Cuenca, la ciudad colgada y abstracta, en 10 imprescindibles
Cuenca es una ciudad muy bonita, sí, pero mucha gente piensa que para verla basta un fin de semana y, si se viene en AVE, ni eso. Error. Además de la Cuenca evidente, la que visitan en un pispás los turistas apresurados, hay una Cuenca subterránea, otra de sendas panorámicas, otra de dinosaurios cretácicos, otra de antiguos conventos que en-cierran naves espaciales y joyas del arte contemporáneo...
EL MUSEO DE LAS CASAS COLGADAS
Alrededor de 40.000 personas visitan cada año el Museo de Arte Abstracto Español (march.es/arte/cuenca/), donde se exhibe un centenar largo de obras de Tàpies, Saura, Chillida, Oteiza, Zóbel, Torner, Rueda, Canogar, Chirino, Feito, Millares, Sempere... No menos llamativo que lo que cuelga de sus paredes, es lo que se ve por sus ventanas, porque está emplazado en las famosas Casas Colgadas, que se asoman vertiginosamente a la hoz del Huécar desde el siglo XIV. La verdad es aquí podría instalarse un Museo del Orinal, como el de Ciudad Rodrigo (Salamanca), y vendría la misma gente.
UN PUENTE BUENO, BONITO Y BARATO
La mejor foto de Cuenca, con las Casas Colgadas haciendo equilibrios sobre la hoz del Huécar, es la que se saca desde el puente de San Pablo, que comunica desde mediados del siglo XVI la ciudad vieja con el convento homónimo, hoy Parador. El puente original, de piedra, se caía ya de viejo en el siglo XIX. En 1902, como no había dinero para hacer otro igual, se sustituyó por uno mucho más barato y ligero de barras de hierro enja-retadas, de 60 metros de longitud y 40 metros de altura, que ha dado (a la vista está) un excelente resultado. Ya lo decía Mies van der Rohe: menos es más.
CATEDRAL A LA FRANCESA
La catedral de Cuenca (catedralcuenca.es) es uno de los edificios más extraños de la Edad Media española. Comenzó a construirse sobre la antigua mezquita a finales del si-glo XII, lo que no tiene nada de raro, pero sí que se eligiera para ello el estilo gótico normando, como en las catedrales de Soissons, Laon y París. La culpa la tuvo, según dicen, Leonor Plantagenet, la esposa de Alfonso VIII, con la que habían venido a Castilla caballeros, artesanos y clérigos normandos. Otra gran curiosidad son las vidrieras abs-tractas diseñadas por Torner, Rueda, Alfonso y Dechanet a finales del siglo XX.
SENDERO DE LAS HOCES: TURISMO SANO
Hay el turista sedentario que se limita a visitar las Casas Colgadas y la catedral y que se apalanca luego en cualquier restaurante hasta reventar de atascaburras y morteruelo. Y hay el viajero activo que recorre el sendero de las Hoces de Cuenca (SL-CU 10), un itinerario periurbano señalizado con letreros y marcas de pintura blanca y verde que parte del Auditorio y describe un círculo de cuatro kilómetros alrededor del casco histórico, subiendo primero por el cañón del río Huécar y bajando después por el del Júcar. Al final de la caminata zampará lo mismo, pero no se le colapsarán las arterias.
DEL CONVENTO A LAS ESTRELLAS
Un antiguo convento y una ampliación del arquitecto Salvador Pérez Arroyo albergan el Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha (pagina.jccm.es/museociencias), cuyos 6.000 metros cuadrados de atracciones interactivas son un auténtico salvapadres, porque visitar con niños una ciudad repleta de monumentos y arte abstracto es una muerte. Hay una máquina del tiempo donde se hace un viaje virtual por el Sistema Solar y la Vía Láctea. También un planetario y un observatorio. Y cohetes, robots marcianos y reproducciones exactas de dos módulos de la Estación Espacial Internacional.
UN DISOSAURIO LLAMADO PEPITO
Otra visita imprescindible con chavales es el Museo de Paleontología (C/ del Río Gritos, 5. tel. 969 27 16 00), donde se muestran los fósiles de dos de los yacimientos más importantes del Cretácico de Europa occidental: Las Hoyas y Lo Hueco. La estrella es la réplica del Concavenator corcovatus, un dinosaurio de seis metros, carnívoro y jorobeta, al que los vecinos llaman Pepito. Además, este museo, situado en el cerro Molina, domina un precioso panorama: se ve la ciudad a vista de pájaro o, ya que estamos, de Iberomesornis romerali, una avecica primitiva, tamaño gorrión, que pululaba por estos lares.
EL TÚNEL DE LA CALLE ALFONSO VIII
El subsuelo de Cuenca está lleno de túneles que han dado lugar a los cuentos más disparatados, como que fueron construidos por los templarios para ocultar el Santo Grial o por la Inquisición para torturar a herejes. Lo cierto es que tuvieron usos mucho más prácticos y cotidianos. El que se esconde bajo la calle Alfonso VIII, de 90 metros de longitud y 250 metros cuadrados de superficie, fue vivienda hasta el siglo XIX, refugio durante la Guerra Civil y luego cueva para cultivar champiñones y almacén municipal. Hay vistas guiadas y teatralizadas. Tarifas y horarios, en turismo.cuenca.es.
ANTONIO PÉREZ, EL COLECCIONISTA ASTUTO
Antonio Pérez (Sigüenza, 1934) ha sido muchas cosas en su larga vida: minero, pesca-dor, poeta, editor, librero, artista, bohemio en París, amigo de Antonio Saura y Juan Marsé, padrino de Manu Chao… Pero, sobre todo, ha sido un astuto coleccionista, descubridor de artistas luego inaccesibles. Obras de Saura, Gordillo, Canogar, Millares, Torner, el Equipo Crónica, Barceló, Chillida, Warhol y otros importantes creadores integran su magnífica colección, que puede admirarse en la Fundación Antonio Pérez (fundacionantonioperez.es), en un antiguo convento de Carmelitas Descalzas.
POSADA DE SAN JOSÉ: UNA NOCHE EN EL SIGLO XVII
Dice la leyenda que Velázquez se inspiró en uno de los salones de la Posada de San José (posadasanjose.com) para la composición espacial de Las meninas. Lo que no es leyenda es que esta casa-palacio enriscada sobre la hoz del Huécar fue propiedad de su discípulo y yerno, Juan Bautista Martínez del Mazo; luego colegio de los niños del coro de la catedral y, desde 1953, el alojamiento con más historia y encanto de la ciudad. También es un excelente lugar para comer cocina tradicional (ajo arriero, morteruelo, mojete, pisto manchego, gazpacho pastor…), con un ojo en el plato y otro en la hoz.
TAPA Y PRETAPA EN LA BODEGUILLA DE BASILIO
La cocina hipercalórica manchega está bien para podar viñas a 15 grados bajo cero, pero en verano lo que el cuerpo pide son unas cañas fresquitas con sus correspondientes tapas. Las mejores barras para picotear están en la parte nueva de la ciudad. Allí triunfa La Bodeguilla de Basilio (Fray Luis de León, 3) con sus tapas de patatas a lo pobre con huevos de corral o de chuletillas de lechal asadas con sarmiento y romero. La verdad es que, chicas, las tapas no son. Y además, mientras llega la tapa, te ponen una pretapa. O sea, que de lo que decíamos al principio de este párrafo, nada de nada.