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Olivenza, una sorpresa extremeña en La Raya con Portugal

Azulejos y columnas entorchadas, características del estilo manuelino, adornan esta villa que fue portuguesa hasta principios del siglo XIX. Es una de las perlas de la frontera pacense, tierra de eterna disputa y trasiego, pero también de mestizaje bueno. Y destino obligado para los amantes del dulce, porque aquí se inventó la Técula Mécula, uno de los postres más típicos de Extremadura. 

by hola.com

Olivenza fue villa portuguesa hasta 1801, cuando el rey Carlos IV de España, obligado por Napoleón, le declaró la guerra a Portugal para hacerle renunciar a su alianza con Inglaterra, enemiga jurada de Francia, y se la ganó en cuestión de días. Han pasado dos siglos largos, y Olivenza sigue conservando la cara y la dulzura de cuando era lusa. Los abuelos siguen refiriéndose a ella como la vila y los niños estudian portugués en el colegio. El mestizaje, bien lo saben los oliventinos, es una suma, una riqueza. Nadie en Olivenza se avergüenza de su pasado portugués, antes al contrario. Como proclama con orgullo una jota de aquí: “Las muchachas de Olivenza no son como las demás, porque son hijas de España y nietas de Portugal. Tienen la dulce belleza de la mujer lusitana y la gracia y el salero de las mujeres de España”. Lo tienen todo, vaya.

UNA TORRE DE 36 METROS
Fue el rey portugués D. Dinis quien, a principios del siglo XIV, reparó las murallas de esta antigua plaza templaria y construyó buena parte de su alcázar. Ceñido por un foso inundable (caso único en Extremadura), posee una torre de 36 metros a la que se puede subir caracoleando por 17 rampas para desde su terraza tratar de adivinar el contorno de la antigua ciudad amurallada, de la que solo quedan dos puertas, la de Alconchel y la de los Ángeles, absorbidas ambas por el caserío de la villa, blanco y fagocitador cual leucocito, que se ha zampado también varios de los baluartes, en forma de óvalo estrellado, de cuando Portugal luchó para independizarse de la corona española (1640). Dentro del alcázar se halla el Museo Etnográfico González Santana (museodeolivenza.com), con 9.000 objetos que recuerdan cómo se vivía en Olivenza hace un siglo. A muchos visitantes se les escapa una lágrima al ver la recreación de la escuela, las sillitas de enea (nada de pupitres aún), los braseros de picón y el aula diminuta (en realidad, un cuarto de la vivienda de la maestra) donde los niños estudiaban barajados sin distinción de edades. Llorar, cuando a uno no le obligan, también es una riqueza.

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LA MAGDALENA, JOYA DEL ESTILO MANUELINO
Al lado del alcázar está la iglesia de Santa María del Castillo, sostenida por unas enormes columnas jónicas a las que envuelve una luz ambarina, cual celofán amarillo. Pero la luz más bella es la que ilumina la joya número uno de Olivenza, la iglesia de la Magdalena. Hay momentos del día en que los haces multicolores de las vidrieras inciden en las columnas entorchadas, típicas del estilo manuelino, y es como si el granito se retorciera en la visión de un santo proclive a los éxtasis. No hace falta decir quiénes la levantaron, porque ese estilo, el manuelino, español no es.

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Otra cosa curiosa de ver en Olivenza es la azulejería portuguesa de la capilla de la Casa de la Misericordia, que está alicatada hasta el techo con escenas bíblicas llenas de ingenuos anacronismos. Y otra, el puente Ajuda, un colosal puente pétreo de 390 metros que fue construido en el siglo XVI sobre el río Guadiana, a 12 kilómetros de la villa, y que en 1709, durante la guerra de Sucesión española, voló por los aires. Hoy, españoles y lusos utilizan sus ruinas fronterizas como paseo, mirador y merendero, y viendo a ambos pueblos amalgamados en esta refrescada escena, cuesta creer que nunca se hayan peleado por nada. 

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EL RECUERDO MÁS DULCE
Merendando fraternalmente junto al Guadiana se está bien, pero no mejor que en La Chimenea (Caridad, 13), una confitería con agradabilísima terraza frente a la Casa de la Misericordia (la de los azulejos), donde se hacen más de medio centenar de dulces, a cual más rico. Aunque la pastelería tradicional tradicional, a la que todo el mundo acude para llevarse un dulce recuerdo de Olivenza, es Casa Fuentes (Moreno Nieto, 11), donde desde hace tres cuartos de siglo elaboran la auténtica, la original, la única registrada y patentada, Técula Mécula, una tarta de yema y almendra que aseguran que dura (en el caso improbable de que no se la coma nadie antes) hasta un mes. Es un buen lugar, también, para catar dulces de origen luso, como el bollo podre, la quesada, las cazuelitas de nata o el piñonate que, al otro lado de Guadiana, llaman nogado.

PUEBLOS DE LA FRONTERA
Olivenza es buen punto de partida para recorrer en coche, con rumbo sur, la muy hermosa y (en su día) muy disputada frontera pacense. La ruta enhebra las poblaciones  de Alconchel (al pie del castillo de Miraflores, de origen musulmán, airoso y señero), Villanueva del Fresno (paso obligado para conocer las bellezas alentejanas de Mourao y Monçaraz) y Jerez de los Caballeros, la que fue una de las más preciadas encomien-das de los templarios, primero, y de los santiaguistas, después. En el castillo se ven dos morabitos, vestigios de la Xerixa mora. Y desde el castillo, los campanarios de San Bartolomé, San Miguel y Santa Catalina, barroquísimos, decorados como piñatas.

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GUÍA PRÁCTICA

CÓMO LLEGAR
Olivenza está a 28 kilómetros de Badajoz por la carretera EX-107

DÓNDE DORMIR
Hotel Heredero
(Olivenza, hotelheredero.net). La mejor opción para alojarse en Olivenza, tras el cierre del lujoso Palacio Arteaga, es este correcto hotel de tres estrellas.

NH Gran Hotel Casino Extremadura (Badajoz, nh-hoteles.es). Cinco estrellas con spa, casino y buen restaurante, en la capital pacense.

DÓNDE COMER
Casa Maila
(Olivenza, tel. 687 80 91 59). Barra con excelentes tapas y comedor de ambientación taurina donde hay que probar el solomillo de retinto y los asados.

Dosca (Olivenza, tel. 924 49 10 65). Restaurante junto a la iglesia de la Magdalena, donde se hacen ricas alcachofas rellenas, solomillo de retinto con torta del Casar y bacalao al cilantro. Dispone también de habitaciones.

 

 

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