Las Fallas de Valencia ya son Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad
Con una ‘plantà al tombe’ esta tarde frente a las Torres de Serranos y una ‘crida’ especial, o lo que es lo mismo, un espectáculo piromusical con luces y la ‘cremà’ de la Falla el domingo 4 se celebra el reconocimiento de la Unesco a la fiesta mayor de la capital valenciana.
Primero fue la Lonja de la Seda, después el Tribunal de las Aguas y ahora son Las Fallas el tercer bien de la ciudad de Valencia incluido en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, un título que reconoce a esta fiesta única que involucra a miles de valencianos y supone una fuente de creatividad colectiva que pone en valor su estética y sus rituales heredados de generación en generación.
Durante unos días del mes de marzo, las Fallas convierten la ciudad de Valencia en un museo de arte efímero para celebrar la llegada de la primavera. Sátira, ironía y humor se alían para hacernos reír a carcajadas de la economía, la sociedad y la política mundial. Los famosos ninots son muñecos de dimensiones desproporcionadas que pueden llegar a formar monumentos de más de 20 metros de altura y alrededor de 60 metros de diámetro. Estos conjuntos reciben el nombre de falla y en la ciudad llegan a plantarse más de 400 fallas y otras 400 infantiles para reducirse a cenizas el 19 de marzo bajo el fuego purificador.
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Pero la fiesta va más allá, con 19 mascletás oficiales y otras tantas procedentes de las comisiones falleras, más de 100.000 falleros desfilando con la indumentaria tradicional en la Ofrenda a la Virgen de los Desamparados, la música de más de 400 bandas, verbenas, conciertos y toneladas de pólvora disparadas en castillos de fuegos artificiales.
El origen de las Fallas se remonta a la antigua tradición de los carpinteros de Valencia, en vísperas de la fiesta de su patrón San José, quemaban frente a sus talleres, en las calles y plazas públicas, los trastos viejos e inservibles junto con las piezas de madera que empleaban para elevar los candiles que les iluminaban mientras trabajaban en los meses de invierno. Así, durante el siglo XVIII ardían pequeñas estructuras de materiales combustibles que recibieron el nombre de fallas y que se quemaban la víspera de San José. Con el paso del tiempo, estas figuras fueron evolucionando y adquiriendo un componente crítico, irónico y humorístico.
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