El futuro se llama Róterdam y ya se puede vivir en él
El espacio, la luz y el aire son los pilares de esta ciudad neerlandesa construida con hormigón, acero y cristal. Las ideas, igual que el agua, no faltan. Róterdam exhibe la imagen de una capital arquitectónica, pero también humana. Y nos vamos a descubrirla.
Róterdam es un laboratorio, a orillas del río Nuevo Mossa, en el que se experimenta con proyectos urbanísticos. En vez de probetas, aquí se hace uso de escuadras y cartabones sobre tableros o del programa informático AutoCAD. Antes de los ultramodernos diseños la arquitectura modernista dejó su impronta en las calles de la ciudad: el museo Chabot, la Casa Sonneveld y la antigua fábrica de té, café y tabaco, la Van Nellefabriek (1925 – 1931). Tras la Segunda Guerra Mundial los arquitectos y diseñadores de la época encontraron en ese páramo chamuscado un lienzo en blanco donde plasmar sus creaciones, cimentadas sobres pilares estéticos. No reconstruyeron nada, lo renovaron todo. Rompieron con el pasado jugando con el espacio y la luz con creatividad. Volcaron tanto ingenio en los planos que la ciudad holandesa se desmarcó, arquitectónicamente, del resto de ciudades holandesas. Algo que se intuye nada más llegar. Su Estación Central de Tren tiene forma de aleta de tiburón gigante. Mejor telonero imposible.
Entre tanta vanguardia las grúas metálicas de Schouwburgplein y Havenmuseum sostienen esa cultura portuaria que se niega a desaparecer de Róterdam. Por un lado aquí se encuentra el mayor puerto de carga y descarga de mercancías de Europa, y uno de los más grandes mundo, después del de Shanghai y Singapur. Por el otro, se ha rescatado la zona de Kop van Zuid. En este lugar se encontraban los muelles desde donde zarpaban los barcos con destino a los Estados Unidos de América. El sitio ha cambiado las lágrimas de las despedidas por las risas y el buen ambiente que se respira gracias a los cines, teatros, bares y restaurantes, como Las Palmas (restaurantlaspalmas.nl) que hoy se suceden por aquí. Aunque en Róterdam, ya hemos dejado caer, se goza contemplando edificios.
En este lado de la ciudad hay que mirar con atención a la fachada art nouveau del Hotel Nueva York (hotelnewyork.nl), el Museo de Fotografía Neerlandés (nederlandsfotomuseum.nl) y el rascacielos De Rotterdam (derotterdam.nl). Una construcción que consta de tres torres conectadas, de 44 plantas cada una, que alberga una ciudad en vertical. En su interior hay oficinas, apartamentos y un hotel Nhow (nhow-rotterdam.com). Los vestíbulos se pueden visitar, así como disfrutar de las vistas. Un punto excelente desde donde contemplar la ciudad al otro lado del río Nuevo Mossa, que se filtra con sutileza en la ciudad.
El puente Erasmo comunica Kop van Zuid con el norte de la ciudad. Esta estructura colgante tiene forma de cisne y da la sensación de que se va a posar sobre el agua. Otra opción, para cruzar a la otra orilla, es el puente Willems. En ese lado del río se alternan diseños modernos del siglo XIX, como la Casa Blanca, un edificio de 45 metros de altura que durante un tiempo fue el más elevado de Europa (en la actualidad sobrepasado por los 185 metros de altura de la Torre Euromast), con otros contemporáneos, como las Casas Cubo. Un complejo residencial y museo (kubuswoning.nl) para experimentar cómo se vive en una casa inclinada e icónico por su forma, por sus 45 grados de inclinación y colores, amarillo y blanco, sujeto por pilares que simulan un bosque abstracto. En Róterdam no basta con ver, hay que mirar.
El paseo entre edificios de formas singulares discurre por avenidas amplias y apenas canales, como el de Westersingel, que rompen con la idea estereotipada que se tiene de las ciudades de los Países Bajos. Sí comparten ese desfile urbano de personas procedentes de las antiguas colonias holandesas; Surinam, Indonesia y Antillas, que se mezclan con marroquíes, argelinos y turcos. Claro, también con chinos, están en todas partes. Esta Babel callejera se traduce en una oferta culinaria provista de ingredientes exóticos y negocios variopintos, como las peluquerías afrocaribeñas, que resultan muy atractivas para el forastero.
Incluso los tradicionales mercados no se libran de ese trazo original que arrastran todos los arquitectos que diseñan en Róterdam. Por fuera Markthal (markthal.klepierre.nl) es una herradura gigante, por dentro es un mercado, y apartamentos, con una estética que recuerda al de San Miguel o San Antón en Madrid. Hasta que miras arriba y descubres un mural digital de 11.000 m2 en el que se representan frutas, verduras y hortalizas.
Sí, Róterdam es algo más que muchas otras ciudades, pero, como casi todas, también tiene museos. La mayoría se concentran en torno al Parque de los Museos, en el corazón mismo de la urbe. El Kunsthal, el de Historia Natural, el de Arquitectura Diseño y Cultura Digital y el de arte Boijmans Van Beuningen, en el que se puede contemplar obras de Van Eyck, Pieter Brueghel el Viejo, Bosch, Rembrandt, Van Gogh y Dalí, son algunos de ellos. No muy lejos de este lugar se encuentra la calle Witte de Withstraat, repleta de galerías de arte, y que da a parar al Museo Marítimo. Róterdam no traiciona al agua.
Escondida entre tanto prototipo se mantiene en pie la iglesia medieval de San Lorenzo. Junto a ella se encuentra una estatua que honra a uno de sus vecinos más ilustres, Erasmo de Róterdam. También resulta anecdótico en esta urbe, soñada por cualquier estudiante de arquitectura, el periférico barrio de Delfshaven. Por aquí estuvieron los Padres Peregrinos antes de continuar su viaje a bordo del May Flower rumbo a Norteamérica. Está rodeado por dos canales, el Voorhaven y el Achterhaven, y todavía conserva el molino de Distilleerketel. El sitio nos traslada al ambiente que suponemos respiraron los navegantes de la Compañía de las Indias Orientales Neerlandesas. A veces, en esta ciudad, se puede echar la vista hacia atrás.
Y UN PLUS…
A 15 kilómetros al este de Róterdam está el conjunto de molinos más famoso de los Países Bajos, los de Kinderdijk, a los que se puede llegar en bicicleta. Desde el centro de la ciudad hay que dirigirse hacia Kralingen y el corredor de Algera, un puente que cruza uno de los afluentes del río Mosa. Tras dejar atrás la ciudad, en el pueblo de Krimpen Lekkerkerk se coge un ferry (0,80 € por persona y bici) para cruzar otro río, el Lek, y llegar al pólder Alblasserwaard, donde se encuentra el conjunto de 19 molinos, declarados Patrimonio de la Humanidad, y dos de ellos convertidos en museos.
GUÍA PRÁCTICA
CÓMO IR
La compañía aérea Transavia vuela desde Barcelona y otras ciudades españolas a Róterdam. Desde el aeropuerto de Schiphol en Ámsterdam salen trenes con destino a Róterdam (27 minutos de duración). Hasta la capital holandesa se puede volar desde Madrid y Barcelona con varias aerolíneas.
DÓNDE DORMIR
Además de los mencionados Hotel New York (hotelnewyork.nl) y Nhow (nhow-rotterdam.com), próximamente va abrir un nuevo establecimiento la cadena hotelera Room Mate que se llamará Bruno (room-matehotels.com/en/bruno).
DÓNDE COMER
De estética portuaria y decorado con cerámica azul típica de la localidad vecina de Delft, El marinero y la chica (dematroosenhetmeisje.nl). También en Asian Glories (asianglories.nl), de cocina asiática. Y, ubicado bajo las vías del tren de la estación de Hofbogen, Food Labs (fgfoodlabs.nl/en), con estrella Michelín.