Ciudades de cuento en el país de las montañas verdes y blancas
Cualquier viaje a Austria tiene que empezar en Viena, cuyos palacios de Hofburg y de Schönbrunn son la viva imagen de esa Viena imperial de postal, tan vinculada a la emperatriz Sisi. Para pasarse horas y horas disfrutando del arte está el impactante MuseumsQuartier –el barrio de los museos, 90.000 m2 de arte, cultura y creatividad reunidos en un solo espacio– y también la Casa de la Música, pero también sorprenden sus barrios alterativos y su nueva arquitectura. Si no quieres perderte nada de la ciudad lo mejor es adquirir la Vienna Pass, el billete turístico que ofrece entradas gratuitas, uso ilimitado de los autobuses turísticos, entradas preferentes, además de importantes descuentos. Se puede sacar para 1 día (59€), 2 (79 €), 3 (99 €) o 6 (124€) días consecutivos. Para niños de 6 a 18 años, el precio se reduce a la mitad.
A orillas del Danubio está Linz, una simbiosis de arte, cultura y naturaleza porque además de un bonito entorno natural posee numerosos edificios de arquitectura moderna, entre los que destaca el Ars Electrónica Center, y una abundante oferta cultural y artística, por algo la Unesco la ha nombrado City of Media Arts. Toda una milla cultural que mira al futuro.
Más allá espera Salzburgo, la ciudad natal de Mozart y también la de Sonrisas y Lágrimas, una preciosa ciudad Patrimonio de la Humanidad con un encantador casco antiguo adornado de palacios e iglesias y protagonista de eventos culturales tan afamados, como el festival de Salzburgo. Desde ella se puede subir, con la Salzburg Card, a la fortaleza Hohensalzburg en tren de cremallera para disfrutar de las vistas. Pero tampoco hay que dejar de acercarse a conocer el paisaje de la región de Salzkammergut, que queda próximo y se descubre en el ferrocarril nostálgico Schafbergbahn y en los barcos de Wolfgangsee Schifffahrt.
Entre Viena y Salzburgo se extiende uno de los recorridos más bellos de Europa. Son 380 kilómetros perfectos para hacer en coche e ir parando una y otra vez en el camino, porque a cada paso surge un lugar espectacular, desde el pueblo de Hallstatt, Patrimonio de la Humanidad, a la ciudad de Bad Ischl –residencia veraniega del Emperador Francisco José I y Sisí–, la romántica ciudad de Steyr, el monasterio benedictino de Melk, la pintoresca ciudad de Tulln o el Schloss Orth, el original castillo situado en el lago Traunsee.
Más allá espera Innsbruck, la capital de los Alpes, una ciudad de ambiente palaciego enmarcada por cumbres alpinas y que permite llegar en solo 20 minutos de su centro histórico medieval –donde admirar el Tejadillo de Oro desde el que el emperador Maxiliam I disfrutaba de las vistas– a alcanzar los 2000 m de altitud.
Una magnífica naturaleza es también lo que ofrece Arlberg, un paraíso de la nieve, con pistas magníficas y modernos remontes –que por algo acoge algunas de las mejores estaciones de esquí del mundo, como St. Anton am Arlberg y Lech-Zürs, cargadas de glamour y frecuentadas por la jet internacional–, pero también pueblos de postal y un animado aprés-ski.
Pueblos idílicos tiene también, en pleno Tirol, la región de Hall-Wattens: Absam, Baumkirchen, Fritzens…, pero también históricas ciudades y naturaleza y cultura para los 365 días del año. Hall es una ciudad imperial con un bonito casco antiguo y, al lado, está Wattens, donde explorar las cristalinas montañas de la región y descubrir Los Mundos de Cristal Swarovski.
Ahora que se acerca el verano, las granjas del Tirol animan a disfrutar de unas vacaciones en familia. El corazón de los Alpes es un reino de praderas, bosques, bucólicos pueblitos y granjas donde pasar unos días disfrutando de desayunos con pan recién horneado, excursiones por las montañas, chapuzones en los lagos o cuidando animales en los establos.
Graz es otra ciudad con un casco antiguo de cuento para descubrir. Hay que pasear por sus callejuelas y soportales medievales y llegar a sus palacios renacentistas y sus iglesias barrocas, que le han hecho merecedora de su título de Patrimonio Mundial de la Unesco, pero es que además su colina de Schlossberg regala unas panorámicas únicas y su gastronomía tiene merecida fama. ¿Se puede pedir más?
MUY PRÁCTICO
La mejor forma de moverse por el país es con los trenes de ÖBB (ferrocarriles austriacos), y especialmente los trenes Railjet, de alta velocidad. Puedes llegar de Viena a Salzburgo en 2 horas y 22 minutos; cubrir la distancia entre Viena y Graz en 2 horas y 30 minutos, y entre la capital austriaca y Viena e Innsbruck poco más de 4 horas. Desde el aeropuerto de Viena salen cada media hora para viajar en todas direcciones.
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Turismo de Austria
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