Descubriendo la Apulia, una encantadora región italiana en el ‘tacón de la bota'

Aquí los niños pueden ir a la playa, explorar castillos, comer pizza todos los días y helados mucho más ricos que los de casa. Los padres disfrutan de las burratas gloriosas que da esta tierra, de la monumentalidad barroca de Lecce, los blancos de Ostuni, de los trulli de Alberobello y los mil y un pueblitos marineros. Es hora de descubrir esta Italia sorprendentemente poco conocida ahora que estrena vuelo directo desde España.

por ELENA DEL AMO

Italia es mucha Italia y hasta llegar al tacón de la bota, que es precisamente donde se encuentra la Apulia, seguramente se habrá recalado ya por como mínimo en Roma, Florencia y Venecia. Esta última esquina del país es, sin embargo, uno de los escondites estivales favoritos de milaneses y romanos, ávidos por disfrutar de sus 800 kilómetros de costa bañados al este por el Adriático y al oeste por el Jónico, de sus pueblos marineros abrazados de murallas, de sus villas con más historia y su espléndida campiña. La esencia del Mediterráneo se condensa en el tarro de la Apulia, donde aguarda una Italia de sabor rural que a menudo se diría griega.

Una semana se quedaría corta para vivirla entera, mejor diez días para dedicarle a esta región, empezando por su extremo norte, recorriendo a pie o en bici los senderos del Parque Nacional del Gargano –de mayo a septiembre los organizan incluso de noche para darle más emoción a la cosa– y emprendiendo desde allí una travesía al pequeño archipiélago de las Trémiti, para darse un chapuzón en sus aguas o surcarlas en kayak.

Separándose poquísimo de la costa para explorar el castillo perfecto de Castel del Monte, hacia el sur asoma Trani, con su fantástica catedral junto al mar, el encanto de su puerto y un casco viejo por el que buscar los rastros de su antigua judería. Y enseguida Bari, la capital, cuyas callejas de traza medieval quizá hayan visitado ya quienes aterrizaron en su aeropuerto. De ser así, podría continuarse hacia el despampanante pueblo de pescadores Polignano a Mare o el bastante parecido aunque más grande Monopoli, que, no, aquí no se trata de un juego. Lo que aguarda junto a sus murallas y su castillo aragonés es un abigarrado caserío encalado de arriba abajo y cercado de playas. Callejear su cogollo, también medieval, brinda una ocasión que ni pintada para iniciarse en el deporte nacional de la passeggiata. Es decir, el paseo de la tarde, que por estas tierras los vecinos jamás perdonan con, a ser posible, una granita o sorbete en la mano.

Si la prioridad son las playas, podría enfilarse hacia las de Marina di Ostuni o las dunas de de Torre Guaceto, una reserva natural que también se puede explorar en bici o a pie. Hay muchísimas más, como las de la hermosa villa de Otranto o la todavía más imprescindible Gallipoli, una islita por completo amurallada que encierra en su interior un monumental casco histórico así como, muy cerca, un viejo puerto donde acercarse al atardecer para cenar a la italiana los pescados y mariscos que se sirven sobre sus mesas entre el más popular de los ambientes.

También en plena calle se despacha la carne que preparan los carniceros en sus hornitos de leña por pueblos siempre monumentales como Martina Franca, Cisternino, Locorotondo e incluso Alberobello, famoso por sus trulli, unas construcciones cilíndricas muy sencillas que vieron la luz gracias a la picaresca de sus campesinos. Hoy los trulli de Alberobello, protegidos como Patrimonio de la Humanidad, reciben cientos de miles de visitantes.

La ruta continua por el caserío de Ostuni, con su arquitectura de un blanco cegador adornando sus soberanas cuestas, o el cogollo barroco de Lecce, que con el exceso de iglesias y palazzos nobilísimos que se alzan sobre sus empedrados es conocida como la Florencia del Sur.

GUÍA PRÁCTICA

CÓMO LLEGAR

Iberia Express ofrece, desde el 1 de julio a mediados de septiembre, vuelos directos a Bari, capital de la región, desde 49 € por trayecto.

DÓNDE DORMIR

En hoteles con encanto como el Corteinfiore (corteinfiore.it) en el casco viejo de Trani, o en algunas de las haciendas agrícolas o masserías típicas de la campiña pugliesa, como la totalmente bio Masseria Monte Napoleone (masseriamontenapoleone.it), la dieciochesca Masseria Marzalossa (masseriamarzalossa.com) o Masseria San Domenico (masseriasandomenico.com), con hasta golf y spa.

Por toda la región abundan los apartamentos de vacaciones o agroturismos (agriturismo.it), algunos dentro de auténticos trullis con cocina y todo en los que instalarse como en casa (trullidea.it).

DÓNDE COMER

Imposible comer mal en la Apulia, donde la cocina es sencilla pero con productos de primera y a precios casi siempre estupendos. Los pescados más frescos, las verduras con sabor que se cultivan por la región, buenas carnes y mejores burratas –más cremosas aún que la mozarella auténtica–, y, por supuesto, la pasta en todas sus versiones, incluidas las aquí muy típicas orecchiette, con su forma de oreja.

Toda una experiencia acercarse a cenar al puerto viejo de Gallipoli, donde degustar al atardecer erizos y otras delicias del mar, así como probar en pueblos como Cisternino las carnes al grill que los carniceros despachan en plena calle en sus peculiares hornos o fornelli pronti. Entre tantos otros restaurantes estupendos, el popular y muy casero Ciacco (Conte Ugolino, 14), en el cogollo histórico de Martina Franca, o el más estiloso, aunque nada prohibitivo, Arcu te Pratu (Piazzetta Arco di Prato), con una de las terrazas más encantadoras de la antigua Lecce. Prohibido marcharse sin probar el famosísimo pan de Altamura y los vinos de la región.

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