Túnez, el país de las maravillas: lo que no puedes perderte
Encajado entre el Atlas y el Mediterráneo, todo un catálogo de paisajes se despliega por este soleado destino que es un cúmulo de exotismo a la vuelta de la esquina. Desde islas con playas estupendas hasta el magnetismo del desierto, pasando por interesantes vestigios históricos y ciudades rebosantes de aromas y colores.
Hay algo en este país del norte africano que ejerce una atracción irremediable. Será por la presencia constante de ese mar que condensa el alma mediterránea en larguísimas playas doradas y pueblos pintados en azul y blanco. O porque desde el desierto llegan los ecos de aquellos épicos viajes en camello sorteando las tormentas de arena. O porque en sus ciudades perfumadas de jazmines y buganvillas, en la vorágine de sus zocos abarrotados de telas y de especias, reside un exotismo único.
El caso es que Túnez, injustamente olvidado durante los últimos tiempos, vuelve a abrir sus puertas y sus corazones para mostrar al mundo sus maravillas naturales, históricas y humanas. Y aunque hay muchas, estas son las que no te puedes perder:
LA CAPITAL: CULTURA Y ARTE DEL REGATEO
Es un compendio, como suele decirse, de tradición y modernidad, de historia y vanguardia, de pasado y futuro. La ciudad de Túnez, en plena expansión, tiene su epicentro en la medina, magníficamente conservada, con su maraña de callejuelas repletas de artesanía de cerámica, cuero y plata, donde el regateo es una obligación. Esta medina abigarrada, ruidosa y caótica como debe ser, a la que da paso la Puerta de Francia (un reducto de la antigua muralla) custodia en su corazón la Gran Mezquita, la más grande de Túnez y el centro religioso más importante del Magreb. También en la capital reside el Museo del Bardo, una joya arqueológica con una impresionante colección de antigüedades romanas (especial atención merecen los mosaicos) y las piezas más valiosas de Cartago.
SIDI BOU SAID Y SU MAGIA BICOLOR
Está considerado uno de los pueblos más bellos del Mediterráneo. A solo quince kilómetros de Túnez, reposado sobre altos acantilados a la orilla del mar, este delicioso entramado en azul y blanco logró cautivar a artistas, poetas y músicos venidos de todos los rincones del mundo a admirar semejante belleza. Dicen que a ellos, especialmente a Paul Klee, se debe este panorama bicolor que después fue imitado en otros lugares. Realidad o no, lo cierto es que esta huella bohemia ha quedado impresa para siempre. Sobre todo en el ambiente de los pintorescos cafés que frecuentaban y que aún hoy se pueden visitar: el Café des Nattes (Rue Sidi Bou Fares) y Café des Delices (Corniche). Nada puede haber más agradable que degustar en ellos un té a la menta o con piñones.
ISLA DE DJERBA: EL MAR MÁS PURO
Exótica, apacible, irresistiblemente encantadora, esta isla separada del continente por un canal al que los romanos ya dotaron de una calzada, exhibe la esencia del Mediterráneo y del Sahara, del mar y de la arena. Tal vez por ello su fascinación se remonta a la época de Homero, que situó aquí aquel pasaje de Ulises embriagado por el loto, un delicioso fruto que hace desaparecer cualquier deseo de marcharse. Djerba atrae por su historia tumultuosa que ha dejado su estela en monumentos como la fortaleza española; por su animada capital, Houmt Souk, con su puerto pesquero y su ruidoso mercado donde los pescaderos pujan por la captura del día; por Guellala, que es un bonito pueblo consagrado a la alfarería. Pero, sobre todo, atrae por sus playas de arena blanca y aguas cristalinas donde entregarse al placer del dolce far niente.
EL DESIERTO Y SU MÍSTICA
El sur de Túnez es una puerta que se abre al Sahara, el mayor desierto del mundo. Un paisaje rocoso y desnudo que va ganando en aridez conforme se desciende hasta llegar a fundirse con esa ondulación infinita de arenas rosadas donde, de pronto, la vida brota en un oasis perdido o en un pueblo bereber colgado de un pliegue del terreno. Nada puede encerrar más magnetismo que estos parajes que, a su mística inevitable, añaden el toque mitómano que le otorgó George Lucas, enamorado de su luz y su silencio, al situar aquí a sus disparatados androides en la exitosa saga de Star Wars. El desierto de Túnez, que está salpicado de fotogénicos ksur (graneros de piedra y argamasa para guardar la cosecha en los tiempos de las caravanas nómadas), brinda la divertida aventura de ser recorrido en quad, como un tuareg del siglo XXI.
CARTAGO: HISTORIA EN LAS PIEDRAS
El yacimiento de una de las ciudades más poderosas de la Antigüedad no solo es Patrimonio de la Humanidad sino una lección de historia fundamental para entender cómo era la vida en los remotos tiempos de los fenicios y de los romanos. Por ello merece una larga visita. Los puertos púnicos, que dan fe de la potencia marítima de este emplazamiento; Tofet, el santuario dedicado a deidades fenicias; las Termas de Antonino, que fueron los baños más importantes de la época romana y la colina de Byrsa, coronando las ruinas, donde se encuentra el anfiteatro, la catedral de San Luis y el Museo Nacional de Cartago son los puntos imperdonables.
DATOS PRÁCTICOS
CÓMO LLEGAR
Tunisair y Vueling ofrecen vuelos directos a Túnez desde Madrid y Barcelona.
CUÁNDO IR
La estación más agradable para explorar Túnez es la primavera (que aquí suele ser muy temprana) cuando las temperaturas son más agradables. También el otoño resulta recomendable cuando ya ha pasado lo más fuerte del calor estival. En verano, en el desierto, las temperaturas pueden ser muy elevadas.
DIFERENCIA HORARIA
No existe diferencia horaria entre España y Túnez.
MONEDA
La moneda oficial de Túnez es el dinar tunecino (TND). Un euro equivale aproximadamente a 2,75 dinares.
VACUNAS
No existen vacunas obligatorias para viajar a Túnez, aunque se recomienda tener vigentes las de la fiebre tifoidea, hepatitis A y B y tétanos-difteria.