Lujo campestre en la Sierra de Gredos para desconectar de la ciudad
Íntimo y en plena naturaleza, Nabia Hotel es un pequeño refugio con todas las comodidades donde sentirse como en casa.
En primavera, en otoño… En todas las estaciones, la cara sur de la sierra de Gredos es un paraíso natural gracias a su microclima. Pero lo es, sobre todo, por su naturaleza, sus altas cumbres que se elevan a más 2.500 metros de altura, sus bosques de robles, castaños y fresnos y sus pueblos tradicionales que conservan buena parte del sabor de antaño. Parece el lugar ideal para salir huyendo de la ciudad y encontrar refugio. Y la verdad es que lo es. Aquí los días transcurren pausadamente, porque lo que se llega buscando es cargar las pilas, llenar los pulmones del aire puro y limpio de las montañas y disfrutar con algunas de las excursiones y actividades que ofrece la zona.
Y para una escapada al campo, una construcción mimetizada con la naturaleza donde descansar o hacer planes más activos. Emplazado a las afueras del pueblo de Candeleda, en el sur de la provincia de Ávila, y a 820 m de altitud subiendo por la ladera de una montaña, Nabia Hotel es un alojamiento rural pequeño pero de lujo donde sentirse como en casa. Es íntimo, con pocas habitaciones, un salón con una gran chimenea donde uno se puede pasar las horas leyendo o de charla tranquila y unas vistas privilegiadas sobre Gredos y el valle del Tiétar. Más allá lo que se adivina son los Montes de Toledo y hasta la sierra de Guadalupe como telón de fondo.
Es el panorama que se contempla desde los amplios ventanales y terrazas de sus 12 habitaciones, todas con una serena decoración, a base de telas cálidas, grandes camas, calefacción de suelo radiante, baños de mármol, carta de almohadas… Las suites son aún más especiales, sobre todo la del Valle, una casita separada del resto que parece estar colgada de la montaña; tiene jardín y porche privado y todas las atenciones para una estancia única: minibar, máquina de café, ducha doble, wifi gratuita...
Esa sensación de hospitalidad no solo se la aportan los detalles de sus estancias, también la carta del restaurante, donde se puede degustar a la hora de la cena los productos que se cultivan en la propia huerta, y, además, la atención de la propiedad.
Relajados son también los paseos por su jardín, que se pierde más allá de donde alcanza la vista, con árboles centenarios, una cuidada vegetación y la piscina, camuflada en el paisaje y tan deseada cuanto llega el buen tiempo. Pero para los que ansíen más, ahí están las rutas a caballo por la sierra, el piragüismo por el río Tiétar, las rutas micológicas u ornitológicas que brinda el entorno, los castros, las gargantas, los pueblos de la Vera… Para relajarse o animarse, o ambas opciones.