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Tu primer viaje a…  Marruecos, claves para que salga redondo

Como buenos vecinos nos hemos peleado, y hasta nuestra lengua contiene no pocas expresiones que denotan desconfianza. Marruecos intimida, pero solo de entrada. El país es un espectáculo, y su gente te desarma con su amabilidad y su gracia. Si le das la oportunidad, casi seguro que repites.

by ELENA DEL AMO

Es, se mire como se mire, el viaje más exótico que pueda hacerse tan cerca de casa. Los escasos 14 kilómetros del Estrecho separan dos mundos radicalmente distintos por la religión, los precios –mucho más bajos que aquí– y, en buena parte, por la forma de vida. Pero, a poco que sepas mirar, comprobarás que también tenemos muchos puntos en común más allá de la importancia de la familia, los ingredientes tan mediterráneos de su cocina o su gente, tan sociable o más que en el sur de España. Voilà las claves esenciales para que tu primer Marruecos sea un éxito.

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¿CÓMO?

Lo primero, claro, será decidir la ruta. En función de dónde salgas y el tipo de viaje que tengas en mente convendrá cruzar en coche desde Algeciras o Tarifa o alcanzar en avión la ciudad que más convenga; habitualmente Marrakech, Fez, Tánger o Rabat. De decantarte por el ferry (frs.es), el papeleo será más sencillo si se opta por llegar a Tánger, ya que los trámites se realizan durante la travesía dentro del barco, mientras que en Ceuta la cosa puede demorarse horas. En cualquier caso, habrá que llevar el pasaporte con un mínimo de seis meses de vigencia, así como, de ir en coche, la documentación para un viaje internacional, incluida la Carta Verde que expide la aseguradora del vehículo. 

Hay una buena red de trenes entre sus principales ciudades –los billetes de primera son mínimamente más caros y, amén de más cómodos, te aseguras ir sentado–, también autobuses –no siempre muy confortables– y taxis compartidos muy prácticos para viajar entre ciudades y de paso hacer amigos.

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¿HACIA DÓNDE?

Depende de lo que busques y del tiempo que tengas. Para unos días de relax en la playa, el coqueto pueblo de Asilah, a tiro de piedra de Tánger, o la villa más grande y también más auténtica pero alejada de Essaouira; ambos en la costa Atlántica y con mucho más sabor local que el lleno de hoteles para suecos Agadir. 

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Si apenas dispones de aproximadamente una semana, por el norte podrías trazar un circuito entre –a ser posible por este orden– Asilah, la desconocida pero preciosa Tetuán –con el mejor barrio colonial del norte de África y una medina sin turistas, amén de Patrimonio de la Humanidad–, el encantador pueblito de Chaouen, con sus callejas añil entre las montañas del Rif, y finalmente Tánger, que dejamos en último puesto ya que, si los demás lugares de la ruta son verdaderamente plácidos, esta ciudad portuaria tiene un apasionante punto turbio que, para saberlo llevar, y disfrutar, conviene haberse hecho ya un poco al país. Y si te tira algo más exótico, habría que aterrizar en Marrakech, siempre apasionante, y enlazar sea con la ruta de las kasbahs para descollar en el desierto o decantarse por unos días de sol y playa en Essaouira. Con tiempo, la combinación de ambos planes resulta imbatible.

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En un recorrido ya más largo convendría incluir Rabat, una villa muy agradable y con una medina y una kasbah que merecen el desvío mucho más que la –a pesar del peso del nombre– moderna y anodina Casablanca; así como el pueblito de Moulay Idriss o las ruinas romanas de Volúbilis. Y, esencial, Fez, la más impactante de las ciudades marroquíes, cuyos barrios medievales albergan la zona peatonal más extensa del planeta. Los coches no entran no porque estén prohibidos, sino porque directamente no caben entre las estrechísimas callejas de este laberinto por el que las mercancías las transportan los carromatos y los burros. Un momento que ni pintado para visitarla es durante su festival de Músicas Sagradas (fesfestival.com/2018), este año entre el 22 y el 30 de junio.

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Los amantes del trekking también cuentan en Marruecos con escenarios tan de nivel como las montañas del Atlas, cuajadas de aldeas bereberes de adobe, las sierras del Anti-Atlas y el Rif o el desierto, a los que agencias especializadas (viajesytrekking.com) organizan expediciones. Para el surf, el windsurf o el kitesurf, pocos destinos como Essaouira y playas de sus alrededores como Moulay Bouzerktoun y Sidi Kaouki.

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PRECAUCIONES

La principal: beber siempre agua embotellada y huir de las ensaladas para evitar los típicos problemas de estómago. Si se dan, siempre habrá una farmacia a mano donde buscar remedio. Y es que, a pesar de la fama, Marruecos es un destino muy seguro, incluso para viajeras solas, donde apenas habrá que tener cuidado con la cartera en las aglomeraciones –como en el metro a la hora punta– y dejarse guiar por el sentido común. Dicho eso y aunque la mayoría de la gente es tremendamente amable, será fácil que aparezca algún embaucador dispuesto a engatusar al novato, casi siempre con el ánimo de acabar vendiéndole algo por un buen pico. Aprender a decir amablemente que no, y no ceder, suele ahorrar más de un sinsabor. Si bien es cierto que ser recibido en una casa marroquí será a menudo el mejor recuerdo del viaje, algunos extranjeros han pasado un mal rato por confiar en quien no debían. Una precaución a extremar sobre todo si eres mujer.

Saber decir que no será a su vez muy práctico a la hora del regateo, donde convendrá disimular qué es lo que te interesa de la tienda –si vas directo a ello seguro que será de lo más caro–, así como dejar que sea el vendedor quien progresivamente vaya bajando el precio de la mercancía. Una vez ofrecida una cantidad será de mala educación echarse atrás, por lo que mejor que el precio lo dé siempre él. Y, esencial, no perder la sonrisa. Este salvoconducto vale para todo en Marruecos, donde valoran inmensamente la curiosidad educada por su cultura, que aprecies lo que estás viendo y disfrutes con su gente. Si le echas actitud, te la devolverán con creces y volverás enamorado del país. 

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