¿Tu primera vez en Moscú? Diez paradas para no perderte lo imprescindible
Altiva y elegante. Con carácter, poderosa y fría. En definitiva: única. La lista de sentimientos que puede despertar la capital rusa puede ser infinita, pero, de lo que no cabe duda, es de que no deja indiferente. La deslumbrante Plaza Roja, las imponentes Siete Hermanas de Stalin, el asombroso metro, el teatro Bolshói… Nos proponemos descubrir la ciudad sin saltarnos uno solo de sus imprescindibles.
LA PLAZA ROJA, EL CENTRO DEL UNIVERSO MOSCOVITA
¿Existe acaso un lugar más representativo de Rusia en todo el país? La inmensa Plaza Roja se extiende a lo largo de más de 23 mil metros cuadrados –peatonales–, y raro es no encontrarla repleta de turistas y curiosos. Fue proyectada por Iván III en el siglo XVI y acogió en primer lugar un enorme mercado, aunque con el tiempo fue sirviendo para otros usos como desfiles y coronaciones. No tanta suerte corrieron aquellos que pisaron su suelo para ser ejecutados: la Plaza Roja era el lugar ideal para que todo el pueblo pudiera comprobar cómo se castigaba a los que no cumplían la ley.
Desde este punto parten las principales carreteras de Rusia: es el kilómetro 0 del país más grande del mundo. Visitarla supone caer rendido a sus pies, y es que su belleza y grandiosidad son tan claras que se puede entender, con solo poner un pie en ella, por qué fue nombrada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
LA CATEDRAL DE SAN BASILIO
Ya sea bajo los cálidos rayos de sol o cubierta bajo un manto de nieve, la catedral de San Basilio luce siempre resplandeciente. Fue levantada en el extremo sur de la Plaza Roja moscovita y solo el Kremlin osa hacerle sombra: tanto arte concentrado en tan poco espacio deja sin palabras, hay que reconocerlo. Ya en la distancia San Basilio produce una especie de hipnosis que no permite dejar de observar sus coloridas cúpulas bulbosas tan típicas de la arquitectura rusa. Fue mandada levantar por Iván el Terrible para celebrar la victoria de 1552 en Kazán coincidiendo con el Día de la Intercesión. De hecho, ese es el nombre real de esta preciosa iglesia: catedral de la Intercesión de la Virgen del Montículo. Cuenta la leyenda que Iván mandó dejar ciegos a los arquitectos que la construyeron para que jamás volviera a levantar una obra parecida. La realidad es que se conoce que, incluso después de haber fallecido Iván el Terrible, estos añadieron una capilla más a las ocho existentes hasta entonces.
EL CENTRO DEL PODER: EL KREMLIN
Sin salir del entorno de la Plaza Roja moscovita, el Kremlin es el inicio de todo. Y es que precisamente en este punto fue donde se fundó la ciudad de Moscú allá por el siglo XII. Su importancia para la historia de Rusia es crucial: prácticamente todos sus grandes hitos han tenido su origen aquí, entre estos altos y rojos muros. En una visita al Kremlin, al que le podrías dedicar todo un día, no puedes dejar atrás el palacio del Patriarca, las catedrales de la Asunción y de la Anunciación, el campanario de Iván el Grande, la Armería o el deslumbrante Fondo de Brillantes. Cada sábado, a las 12 del mediodía, el Regimiento Presidencial realiza un desfile ceremonial que está incluido en la entrada general del Kremlin.
LA MOMIA DE LENIN
En un viaje a Moscú se hace impensable abandonar la ciudad sin presentar los debidos respetos al difunto padre del comunismo soviético. Probablemente toque, para ello, esperar una considerable cola. Sin embargo, tras dejar las pertenencias –está completamente prohibido entrar con cámaras de fotos al recinto– será posible contemplar en su mausolep el cuerpo embalsamado de Lenin, la momia más famosa del mundo. Cuando el fundador de la URSS falleció a causa de un derrame cerebral en 1924, las colas de ciudadanos queriendo hacer acto de presencia en la capilla ardiente duraron semanas. Stalin no dudó un segundo entonces en obviar el deseo del difunto de ser enterrado junto a su madre en San Petersburgo y convirtió aquello en algo permanente: mandó encontrar la fórmula para detener la descomposición natural del cuerpo, algo que se logró unos meses más tarde y que, a día de hoy, sigue siendo secreto de Estado.
GUM, EL CENTRO COMERCIAL MÁS GLAMUROSO
A estas alturas no hace falta insistir en que en los alrededores de la Plaza Roja es donde se concentran la mayoría de los atractivos de la ciudad. Y eso que aún queda una última parada: su famoso centro comercial. En GUM, siglas para Glavny Universalny Magazin, se reúnen todas aquellas selectas marcas a las que no todos los bolsillos tienen acceso: Gucci, Cartier, Hermés… ninguna gran firma que se precie falta en este ostentoso templo de las compras y el glamour repleto de fuentes y ventanales que parecen salidos de un palacio renacentista. El exterior, tampoco se queda atrás: la fachada, construida en la época de la URSS, dejará a más de uno con la boca abierta.
EL METRO MOSCOVITA
Y toca moverse, que Moscú, aunque pueda parecer lo contrario, es mucho más que la Plaza Roja. Y para ello qué mejor manera de hacerlo que en metro, y así de paso recrearse con la belleza incomparable de sus galerías. Lámparas de araña, mármoles, frescos y mosaicos donde el dorado es el color dominante son una constante mientras se recorren los túneles subterráneos. Cuidado con embelesarte demasiado: correrás el riesgo de chocar con alguno de los nueve millones de moscovitas que utilizan a diario este medio de transporte.
ARBAT, PASADO Y PRESENTE
En torno a la principal calle de Moscú se encuentran las calles que, en el pasado, formaron parte del centro de la ciudad. En el Stary Arbat solían habitar escritores, nobles y ricos, cuyas casas propias de la aristocracia. Mansiones aún hoy se mantienen en pie e invitan a un paseo. Tras recorrerlas, será el momento de descubrir la Novy Arbat, donde pintores y otros artistas exponen su trabajo sea cual sea el pronóstico del tiempo: ya brille un sol radiante o esté cayendo la mayor nevada del año, sus obras siempre le ponen un toque de color a la ya de por sí animada calle. Si el objetivo es encontrar el souvenir perfecto, este también será el lugar adecuado: las tiendas de recuerdos abundan en Arbat de la misma manera que los bares y cafeterías con terraza.
SIETE HERMANAS PARA MOSCÚ
Si con algo estaban obsesionados los soviéticos era con la imagen de poder. Y si esta no estaba en su mejor momento, al menos, tendrían que aparentarlo. Así fue como Stalin, tras la decadencia posterior a la Segunda Guerra Mundial, decidió levantar siete rascacielos en diferentes puntos de la ciudad que destacaran sobre el resto. Siete gigantes arquitectónicos que más parecían naves espaciales que edificios. Eran, como después pasó a conocérselas, las Siete Hermanas de Stalin. Según el proyecto inicial, tendría que haberse tratado de ocho, aunque la octava y principal nunca llegó a levantarse. Visitarlas todas tal vez no sea necesario, pero puedes optar por subir a al menos una de ellas, la que se levanta junto al río Moscova y que aloja actualmente el Radisson Royal Hotel. Imagina despertar cada día con las magníficas vistas de toda la ciudad que se disfrutan desde sus habitaciones. Aunque, si optar a alojarse en el hotel se te va un poco de las manos, siempre quedará la opción de tomar un café en su Mercedes Bar, situado en la planta 31. Al menos te quitarás el gusanillo.
UNA NOCHE EN EL BOLSHÓI
Aunque conseguir entradas para el Bolshói, además de un desembolso considerable de dinero, pueda resultar complicado, se trata sin duda de una de esas experiencias que jamás se olvidan. Y es que contemplar cualquiera de las obras más clásicas de la historia del ballet ruso, por ejemplo El lago de los cisnes o El cascanueces, de Chaikovski, en este escenario de fachada neoclásica, provoca, irremediablemente, un nudo en la garganta. Sentado en uno de sus asientos tapizados de rojo y envuelto por esa aura especial que se siente con solo poner un pie en él, el espectáculo será un acierto.
DE MARCHA
Los moscovitas tienen fama de serios, poco amigables y con carácter, por decirlo de algún modo, fuerte. Quizás a esta sentencia no le falte razón, sobre todo en el día a día, cuando los compromisos y el trabajo les hacen moverse por la ciudad como robots preprogramados. Pero, cuando cae la noche, la cosa cambia. La música y las risas, regadas de buen vodka, se convierten en los protagonistas y las relaciones interpersonales se transforman en una empresa algo más accesible. Salir de fiesta en Moscú puede significar no saber cómo acabará la noche. Se podrá empezar por una cena en algún restaurante de moda de la zona de Arbat, como por ejemplo White Rabbit (whiterabbitmoscow.ru/en), donde su comida rusa moderna le ha permitido situarse entre los mejores 50 restaurantes del mundo. Para continuar no es mala idea tomar una copa en un bar cercano como, por ejemplo, Faro, y acabar, sin intención de mirar el reloj, en algún antro como Medeleiev (mendeleevbar.ru), donde la música y el baile se imponen a cualquier conversación.
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