Una escapada invernal para descubrir la inexplorada Narbona
A solo una hora de la frontera con España, esta acogedora urbe del sur de Francia es una bella desconocida. Aquí no solo se vive muy bien, también se come como un rey.
Con 50.000 habitantes, Narbona no es una ciudad ni grande ni pequeña, pero que alardea de grandes atractivos, como sus callejuelas de fachadas ocres y sienas y su cercanía al mar (que queda a 15 kilómetros), pero también de ser la cuna del padre de la canción francesa, Charles Trenet, o del canal de la Robine. A orillas de este, en el paseo de Les Barques, se aglutina gran parte de la vida narbonense, porque es aquí donde se encuentra el mercado de Les Halles, ubicado en un antiguo pabellón de estilo Baltard, donde se puede encontrar de todo, desde aceitunas de la variedad lucques a tapas a la española, ancas de ranas u ostras de Leucate. Elevado sobre el canal está el puente de los Mercantes, enmarcado entre edificios y protegido por la Unesco, al ser otro punto de paso de la famosa Via Domitia, la antigua calzada romana que enlazaba los Alpes con los Pirineos y cuyos restos aún se pueden observar en la plaza del Ayuntamiento.
DE LA CATEDRAL AL FANTASMAGÓRICO HORREUM
La Gallia Narbonensis fue la región romana más antigua de Francia y su capital, Narbona, sede de archidiócesis entre los siglos IV y XVIII, aunque luego su vecina y rival Carcasona le quitó parte de su protagonismo. Si no se puede negar la belleza de la ciudadela fortificada de este reducto cátaro de Carcasona, a Narbona se la siente como una ciudad viva y vivida. Para ver, su inacabada catedral gótica de los santos Justo y Pastor, que goza del coro gótico mas alto del sur de Francia y unas magnificas vidrieras del siglo XIII. Pero también el palacio Arzobispal, que secunda en importancia al de Avignon, con sus salas amparando los museos de Arte y el Arqueológico, y el fantasmagórico Horreum, donde sumergirse en las oscuras y laberínticas galerías subterráneas del siglo I a.C., o la panorámica que se divisa desde el torreón Gilles-Aycelin.
ABADÍAS Y VIÑEDOS, UNA SORPRESA TRAS OTRA
El fértil y bucólico campo que rodea Narbona está alfombrado de viñas, como las de Gerard Bertrand, que tras dedicarse una temporada al rugby, pasó a hacerse cargo de la empresa familiar, que cuenta ya con once viñedos, entre los que destaca el del Chateaux de Hospitalet, lugar exquisito donde hacer parada y fonda.
Ineludible en el recorrido campestre es visitar la abadía cisterciense de Fontfroide, a 14 kilómetros de Narbona, una auténtica joya que hoy es propiedad de los descendientes de Gustave y Madeleine Fayet, quienes la compraron tras ser abandonada por los monjes y donde, una vez terminado el tour, se podrán catar los vinos y degustar su gastronomía. Y, a 35 kilómetros de Carcasona está Lagrasse, otra poderosa abadía desde sus orígenes, allá por el siglo VIII. Hoy, los canónigos regulares de la Madre de Dios moran en una parte del edificio, mientras el resto ha sido convertido en museo.
LES GRAND BUFFETS, DONDE COMER COMO REYES
Más allá de la oportunidad que brindan las tascas, restaurantes y mercados de Narbona de disfrutar de la gastronomía del sur de Francia, nada como el festín que ofrece Les Grand Buffets. La idea, que se hizo realidad en 1989, partió de Louis Privat, un hombre que irradia simpatía y elegancia y que un buen día decidió revivir la palaciega costumbre de servir un buffet con platos tradicionales de alta calidad, donde, por el asequible precio de 32,90 € por persona (sin incluir bebidas), sus clientes pudieran comer como reyes.
A los comensales, que se reparten entre el interior y el frondoso jardín con esculturas diseñado por el paisajista André Gayraud, les faltan ojos para abarcar las innumerables delicias que se exponen con acierto en las mesas, entre las que sobresale un enorme asador donde se asan cochinillos, aves, paletillas de cordero, churrascos, jamones, codornices… y una plancha para los pescados: gambas, salmón... En cuanto a guisos, se pueden probar adobos, caracoles, ancas de rana e incluso tripas a la antigua usanza.
Ante la difícil decisión de qué escoger, se llega a la plataforma de los quesos, con noventa tipos de la más diversas variedades: roquefort, emmental, gorgonzola, parmesano…, y después a la de los foie gras y a la de los mariscos, en bandejas repletas de ostras, gambas y bueyes de mar. Platos ineludibles son el bogavante a la americana, el magrait de pato, el steak tartar y la cassoulet de alubias y pato, típica de la zona.
Y, para rematar, entre los cien postres que se elaboran al día, destaca la tarta Tatin, las babás al ron y los famosos macarons. Todo ello regado con setenta referencias de vinos del Languedoc-Roussillon a precio de bodega; un plus para los vinos de Gerard Bertrand.
Para acabar, aún aguarda una sorpresa más al entrar en las cocinas y descubrir un espacio inmaculado y diáfano donde, ambientado con música relajante y rodeado de obras de arte contemporáneo de Patrick Chappert-Gaujal en acero inoxidable a juego con el mobiliario, se almacena, se cocina, y se ‘decoran’ los trescientos sesenta productos que se brindan antes de salir al escenario de Les Grands Buffets, que, por cierto, fue plató en mayo de 2016 de uno de los programas de MasterChef.
GUÍA PRÁCTICA
CÓMO LLEGAR
Narbona está a poco más de una hora de la frontera y a 150 kilómetros de Girona. Desde Madrid el mejor modo es en tren con Renfe, en un trayecto de cinco horas y media.
DÓNDE COMER
En Les Grands Buffets (lesgrandsbuffets.com/es).
DÓNDE DORMIR
En Le Château L´Hospitalet (chateau-hospitalet.com/es), una casona solariega entre los viñedos de Gerard Bertrand que acoge festivales de jazz. También en el hotel Mercure Carcassone La Cité (accorhotels.com/es), un alojamiento que recuerda a los caseríos del Languedoc y está situado a cinco minutos de la ciudadela.
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