Campeche, el top de la buena vida mexicana

Alegre, colorida, desenfadada, esta discreta ciudad colonial es el secreto mejor guardado de la península de Yucatán. Un bello entramado urbano lleno de posibilidades de ocio, apasionantes yacimientos en sus alrededores y playas relajadas para empaparse de su clima tropical. Por algo de aquí proviene la palabra campechano, que denota pura cordialidad.

por NOELIA FERREIRO

Caminar entre casas de color pastel y descubrir cómo la vida late por detrás del decorado. Confundirse con el tumulto de la plaza principal, los niños, las palomas, los limpiabotas, las mujeres que venden artesanía a la sombra de las ceibas centenarias. Caminar sobre las murallas e imaginar la ciudad acechada por los piratas. O hacer un alto en el camino y tomar una michelada bien cargadita de picante, que para eso estamos en México. Con todo su sabor. Con toda su alegría.

Hay algo en Campeche que hace que las pequeñas cosas cobren visos de felicidad. Que, sin saber muy bien por qué, se respiren buenas vibraciones. Será por eso por lo que esta pintoresca localidad de la península de Yucatán, esta joya emplazada a apenas un par de horas de la codiciada Riviera Maya, ha dado origen a la palabra campechano. Sí, aquella que empleamos para expresar sencillez en el trato, llaneza, pura cordialidad.

Campeche es un magnífico exponente del barroco colonial que, además de contarse entre los mejor conservados del país, ostenta el récord de seguridad en sus calles. Un entramado dispuesto en cuadrícula, como mandan los cánones virreinales, y abrochado por una imponente fortificación que hoy conserva siete de sus baluartes reconvertidos en museos (arqueológico, de la piratería, de pintura...). Museos en los que se pueden descubrir curiosidades como la máscara de jade, considerada una de las más bellas reliquias de los mayas.

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DETRÁS DE LAS PUERTAS

Pero conocer esta ciudad que es Patrimonio de la Humanidad es, ante todo, perderse intramuros. Sin mapa, sin brújula. Sin más meta que la de admirar esas fachadas que lucen impecables porque son repintadas cada año (la única condición es que el color no sea igual al del vecino) y que esconden, al abrigo de patios frescos y floreados, encantadores hoteles como Hacienda Puerta Campeche (puertacampeche.com/es), con suites decoradas en caoba y albercas iluminadas con velas; locales curiosos como la Casa 6 (Calle 57, 6), una mansión reciclada en centro cultural (y recreada como el hogar de una familia del siglo XVIII) y espacios trendy como Luan (Calle 14, 132), donde sirven brunchs con vocación ecológica.

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También es el lugar para descubrir por qué la gastronomía mexicana es, junto con los mariachis, Patrimonio Inmaterial de la Unesco. Y es que en Campeche se cuida muy bien al paladar desde el origen de los tiempos. Prueba de ello es su plato más representativo: el pan de cazón (tortillas gruesas rellenas de pescado salado y cubiertas con salsa de chiltomate), cuya receta procede de la época prehispánica. Para degustarlo no hay mejor restaurante que La Pigua (lapigua.com.mx), con su oferta fresca de productos del mar.

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Otra costumbre es la del picoteo de delicias yucatecas (panuchos, sopa de lima, sincronizados...), que resultan especialmente deliciosos en la Cenaduría de San Francisco (Calle 10, 86) bajo bonitos soportales. Y no faltan, claro, las cantinas al estilo tradicional, como la llamada Salón Rincón Colonial (Calle 59, 60). Aquí se rodaron escenas del film Pecado original, con Antonio Banderas y Angelina Jolie.

Pero en Campeche, donde el calor aprieta en modo tropical y el tiempo se estira perezoso, también hay lugar para ir de tiendas. No aquellas que se encuentran en cualquier ciudad, homogeneizadas en su oferta, sino las que incluyen productos especiales, únicos, típicamente campechanos. Es lo que se encuentra en Tukulná (Calle 10, 333), un multiespacio dedicado al arte popular, pero tocado por la sofisticación. Camisolas y vestidos bordados a mano, hamacas urdidas con fibras naturales, objetos de cerámica, piezas talladas en cuerno de toro...

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LA NOCHE… Y LAS EXCURSIONES 

Incluso hay lugar también para entregarse a la fiesta al más puro estilo mexicano. Para eso está Calle 59, una recta (la que une la Puerta de Tierra con la Puerta de Mar) flanqueada de bares y terrazas, de locales para ver y ser vistos, de pistas improvisadas para mover el esqueleto con la inestimable ayuda del mezcal. Después, aunque cueste madrugar, habrá que echar valor para escaparse a explorar las maravillas de los alrededores. Especialmente los yacimientos arqueológicos.

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Existen más de dos mil yacimientos repartidos por todo el estado de Campeche, de los que solo 16 están abiertos al público. Dos resultan imprescindibles: Calakmul, una de las mayores ciudades del mundo maya declarada Patrimonio Mixto de la Humanidad (nada puede haber más magnético que adentrarse por este tupido escenario en el que pululan los jaguares y subir a sus majestuosas pirámides) y Edzná, donde se percibe la complejidad tecnológica y el avance social de la que fuera una de las más inteligentes civilizaciones de la historia.

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