Tiene competencia a su alrededor, situado como está próximo a otros bonitos como Colmar, Guebwiller, Turckheim y también cerca de Estrasburgo, pero nada parece robarle protagonismo a Eguisheim como uno de los pueblos más bellos de Francia, y también elegido en 2013 el favorito entre los pueblos franceses. En el corazón de Alsacia, es también un pueblo vinícola, enmarcado por suaves colinas plantadas de viñedos que hacen de él la cuna de los vinos de la región.
A vista de pájaro se admira mejor su curioso entramado urbano, un recinto en otro tiempo protegido por una muralla y alrededor de su castillo que ocupa el mismo centro con sus calles empedradas dispuestas en círculos concéntricos, pero a falta de dron, el paseo por ellas, en el que van asomando sus casas antiguas de tejados rojizos a dos aguas, con fachadas entramadas y balcones de madera, pero también pastelerías típicas (llamadas bretzellerie), torres, fuentes e iglesias que animan el tranquilo discurrir por este laberinto de callejuelas de postal.
Entre las iglesias, la imprescindible de Saint-Pierre et Saint-Paul, que fue románica, pero que ahora luce gótica; y entre sus fuentes, cuatro: la de la plaza del Mercado, la de la Virgen, la de la Puerta Baja y la más grande de la región, la de San León, dedicada al Papa León IX, hijo de los condes del pueblo, que nació en Eguisheim.
Después del paseo, lo que toca es acercarse a visitar y degustar en sus centenarias bodegas los excepcionales vinos de reputación internacional que nacen en Eguisheim y así poner punto y final a este recorrido por uno de los pueblos más fotogénicos del país y que parece detenido en el tiempo.
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