunque increíblemente a mano Córcega. O, si no, podrá ponerse rumbo al sur hacia el redondel perfecto de la isla Spargi, cuajada de bahías de transparencias también aquí más propias del trópico, antes de llegar a la isla mayor de La Maddalena, la más transitada, pero otra verdadera joya de la corona. Sobre sus apenas veinte kilómetros cuadrados de roquedos y calas salvajes se posa el casi único asentamiento estable de estas islas, aunque fuera de esta coqueta villa con todos los servicios una carreterita panorámica acerca, entre paisajes del mejor Mediterráneo, hasta esquinas tan intactas como las que presiden el resto de las “siete hermanas”.
Quedan todavía, entre las principales, la también habitada Caprera, unida por un puente a La Maddalena, y Santo Stefano. En la primera, amén de playas perfectas como Cala Coticcio o Il Relitto, se puede buscar el rastro de Garibaldi, quién vivió aquí sus últimos años, mientras que la segunda albergó durante décadas una base militar americana que levantó buenas ampollas. Una vez desmantelada en 2008, volvió a quedarse entera para el disfrute de los huéspedes de su único hotel y de las aves migratorias que, en temporada, recalan por el archipiélago, incluyendo entre ellas los visitantes que en verano se escapan, aunque sea un día, a esta porción de paraíso.
NO DEJES DE…
Bucear los fondos del parque. En verano, la temperatura del agua oscila entre los 19 y los 27 grados y la visibilidad puede superar hasta la veintena de metros. Pertrechado simplemente de unas aletas y un tubo para respirar, cerca de muchas playas se pueden avistar pulpos, erizos, cangrejos, infinidad de peces y, con suerte, hasta tortugas marinas. Quienes prefieran el buceo en toda regla, el área marina del Parque Nacional de la Maddalena, zona de paso de delfines y otros cetáceos, cuenta también con espectaculares zonas de inmersión.
GUÍA PRÁCTICA
CÓMO LLEGAR
A Olbia, a unos treinta kilómetros de la Costa Esmeralda, hay vuelos directos desde Barcelona con Vueling por incluso menos de 100 € en algunas temporadas. En la otra punta de Cerdeña, también se puede volar a Cagliari sin escalas desde Madrid con IberiaExpress y Girona con Ryanair. Viajes en barco, a través de Aproache [aproache.com], agencia especializada en náutica, con la que se puede organizar una semana de navegación por el archipiélago de La Maddalena, partiendo desde Portisco, Cannigione u otros puertos del norte de Cerdeña, en diferentes tipos de barcos con más o menos capacidad de alojamiento a bordo.
CUÁNDO IR
Si se prefiere huir de las multitudes, mejor en primavera y principios del otoño que en los picos de la temporada alta del verano, donde varios puntos del archipiélago pueden estar demasiado llenos. Muchos locales solo abren entre Semana Santa y septiembre u octubre.
CÓMO MOVERSE
Hay ferrys que unen en menos de media hora el puerto de Palau y el de La Maddalena, con posibilidad incluso de embarcar el coche, lo que permite visitar fácilmente la isla principal del archipiélago y la también espectacular Caprera, ya que ambas están conectadas por un puente. Para disfrutar de todas las demás habrá de alquilar una embarcación o tomar parte en las excursiones –hay muchas que parten de distintos puertos del norte Cerdeña [consorziodelgolfo.it o elenatournavigazioni.com]– que recalan en un día por algunos de sus mejores escenarios, con varias paradas para darse un chapuzón y habitualmente la comida incluida.
DÓNDE DORMIR
La Luxury Collection de la cadena Starwood [starwoodhotels.com] cuenta en la zona más exclusiva de la Costa Esmeralda con tres auténticos clásicos: el Pitrizza, el Cala di Volpe y el igualmente cinco estrellas, aunque más familiar, Romanzzino. Dentro del archipiélago, La Casitta [lacasitta.com], un hedonista refugio para unos puñados de huéspedes, en la prácticamente deshabitada islita de Santa María. Más grandes, el también lujoso resort de cerca de un centenar de habitaciones Grand Hotel Ma&Ma [grandhotelmaema.com] o el más popular Santo Stefano Resort [clubviaggiresort.it], el único hotel de la islita homónima.
DÓNDE COMER
Para una ocasión especial, el romántico Da Giovannino [ristorantedagiovannino.com], en Porto Rotondo, con su cocina marinera. Platos y vinos exclusivamente sardos ya el archipiélago, en la ostería Il Rifugio dei Peccatori [rifugiodeipeccatori.com] de la isla de La Maddalena. También en ella, los pescados de la tradicional y escondida Osteria da Zione [Via Cairoli, 113] o La Locanda del Mirto [ristorantilamaddalenasardegna.com], con igualmente cocina local casera y muy del mar.