Bratislava, la discreta joya del Danubio

Vibrante, dinámica y creativa. Estilosa y devoradora de cultura. Así es la capital de Eslovaquia, la ciudad con un pie a cada lado del mítico río y a tan solo un paso del triángulo centroeuropeo más codiciado: Praga, Viena y Budapest. Una metrópoli callada, aunque con mucho que decir, y que ejerce como retrovisor de la nutrida historia del país.

por NOELIA FERREIRO

Es una de las capitales más jóvenes del mundo y, al mismo tiempo, sus páginas están escritas desde hace cientos de miles de años. Así se explica la dualidad de esta ciudad estratégicamente colocada a orillas del Danubio y en el vértice que bombea el corazón de Europa. Bratislava, que fue durante dos siglos y medio la capital del reino de Hungría con el dominio de los Habsburgo, y que jugó después un importante papel dentro del imperio austrohúngaro, nació con este nombre en 1919, después de la Primera Guerra Mundial. Antes había sido Presburgo, un rincón que resonó en el mundo en 1805, cuando se firmó el tratado de paz entre Napoleón y Francisco I de Austria tras la famosa batalla de Austerlitz.

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Pero esta ciudad a la que la aristocracia ornamentó con palacios barrocos, y a la que músicos de la talla de Mozart, Beethoven, Haydn o Liszt dieron un impulso cultural, tuvo que esperar al siglo XX para asistir a su boom definitivo. Con la caída del Telón de Acero y con el posterior divorcio de la República Checa, Eslovaquia comenzó a labrar en su capital el perfil de una metrópoli europea.

UN TOQUE COSMOPOLITA
Hoy Bratislava es una ciudad revitalizada, moderna, a la altura del siglo XXI. Una ciudad que ha dejado de ser un mero lugar de paso para seducir en sí misma como destino turístico. También es la clave para descubrir la magia del Danubio y con ella, claro, otros grandes tesoros. Porque además de apuntarse a cualquiera de los paseos que recorren la orilla izquierda del río, también es posible tomar una embarcación desde el mismo centro y llegar hasta Viena o Budapest. Además, Praga, por tierra, también queda a un tiro de piedra.

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La Staré Mesto o Ciudad Vieja es el lugar donde perderse. Especialmente en el centro histórico, un cogollo bien conservado, peatonalizado casi en su totalidad, acaso con pocos monumentos de belleza extraordinaria, pero con el encanto de las ciudades discretas. Su impecable conjunto arquitectónico rezuma armonía y sencillez. Aquí, paseando sin prisa entre callejuelas estrechas, encontramos los grandes hitos. Empezando por el Castillo que domina el skyline (está construido en la cima de una colina) y que hoy es la sede del Museo de Historia. Desde la Crown Tower, donde solían depositarse las joyas de la corona, se desparrama la ciudad en una panorámica maravillosa que alcanza a los países vecinos.

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TESOROS ARQUITECTÓNICOS
También en la Ciudad Vieja se encuentra el Palacio Primacial, donde se firmó la Paz de Presburgo, y el Antiguo Ayuntamiento que hoy acoge el Museo de la Ciudad, el más antiguo de Eslovaquia. Desde su patio, a través de un pasadizo, se accede a la Plaza Principal, donde en la Edad Media se celebraba el mercado y donde aún hoy se montan algunos puestos que exhiben productos típicos.

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Bratislava es una ciudad a la medida de un paseo, con la grata sorpresa de descubrir sobresalientes edificios. Por ejemplo, los palacios de Grassalkovich y Mirbach, o la puerta de San Miguel, o la imponente catedral gótica de San Martín donde, entre otros monarcas, fue coronada María Teresa, la reina que concedió a la ciudad un esplendor definitivo. Siempre a pie saldrán al paso joyas como la Iglesia Azul, donde las jovencitas suspiran por casarse; o el Teatro Nacional, de 1886, que es el epicentro de la vida cultural consagrado a la lírica y al ballet. Y es que en Bratislava la ópera es toda una institución, donde la entrada más cara de un espectáculo no supera los 35 euros.

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EL MIRÓN Y EL OVNI
Pero si hay un rasgo que identifica a esta ciudad, es el simpático conjunto de esculturas que salpican el entramado urbano. El soldado napoleónico olvidado por su regimiento, la serie que conmemora el levantamiento nacional… o la más fotografiada: Cumil (o El Mirón) el obrero picarón que sale de la alcantarilla para escudriñar lo que se cuece fuera. Tal es la afluencia de turistas que acude a contemplarlo que se ha convertido en un símbolo de Bratislava.

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Como también lo es UFO (o el OVNI), la plataforma de observación que se cierne por encima del famoso puente de hormigón armado y cables de acero que fue construido por los soviéticos durante la época comunista. En su cumbre, a 95 metros, alberga un restaurante, desde el que se alcanza una visibilidad de hasta cien kilómetros en los días claros. El lugar ideal para disfrutar de un magnífico atardecer combinado con una experiencia culinaria.

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MUY PRÁCTICO
Aunque Ryanair tiene vuelos directos a Bratislava, una buena opción es volar a Budapest con Wizz Air y, desde aquí, aprovechar el bello trayecto para acceder a la capital eslovaca por carretera o navegando por el Danubio.

Una opción cómoda y céntrica de alojamiento es el Hotel Austria Trend (austria-trend.at/en/hotels/bratislava), moderno, con habitaciones espaciosas y a un paso de los grandes atractivos.

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