Monsaraz tal vez sea el pueblo más bonito del Alentejo
El canal de televisión estadounidense CNN la ha elegido como una de las villas situadas en una colina imprescindibles en cualquier visita a Europa. Y no es para menos.
A un paso de la frontera con España, Monsaraz es una pequeña aldea de estampa inconfundible que representa el Alentejo más auténtico. Pero es que además, situada como está en lo alto de un cerro, disfruta de unas imponentes vistas del valle del Guadiana y del paisaje de olivos que la envuelve, por algo es uno de los pueblos más bonitos de Portugal.
A un lado de la ciudadela se alza el campanario de la puerta de la Villa, y a otro, la torre del homenaje de su castillo medieval. Un tierno camino de olivos y alcornoques conduce al caserío. Entre las praderas que baña el río están las huellas de sus orígenes, que se remontan a tiempos inmemoriales, como atestiguan sus monumentos megalíticos levantados hace cinco milenios para idolatrar al Sol y a los astros, sobre todo, el menhir de Outeiro, que con sus cinco metros de altura es uno de los más importantes de Europa entre los denominados menhires fálicos, y el Crómlech de Xerez, formado por cincuenta menhires, que fueron trasladados en el año 2004 uno a uno a su actual ubicación debido a la construcción del embalse de Alqueva.
Atravesar la puerta de la Villa es sentir una paz infinita. En otro tiempo Monsaraz fue escenario de muchas batallas y sinsabores, hoy es un pueblo donde no hay un solo ruido, todo es tranquilidad y quietud. Por fuera, la villa es parda y tostada; por dentro obsesivamente blanca. La rúa Direita es la columna vertebral de un ordenado entramado urbano y une una punta a otra del caserío. A un lado y otro se erigen viejas casas de los siglos XVI y XVII, tienen a lo sumo dos plantas y se alzan blasonadas con escudos nobiliarios y decoradas con escaleras, bellos portones y artísticas rejas de hierro forjado.
A medio camino de la rúa Direita se abre la plaça Velha, ancha, blanca y luminosa, presidida por la iglesia de Nossa Señora da Lagoa. En su centro se yergue el pelourinho, frente al templo está la antigua iglesia y hospital de la Misericordia, y a un lado, la capilla de San José. Y cerrando el patrimonio monumental de la plaza, los antiguos Paços do Concelho.
La rúa Direita trepa en una suave pendiente hasta el castillo. A ambos lados de la calle abren hotelitos con encanto, tabernas donde degustar queso y migas con bacalao y cilantro, típicos platos alentejanos, y tiendas de recuerdos donde vende azulejos y pinturas costumbristas, ropas finamente bordadas y licores artesanales de hierbas y frutas silvestres.
El castillo de Monsaraz fue construido en tiempos árabes. Reconquistada la villa, pasó primero a manos templarias y tiempo después a la todopoderosa Orden de Cristo. Milagrosamente, el castillo se conserva en excelentes condiciones, y eso que ha sido protagonista de numerosas desdichas desde su fundación. Hoy vive tiempos más pacíficos y su plaza de armas es escenario de todo tipo de acontecimientos, lo mismo acoge una verbena popular o una representación teatral que un concierto de música alentejana. Mejor uso nunca soñó este castillo, desde cuyas murallas se divisa una de las más hermosas vistas de la región: hacia el Este se distiguen las tierras extremeñas, enmarcadas por suaves ondulaciones montañosas en cuyos regazos se extienden dehesas de encinas y alcornoques. Hacia el Sur desciende el valle del Guadiana, cuyas aguas están atrapadas entre las cuencas del enorme embalse de Alqueva, en cuyas orillas es posible practicar deportes náuticos. Y al Norte, los pueblos de frontera de Elvas y Estremoz, que dan para otra aventura portuguesa.
Y también sobre el Alentejo: