Las montañas son para el verano o qué hacer en los Alpes italianos

Una tirolina de más de tres kilómetros de recorrido, teleféricos con vistas de ensueño y un catálogo de recorridos senderistas para todos lo públicos son solo algunos de los alicientes de los Dolomitas, unas montañas que le adeudan el nombre a la dolomita y que son Patrimonio de la Unesco.

por ELENA DEL AMO

Le Corbusier, uno de los más célebres arquitectos de todo el siglo XX, no escatimó en piropos para esta cordillera de los Alpes Orientales italianos cuyas agujas pasan según la luz del gris mireral al rosa y el rojo fuego. Como “la más bella obra arquitectónica del mundo” vino a definir su agreste universo de pináculos afiladísimos, glaciares, profundos valles y paredes de roca a la vertical cuyas cimas llegan a superar los 3.000 metros de altura. Hay de hecho una veintena de ellas englobadas dentro del espacio de aproximadamente 140.000 hectáreas que la Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad y que se encuentra a caballo de las regiones norteñas del Trentino-Alto Adige y el Véneto.

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Si en algunos de sus valles –como el de Badia o el sobrecogedor Val di Fassa– todavía se habla la antiquísima lengua ladina, en muchos de los pueblos y ciudades que cercan las cumbres de los Dolomitas se siente una curiosa mezcla de sabor por supuesto italiano, pero también germánico. Y es que algunas de estas geografías las ocupa el Südtirol o Tirol del Sur, que fue parte del Imperio Austro-Húngaro. Muchos de sus habitantes no han perdido ni la lengua ni la cultura, por lo que basta pasearse entre los caserones góticos del casco viejo de Bolzano y escuchar a sus vecinos conversando en alemán para percatarse de la batalla entre los knödel y los spaguetti que se libra por estos pagos.

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Pero a los Dolomitas, más que por cualquier villa primorosa, y las hay a puñados, a lo que se viene realmente es a caminar por sus montañas. O, los más osados, a disfrutar de experiencias tan especiales como su famosa tirolina de San Vigilio di Marebbe (adrenalineadventures.it), la más grande de Europa en su desnivel. Adrenalina en estado puro mientras, alcanzando hasta ochenta kilómetros por hora, se sobrevuelan las copas de los árboles entre unos paisajes montunos que cortan la respiración. 

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Y para los senderistas y amantes de la bicicleta, los Dolomitas son todo un catálogo de excursiones donde elegir a la carta. Hay macizos míticos como el Gruppo Sella, cuya forma de meseta le da un aire de descomunal castillo de roca, o como las Tres Cimas de Lavaredo y la Marmolada, el más alto de la cordillera. Como ocurre por muchas de estas montañas en las que en invierno se esquía, quienes no se sientan capaces de emprender la subida a pie a esta última podrán tomar el teleférico para disfrutar de las panorámicas de impresión que despachan sus alturas, y regresar de la misma manera o, si se desea, caminando. Así cada cual ajusta el nivel de exigencia de esta y otras muchas más rutas a su condición física. 

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Infinidad de senderos de todas las dificultades atraviesan los Dolomitas, de ahí que, con la llegada del buen tiempo, sea un destino tan popular entre amantes de la naturaleza de todo pelaje. Desde ciclistas y escaladores profesionales hasta senderistas de nivel capaces de vérselas con el desafío de sus vías ferratas –esos “caminos de hierro” construidos aquí por los soldados de la primera Gran Guerra–, o también con las llamadas Altas Vías que, de refugio en refugio, hilvanan durante varios días tantas de sus cumbres.

Sin aspiración ya a récord alguno, sus laderas y valles son igualmente el objetivo de los muchos grupos de amigos o familias incluso con niños pequeños que las eligen para instalarse unos días en alguna de sus granjas, casitas rurales o agroturismos, y decidirse cada jornada por una nueva excursión. A ellos, por cierto, se suman las legiones de motoristas que, dispuestos a hacerse unos puertos o entera la “Gran Carretera de los Dolomitas”, enfilan hacia ella desde que arranca la primavera hasta que el otoño viste sus bosques de los colores más increíbles.

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Esta es la temporada perfecta para las caminatas, la escalada y los mil y un deportes y diversiones asociados a la montaña que pueden fácilmente emprenderse por estos territorios, como volar en parapente, con posibilidad de hacerlo en tándem junto a un monitor sin necesidad de experiencia previa alguna.. El invierno, sin embargo, quien manda es sobre todo el esquí, con exclusivas estaciones de la talla de Cortina d’Ampezzo o Madonna di Campligio, favorita de la emperatriz Sissi y en cuyo honor su hotel Des Alpes sigue cada febrero celebrando con bailes de época el Carnaval de los Habsburgo. 

GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar
Los dos aeropuertos internacionales más próximos a los Dolomitas están a unos 160 kilómetros: el austriaco de Innsbruck y Venecia. A este último operan vuelos directos desde numerosas ciudades españolas. En cualquier agencia de viajes pueden consultarse paquetes organizados como el que proponen Transrutas de una semana a partir de 1.225 € o agencias especializadas como Alventus (alventus.com), con rutas senderistas por estas bellísimas montañas en sus programas de diez días por los Dolomitas y Venecia por 1.159 €.

Dónde dormir 
La oferta es inmensa, con desde los apartamentos de sus estaciones de esquí o agroturismos en plena naturaleza tan coquetos como Ciasa Pradel (pradel.it), hasta exclusivos chalets como el magníficamente ubicado Grumer Suites & Spa (chaletgrumer.it), un auténtico balcón a las montañas del Tirol del Sur.

Dónde comer 
También en lo gastronómico hay mucho donde elegir para probar tanto las especialidades italianas de la zona como las alemanas, ya sea en la multitud de locales populares que escondes sus pueblos y ciudades como en restaurantes con estrella Michelin como, en la Alta Badia, La Siriola (ciasasalares.it) o, en Val Gardena, el restaurante del Alpenroyal Grand Hotel (alpenroyal.com).