48 horas en la isla de Korcula, la escapada imprescindible desde Dubrovnik
Junto a algunos pintorescos pueblos del litoral de Baja Dalmacia, la isla de Korcula lleva años siendo un reclamo turístico en auge. Su historia, sus coquetas playas, sus pequeñas calas, sus bosques… ¡y su vino! son suficientes atractivos para pasar un fin de semana… o unas vacaciones en toda regla.
Hubo un tiempo en el que los lugares donde veraneaban los ricos eran secretos. Los Rothschild, los Agnelli, los Astor, los Onassis, Carolina de Mónaco… Todos eran visitantes habituales de la costa Dálmata. Posteriormente, una larga lista de celebrities en veleros aparecieron surcando el súper azul del mar Adriático. Ahora le toca el turno a los mochileros y a los anónimos viajeros de a pie.
PRIMER DÍA
Para descubrir Korcula, lo más sencillo es reservar alojamiento en Dubrovnik, que será la puerta de entrada por avión a la región de la Baja Dalmacia croata. Y, una vez instalados, planificar las excursiones a esta isla y a la península de Peljesac. Desde Dubrovink hay salidas organizadas de un día, pero también puedes alquilar un vehículo y conducir por el litoral de Baja Dalmacia hasta Orebic (aproximadamente 100 kilómetros), y allí coger el ferry de la naviera Jadrolinija (jadrolinija.hr) para cruzar el estrecho. Korcula está apenas a un kilómetro de la costa. Si la opción elegida es el coche tendremos la ventaja de ver el fabuloso paisaje y poder parar en alguno de los pueblecitos donde veranean los lugareños, algunos de ellos encantadores, como Slano o Trsteno.
Al casco antiguo del pueblo de Korcula se accede por la puerta de la torre Revelin, una escalinata sustituye al puente levadizo de madera, que la dota de mayor prestancia. Su fascinante trazado urbano, en forma de espina, fue sabiamente pensado para preservar la seguridad de sus habitantes. El Museo de Iconos o la Catedral de San Marcos son visitas recomendables, pero si no se tiene mucho tiempo no te olvides de hacer la foto a las figuras desnudas de Adán y Eva de su pórtico, a la sirena de dos colas y al elefante de la cornisa.
En Korcula hay que reservar tiempo para comer -¡y beber! Los amantes de los buenos vinos encontrarán en esta isla los mejores blancos de Croacia, elaborados con uvas posip y grk, que solo se cultivan en este lugar. Por otro lado, la larga influencia italiana, que se remonta a los tiempos medievales, se hace sentir en platos como los makaruni zmovo (con gambas o carne), que sirven en el Bistro Marco’s (Cvjetno naselje, 23)… Para no perdérselo, porque es pasta homemade.
Aparte de reservar tiempo para la gastronomía, en Korcula también hay que dedicar tiempo a conocer sus encantos naturales y recorrer sus excelentes senderos (en la oficina de turismo tienen mapas y guías en español). La frondosa isla está llena de playas, calas y rincones secretos… pero todo el mundo va a ver la casa de Marco Polo. A pesar de que tanto Venecia como Korcula reclaman el nacimiento del famoso navegante, en la isla se dan algunas casualidades que hacen pensar en que verdaderamente es allí donde nació Marco Polo. En toda la isla puede encontrarse gente apellidada Polo, cosa que, por el contrario, no ocurre en Venecia. Además, Korcula fue parte de la República de Venecia en la época en que Marco Polo nació, y que, además, está contrastado que Génova derrotó a Venecia en la batalla de Curzola en 1298. En aquella batalla Marco Polo capitaneaba una nave veneciana. Posteriormente fue encarcelado en Génova, donde se sabe que desde su celda escribió El libro de las maravillas del mundo. “¡Solo he contado la mitad de lo que vi!”, expresó Marco Polo en su lecho de muerte. Algo parecido puede ocurrirte cuando abandones la isla de Korcula, porque es uno de esos lugares mágicos que embaucan a pintores, escritores, artistas...
A medio camino –equidistante 50 km. entre Korcula y Dubrovnik– se encuentra un pequeño pueblo que es famoso por sus ostras: Ston. El cultivo de estos preciados moluscos es la actividad de la mayoría de sus vecinos y su intenso sabor es reconocido (y premiado). Merece la pena quedarse en el pueblo para degustar su excelso manjar. El lugar es minúsculo, pero sus restaurantes son grandes y generosos ¿Puedes imaginar una bandeja de ostras en el desayuno con una botella de champán en una cubitera?... Pues en Vila Koruna (vila-koruna.hr) es lo que suelen poner. Y naturalmente, lo más importante es el precio: 1,40 € la pieza.
SEGUNDO DÍA
No es mala idea quedarse a dormir en Ston, después de un ágape así. Y, de buena mañana, visitar sus famosas salinas (solanston.hr) y dar un paseo por su muralla peatonal, de la que se dice es el sistema defensivo más grande del mundo después de la Muralla de China, por eso se la conoce con el sobrenombre de “la muralla china europea”. Tiene forma de pentágono y se terminó en el siglo XV. Es la segunda más larga de Europa, solo superada por el Muro de Adriano (entre Escocia e Inglaterra).
El recorrido por la muralla nos conduce hasta Mali Ston, otro minúsculo pueblo que aun tiene casas del siglo XV, y donde se encuentran los criaderos de ostras. Nos podríamos quedar a dormir en Vila Koruna… Pero un fin de semana es lo que es… y es hora de volver a casa.
GUÍA PRÁCTICA
CÓMO IR
La compañía aérea Vueling conecta Barcelona con Dubrovnik tres o cuatro veces por semana. Desde Madrid, dependiendo del mes, tiene algunos vuelos sin escala; pero, para buscar ‘chollos’ hay que consultar la web a menudo.
DÓNDE DORMIR
En Drubovnik la cadena Adriatic (adriaticluxuryhotels.com) tiene hoteles de varios estilos con diferentes características… y todos a diez minutos a pie del casco antiguo: el Hotel Excelsior es un clásico con más de cien años que ha sido totalmente renovado, y ahora cuenta con instalaciones lúdicas de primera clase; el Grand Hotel Villa Argentina tiene vistas fabulosas, piscina cubierta y spa; Sherezade es un palacio con majestuosas vistas al Adrático; y Villa Orsola, se alquila por apartamentos o entera…¡por si quiere celebrar su boda allí! El restaurante Vila Koruna de Korcula tiene habitaciones para quedarse una noche. Es un 3 estrellas básico, pero la simpatía y generosidad de su propietario, Svetan Pejic, engrandece las estrellas del hotel.
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