24 horas en Zamora, en busca de su cara más moderna
Más allá de sus iglesias románicas y su castillo, la capital zamorana, a hora y media en tren de alta velocidad desde Madrid, tiene también una cara más moderna, la de su ruta modernista, su nueva arquitectura y, sobre todo, la de una ciudad tranquila pero nada aburrida. Es hora de descubrirla.
POR LA RUTA DEL MODERNISMO
Vista la catedral –con su llamativa cúpula de aires bizantinos–, la muralla que cerca la ciudad y el resto de su colección de templos románicos –Santa María Magdalena, Santa María la Nueva, San Ildefonso…–, que es larga –tiene el récord de una ciudad, con 23–, bueno es dedicarle tiempo a un paseo relajado siguiendo la ruta del modernismo, que tampoco anda escaso, con 19 edificios. El itinerario comienza en la pintoresca calle Balborraz, donde se encuentra la Casa de Mariano López (1908) y algunos comercios tradicionales, y se concentra en el mismo corazón de la ciudad. Esta calle en cuesta parte de la Plaza Mayor y llega a la plaza de Sagasta, donde espera el edificio de las Cariátides. El recorrido pasa después por el Mercado de Abastos y la Casa de Juan Gato (1912), en la calle Ramón Álvarez, y continúa en la de Santa Clara, la vía comercial de la ciudad, y en la que se levanta el Casino.
LLEGA LA HORA DEL TAPEO
Para disfrutar del ambiente zamorano más auténtico hay que salir de tapeo, porque a partir de la una del mediodía, son muchos los que cumplen con su cita en los numerosos bares del centro, sobre todo, en la zona de Los Lobos, donde degustar bocados con mucho sabor. En el bar Lobo (Horno de San Torcuato, 1) es obligado comer unos pinchos morunos, que los camareros piden al grito de: “¡uno que sí y uno que no!” (que piquen o que no piquen) y en El Caballero (Las Flores de San Torcuato, 4) lo que hay que probar son sus patatas mixtas y sus chipirones.
MESA Y MANTEL
Las legumbres, las carnes, los embutidos… en la cocina zamorana ganan los productos autóctonos naturales. Así que cuando llega la hora de comer se puede optar por restaurantes abiertos en edificios con historia, como Marmitia, en el Parador, ocupa un palacio renacentista donde el chef Goyo Moreno ofrece una carta con platos de una cocina tradicional renovada: bacalao a la tranca, arroz a la zamorana, presa de ternera... También interesantes son las propuestas de Sancho 2 (restaurantesancho2.com), situado en un pabellón acristalado en medio de un parque, cuya especialidad es el pulpo a la mostaza. También El Rincón de Antonio (elrincondeantonio.com), con una cocina puesta al día en un renovado comedor, y Los Caprichos de Meneses (loscaprichosdemeneses.com), en un edificio del siglo XIX de la Plaza Mayor, donde reinan el foie y el bacalao. Así, se hacen apetecibles platos como el bacalao confitado con helado de pimentón, el lechazo asado o la torta zamorana, el queso local, con compota de manzana.
DEL CIELO AL DUERO
Desde Zamora se puede llegar a las nubes. Así que, para después de comer, un buen plan es montarse en un globo aerostático y echar a volar. Desde luego es la mejor manera de contemplar la ciudad desde otro punto de vista. La empresa Glomark (glomark.es) ofrece sobrevolar la ciudad durante una hora a partir de 160 €. Más tranquilo es, ya a ras del suelo, caminar a la caída del sol por las orillas del Duero hasta llegar a su mejor mirador, el Puente de Piedra, cuyos 16 arcos salvan sus aguas desde el siglo XII. Muy cerca del puente, aguas abajo, en la cuesta del Pizarro, está el Centro de Interpretación de las Ciudades Medievales, ubicado en un edificio de cristal que aprovecha una brecha en la muralla y en el que hay un mirador para contemplar el río relajadamente. Y junto al castillo, el Centro de Arte Contemporáneo Baltasar Lobo, donde se pueden ver más de medio centenar de obras de este artista zamorano, famosos por sus obras femeninas.
DE VINOS
Zamora es tierra de vinos, la pronvincia cuenta con cuatro zonas de vinos: las denominaciones de origen Toro, Arribes y Tierra del Vino de Zamora, además de los vinos de calidad de los Valles de Benavente. Así que toca probarlo, mejor si se hace acompañado de unas tapas de queso. Para ello lo mejor será apuntarse a una cata, en pleno centro está la tienda-almacén de la Bodega Fariña (Amargura, 21), con una gran variedad de vinos de la D.O. Toro. Una experiencia deliciosa y recomendable.
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