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72 horas en Helsinki, qué hacer, cómo moverte, lugares imprescindibles y también cool

48 horas se quedan cortas para dedicarle a la capital finlandesa, mucho mejor 72 que dan más de sí y de esta manera abarcar todo lo que ofrece, porque a poco que se reserve un tiempo a su arquitectura, otro a su barrio del diseño, a picotear en sus mercados, sentarte a comer en sus restaurantes de moda, iniciarte en el ritual de la sauna o tomar un ferry para acercarte a alguna isla cercana el fin de semana se habrá ido en un suspiro.

by Esperanza Moreno

VIERNES
Cuatro horas separan en vuelo directo la capital finlandesa de España. Una vez aterrizados en el aeropuerto de Helsinki, llegar al centro de la ciudad es fácil, apenas 20 kilómetros que se salvan en autobús o tren hasta la Central Railway Station. A partir de aquí la mejor forma de explorar esta ciudad compacta es a pie, pero para probar cómo se mueven los finlandeses en su día a día en algún momento también habrá que subirse a un tranvía, montar en metro en su única línea –por ejemplo, hasta Vuosaari, para llegar a la playa- o alquilar una bicicleta y moverse a voluntad por los kilómetros de carriles bici de esta ciudad cycle friendly. Camino al hotel tendrás ocasión para fijarte en la arquitectura de la ciudad, que tiene mucho de estética rusa, con una buena colección de edificios neoclásicos, pero también art noveau, contemporáneos de madera y muchos otros diseñados por Alvar Aalto, el gran arquitecto finlandés, al que tanto debe la ciudad. También habrá que familiarizarse con el nombre de sus calles, escritos en sueco y en finlandés. Si la cultura sueca y rusa están muy presentes en la capital finlandesa tiene su explicación y es que este país fue ocupado por sus dos vecinos, el primero más de seiscientos años, el último, algo más de un centenar, hasta su independencia en 1917. Y eso, claro, ha dejado poso.

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Por su ubicación, en pleno Design Distrit, el barrio del Diseño, y por ocupar uno de esos edificios con fachada modernista, elegimos para alojarnos el hotel Glo Art (glohotels.fi). Se encuentra a cinco minutos caminando de la Esplanadi, el gran bulevar de la ciudad; una arteria llena de vida con tiendas elegantes, restaurantes de nivel y zonas ajardinadas en la que los locales se sientan en sus terrazas o comen sobre la hierba.  Por ella se pasará no una sino muchas veces; la primera, para llegar a comer a uno de los lugares de moda, el Allas Sea Pool (allasseapool.fi) y echar allí el resto del día. Porque este oasis a orillas del mar Báltico, cerca del Mercado Viejo y al lado de la noria SkyWheel, reúne en torno a un modernísimo edificio de madera todo lo que atrae a los finlandeses: saunas, restaurante con vistas al mar, terrazas con hamacas, una pequeña playa artificial y varias piscinas donde sumergirse a 28º en cualquier época del año, aunque fuera la temperatura baje hasta -30º.

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Así se habrá invertido el día y se habrá acercado la hora de cenar, aunque no lo parezca en verano, porque serán las 11 de la noche y no se habrá puesto el sol todavía. Y si lo hace, en cinco minutos se le podrá ver ocultarse y volver a salir. Sin moverse mucho de este entorno, en el puerto del distrito de Katajanokka y a los pies de la catedral ortodoxa de Uspenski está Shelter (shelter.fi), uno de los locales que más pitan en la ciudad y en el que sentarse a probar la gastronomía local, y, terraza con terraza, Holiday (holiday-bar.fi), el mejor escaparate de la gente guapa de Helsinki, donde se puede cenar y luego alternar con música de DJ’s de fondo.

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SÁBADO
En 2012 Helsinki fue la Capital Mundial del Diseño, un buen escaparate que sirvió para gritar a los cuatro vientos por qué forma parte de la cultura y la vida cotidiana de esta sociedad, y ver cómo se levantaban en la ciudad nuevos iconos arquitectónicos, como la Kamppi Chapel, la original Capilla del Silencio. Al diseño le vamos a dedicar buena parte de la mañana, que comenzamos curioseando en el mercadillo que los sábados se monta al pie del mercado Hietalahti, donde es fácil encontrarse con algún famoso que vende sus creaciones de firma a buenos precios.

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Será mejor, para empezar, hacerse con un mapa del Design District (designdistrict.fi), porque son más de 200 tiendas, talleres, museos, galerías, cafés y marcas de diseño las que se reparten por sus calles, especialmente en Uundemaankatu, Iso Roobertinkatu o Fredrikikatu. Están las internacionalmente conocidas Marimekko (marimekko.com), de estampados coloristas, o Iittala & Arabia (designcentrehelsinki.com), pero muchas más de nuevos creadores que en sus escaparates lucen el distintito en blanco y negro que las identifica. Nos han gustado los vestidos de Paola Suhonen en Ivana Helsinki (ivanahelsinki.com), las joyas de Aarikka (aarikka.com) y Kalevala (kalevalakoru.fi), el nuevo espacio de Artek (artek.fi), donde encontrar muebles y artículos para el hogar, Lokal (localhelsinki.com), CraftCorner (craftcorner.fi), aquí la ropa de cama.

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Callejeando llegamos de nuevo a la Esplanadi, para desde ella comenzar a descubrir los grandes edificios de la ciudad, parando a descansar para tomar un café en clásicos como Fazer (fazer.fi), abierta en 1891, en la terraza del hotel Kämp (hotelkamp.com), más modernos como Mumin Kaffe (moomin.com) –dedicado a los hipopótamos literarios creados por el respetado escritor Tove Jansson, los personajes más famosos del país, después de Papá Noel-, o para unas compras en Stockmann, el gran almacén finlandés. Incluso para conectarse al wifi gratis de la zona centro (Helsingin kaupungin WLAN) y dar señales de vida en casa.

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En un alto está la plaza del Senado, la gran obra de Carl Ludvig Engel, el arquitecto berlinés que se ganó la simpatía de los zares rusos y dejó en la ciudad un buen número de edificios de estilo neoclásico, como los que se reúnen en torno a ella y la estatua de Alejandro II de Rusia (ruso, pero defensor de la independencia de Finlandia): la catedral luterana, el monumento más distintivo del skyline de la ciudad, el Senado, la Biblioteca Nacional y la Universidad de Helsinki. Con buen tiempo, la plaza es el gran salón de la ciudad, donde igual se monta un concierto, que una exposición o arranca un desfile de escuelas de samba, que por algo es una ciudad llena de vida, sobre todo en época veraniega.

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Junto a la plaza del Senado está el renovado Museo de la Ciudad, que ocupa cinco edificios (lo que es lo mismo, media manzana) y en el que se propone un viaje en el tiempo por la vieja Helsinki. Muy cerca también, la Biblioteca de la Universidad en la Kaisa House, a la que hay que entrar para admirar su arquitectura interior y ver las vistas desde la terraza de su último piso. Y para los que se quieran entretener aún más, también pueden pasar un buen rato en el Ateneum, que entre numerosas obras de arte clásico finlandés guarda un Van Gogh; en el Museo del Diseño, y por supuesto, en la Librería Académica, uno de los grandes proyectos de Alvar Aalto.

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Después de tanto arte nos ha entrado hambre, y para comer elegimos el restaurante Juuri (juuri.fi), en el Design Distrit. Sus sabores auténticos, sus ideas locas, el amor por los productos artesanales y la habilidad para hacer increíblemente sabrosa la comida resultan todo un éxito.

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Ha llegado el momento de conocer Löyly (loylyhelsinki.fi), el lugar del que todos hablan en la capital finlandesa. Como una gran roca en la costa, este gran edificio de madera ecológica en un inmenso parque a orillas del mar –prueba de que la naturaleza se hace presente constantemente en la ciudad- se ha convertido, desde su apertura en 2016, en el más moderno punto de encuentro de los hensilguinos, porque en sus 2.000 m2 hay varias saunas mixtas –algo raro en Finlandia, donde es obligatorio el uso de traje de baño-, restaurante, bar, terrazas y hasta un acceso directo a las frías aguas del Báltico, en las que sumergirse (y atreverse) a un baño de contrastes entre los  70º de la sauna y el mar. Nosotros lo repetimos, varias veces, incluso.

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Podemos quedarnos a cenar aquí comida orgánica y pescado capturado de forma sostenible o hacerlo en el restaurante del nuevo hotel Clarion, próximo a la terminal de ferris Oeste, y rematar después en su sky bar con una copa mientras se admiran las vistas panorámicas.

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Comprobamos que a los finlandeses les encanta salir de fiesta, así que hacemos nuestro el dicho de “allá donde fueres haz lo que vieres”, y nos colamos en la escena nocturna de Helsinki, que está sobrada de lugares donde rematar el día. Buena elección son: Ateljee Bar, en la azotea del hotel Torni (sokoshotels.fi); A21 Decades (a21.fi), la mejor coctelería de la ciudad; Vin Vin (vin-vin.fi), para tomar un vino de nivel; Son of a Punch (sonofapunch.com) o Steam Hellsinki (steamhellsinki.fi).

DOMINGO
Lo ideal sería que diera tiempo a dos planes, pero si no es posible, habría que elegir entre dedicar el domingo a visitar la cercana isla de Suomenlinna o visitar el barrio hipster de Kallio, donde la gente es guapa, moderna y viene a dejarse ver. Cerca del centro y accesible en el tranvía 3 se llega a este antiguo barrio de clase obrera en el que se instalaron estudiantes y jóvenes creativos por sus alquileres baratos y ahora atrae por sus bares, restaurantes, tiendas de diseño y cafés como Kahvila Sävy (Aleksis Kiven katu, 12)  o Ipi Kulmakuppila (ipikulmakuppila.fi), que por algo los finlandeses son de los que más café consumen del mundo.

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En ferry se llega en 15 minutos desde la plaza del Mercado a la fortaleza marina de Suommenlinna (suomenlinna.fi/es/), que abarca seis islas frente a la costa de Helsinki. Lejos aquellos tiempos en que fue un lugar estratégico como base de operaciones navales desde que fue construida en el siglo XVIII, ahora forma parte del Patrimonio Mundial de la Unesco y es un lugar tranquilo donde se viene a hacer pícnic, a tomar un café o comer en sus restaurantes y cafeterías, pero, sobre todo a recibir una lección de historia en una singular aldea en la que viven 900 vecinos, aunque no lo parezca. Al volver, se disfruta del mejor skyline de Helsinki, porque la capital finlandesa, como Venecia, se ve mejor desde el mar. Una fachada marítima –un pedacito solo porque tiene 130 kilómetros de litoral- con la noria cerca del agua, como en Londres, el edificio del Allas Sea Pool, la catedral de un blanco impoluto despuntando entre edificios neoclásicos y el trajín de los barcos que llevan a las islas más cercanas.

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Si se ha regresado a la hora de comer, mejor no moverse de la plaza del Mercado y sentarse en alguno de los puestos a probar el salmón, ya sea en sopa o a la parrilla acompañado de patatas y verduras salteadas, aunque también se puede optar por el encantador Mercado Viejo o, un poco más allá, en la Esplanadi, por Kappeli, el restaurante más antiguo de la ciudad. Será después cuando, si no hay que tomar el avión, habría que acercarse al barrio de Kallio para acabar poniendo el punto y final a este periplo por la capital finlandesa, a la que, por supuesto, en invierno habría que regresar para ver la otra cara de la ciudad.

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