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Excursiones por la naturaleza y otras sorpresas entre el Mediterráneo y los Pirineos

Las comarcas de L’Anoia, El Bages, Moianès y Osona que abrazan Barcelona están repletas de tesoros naturales y patrimoniales para ir descubriendo con calma, donde apuntarse al turismo activo, al cultural y hasta a una ruta del vino, que este es buen compañero de viaje.

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PASEOS POR LA NATURALEZA
Les Guilleries-Savassona
es un espacio natural de la comarca barcelonesa de Osona que tiene como protagonistas de su paisaje a las formaciones montañosas de roca cubiertas de bosque que descienden bruscamente sobre las aguas tranquilas del pantano de Sau y que gracias a su singular color rojizo ofrecen una inconfundible imagen. En este entorno, se puede dar un paseo en kayak o llegar hasta el parador de turismo para alcanzar, a cuatro kilómetros, el monasterio de Sant Pere de Casserres, una joya del románico situada sobre un meandro del río Ter.

El castillo de Montesquiu da nombre a un parque de más de 500 hectáreas en el pueblo del mismo nombre y a caballo entre las comarcas de Osona y el Ripollès que está repleto de bosques, prados y cultivos. No hay nada más sugerentes que, mientras se camina por las orillas del Ter, recordar las leyendas que guarda esta fortaleza del siglo IX.

La tercera de las excursiones lleva, entre 30 y 40 minutos desde Terrassa, Sabadell o Manresa, hasta lo más alto del macizo de Sant Llorenç del Munt y la sierra de L’Obac, donde se encuentra La Mola, un pico a 1.104 metros de altitud en el que toma asiento el antiguo monasterio del mismo nombre, de origen románico. El restaurante que acoge es un buen lugar para reponer fuerzas, ya que el único acceso hasta arriba es a pie, por un camino señalizado, pero con bastante pendiente.

Montserrat es uno de los símbolos de Cataluña, pero más allá de su santuario –donde contemplar a La Moreneta y escuchar a la Escolanía entonando el Virolai–Montserrat es también una formación geológica singular para descubrir a pie por sus caminos o por sus vías de escalada. Al santuario se accede bien en coche, en tren cremallera o en teleférico.

Mucho más cerca de la capital catalana está el Parque Natural de El Montseny que, declarado Reserva de la Biosfera, ha sido la escuela de excursionismo de buena parte de los catalanes. Este bosque frondoso de hayas, castaños y abetos, que cambia de traje según la época del año, es un territorio que brinda un sinfín de caminatas. Entre las más recomendables, la que parte de Sant Celoni y lleva al valle de Santa Fe y, más allá, al nacimiento del río Tordera; también a la falda del Turó de l’Home –la cima más alta del macizo–, al salto de Gualba o a la fuente de Pasavets.

RUTAS CON SABOR
El vino siempre es buen compañero de viaje y no iba a ser menos en estas tierras, donde las comarcas de L’Anoia y El Bages tienen una parte de su territorio sembrado de viñas. Si L’Anoia y su vecina, El Penedès, son las grandes productoras de cava; en El Bages se cultiva mayoritariamente la variedad de uva albillo, que da como fruto vinos blancos, afrutados, de aroma fresco y marcada personalidad. Una docena de bodegas integran la DO Pla de Bages, una de las más pequeñas de Cataluña, pero con unos vinos muy interesantes. Como complemento se puede seguir la ruta de las tinas de Valls del Montcau, esas construcciones de piedra seca que se utilizaban para almacenar la uva, el vino y las herramientas del campo. Y para acompañar el vino, decantarse a la hora de sentarse a la mesa por algunos de los productos típicos de la zona: judías de Collsacabra, garbanzos de L’Anoia, embutidos de Vic, quesos de Moià y Oló...

PASEOS CULTURALES
De Vic al castillo de Lluçà

Las localidades de Vic, Manlleu y Roda de Ter se pueden unir en una ruta porque quedan próximas una de otra. La primera es la capital de la comarca de Osona, y en torno a su porticada plaza mayor están los restos de sus antiguas murallas, pero también edificios medievales, barrocos y modernistas y una catedral interesante. Vinculada a su pasado industrial está Manlleu, donde hay que visitar el Museo industrial del Ter. Y más allá, Roda de Ter, un pueblo lleno de historia que tiene uno de sus focos de atención en el yacimiento de L’Esquerda, sobre un meandro del río. El itinerario puede acabar en la subcomarca de El Lluçanès, donde la iglesia, el claustro y el castillo de Lluçà forman uno de los patrimonios románicos más interesantes de Cataluña.

De Manresa al observatorio de Castelltallat
Declarada Geoparque por la Unesco, la comarca de El Bages invita a trazar un recorrido, con el río Llobregat como hilo conductor, que tiene como punto de partida Manresa, su capital, una ciudad milenaria pero moderna, en cuyo casco antiguo conviven una arquitectura medieval, barroca y modernista y cuya mejor perspectiva se tiene desde el Pont Vell. 

Muy cerca queda el monasterio de Sant Benet de Bages, convertido en un referente, tanto desde el punto de vista gastronómico, con la Fundación Alícia, como por la rehabilitación de su legado románico. El itinerario conduce, despúes de pasar por el pequeño pueblo de L’Estany, en Cardona, cuyo castillo es una de las fortalezas más importantes de Cataluña. Si la colegiata de Sant Vicenç es una muestra perfecta del románico primitivo de Cataluña, adentrarse en su mina de sal no tiene comparación. La ruta pasa finalmente por Súria, que conserva también un casco antiguo interesante, antes de acabar en el Observatorio Astronómico de Castelltallat, donde observar un firmamento sin contaminación lumínica que dejar boquiabierto.

De Igualada a Pujalt
En la comarca de L’Anoia la artesanía es arte y se descubre nada más poner un pie en Igualada, su capital, vinculada durante mucho tiempo a la industria de la piel. Precisamente es en el Museo de la Piel de esta animada ciudad comercial donde puede comenzar un itinerario que continúa después en Capellades para ver cómo funciona un antiguo molino papelero y conocer al catalán más antiguo en el yacimiento del Abric Romaní. Tras Prats de Rei está Calaf, desde cuyo castillo de Boixadors se divisa una panorámica excelente y junto al cual se levanta la iglesia románica de Sant Pere, y después Pujalt, un pueblo que hace honor a su lema Piedra y tradición, aunque también podríamos añadir y estrellas, ya que desde su observatorio astronómico admirar un cielo impecable.

Ruta por el Moianès
Desde el mirador de Sant Cugat de Gavadons, en Collsuspina, se contempla una buena panorámica de lo que abarca esta comarca barcelonesa por la que trazar una ruta que, desde este punto, lleva, en diez minutos, a Moià, donde detenerse para visitar las Coves del Toll, una cueva prehistórica donde se han encontrado abundantes restos de fauna del Cuaternario. Tras entrar en la casa-museo Rafael Casanova y asomarse al mirador de la Creu, en pocos kilómetros se alcanza Calders, con su castillo rodeado por un meandro del río y, más allá, Monistrol de Calders, en el que se ubica el dolmen del Pla de Trullás. El camino continúa después hacia L’Estany, cuya historia está vinculada al monasterio románico de Santa Maria, para detenerse después en los castillos de Castellterçol y de Granera antes de llegar al mirador de la Campana de Sant Quirze Safaja y cerrar el recorrido con otras vistas impresionantes.

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