Una guía imprescindible de Brujas para un fin de semana muy apetecible

Es pequeña, abarcable y además es una de las urbes medievales mejor conservadas de Europa, todos los ingredientes para dedicarle un par de días. Su centro histórico lo merece, es Patrimonio de la Humanidad, y además es perfecta para recorrer a pie y dar algún paseo en lancha por sus canales. La hemos dosificado para que descubras sus mejores rincones.

por hola.com

VIERNES TARDE
Después de aterrizar en Bruselas y llegar en tren a Brujas –a 90 kilómetros de la capital–, la primera tarde no dará más que para cenar algo, tomar contacto con la ciudad, por ejemplo en la Grote Markt, que por la noche resulta especial por su esmerada iluminación, y descansar en un buen hotel en el centro histórico, como el Grand Hotel Casselbergh Brugge (grandhotelcasselbergh.be/es), un cuatro estrellas de estilo clásico; más sencillo pero actual, el hotel Marcel (hotelmarcel.be), o el Van Cleef (hotelvancleef.be), que ocupa una mansión de estilo italiano.

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SÁBADO MAÑANA
A primera hora, sin aglomeraciones, es cuando mejor se captura el encanto de las adoquinadas calles de Brujas y sus fotogénicas plazas medievales rodeadas de altas torres y antiguas iglesias. Y para empezar, bien a pie o en bicicleta (quasimundo.com), hay que volver, ahora de día, a la Grote Markt, la plaza del Mercado, para admirar los edificios medievales que la flanquean y en la que se ubica el campanario de Belford –la colosal torre del siglo XIII que regala la mejor de las panorámicas de la ciudad a 83 metros de altura y compensa el esfuerzo de haber subido los 366 escalones que ascienden a lo alto.

Muy cerca, queda otra de sus plazas más encantadoras, el Burg, a la que asoman el impresionante Ayuntamiento (Stadhuis) de estilo gótico y repleto de estatuas de los condes de Flandes, la fachada del elegante Brugse Vrije, con su fachada de estatuillas doradas y ventanales rojos, y la basílica Heilig Bloed (de la Santa Sangre). Y cruzando el estrecho callejón Blinde Ezelstraat que acaba en el canal Djiver, llegar al Vismark, el animado mercado.

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Los pasos se dirigen después al rincón más romántico de Brujas, el puente de St.Bonifacius, al que llaman de los enamorados, y al pequeño parque Arentshof. Desde aquí quedan muy próximos los otros dos edificios que definen el horizonte de Brujas: la iglesia gótica de Nuestra Señora, que alberga la famosa Virgen con el Niño de Miguel Ángel; y, un poco más allá, la catedral del Salvador, el templo más antiguo de la ciudad, con una bella fachada y su esbelta torre de 100 metros de altura.

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SÁBADO TARDE
El paseo ha abierto las ganas de comer, así que buenas opciones para sentarse a la mesa pueden ser la brasserie Forestiere (brasserieforestiere.be), el Nomad (nomadbrugge.be) o De Belegde Boterham (debelegdeboterham.be)

Después de un reposado café en Klein Venitië (la pequeña Venecia), asomada al canal Dijver o en el Café Vlissinghe.be (cafevlissinghe.be), el más antiguo de la ciudad, lo mejor será subirse a uno de esos barcos que recorren los canales brujenses, que por algo se la conoce como la Venecia del Norte, y tomar medidas a la ciudad desde otro punto de vista.

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La tarde se puede completar reviviendo, gracias a la magia del cine y los efectos especiales– la edad de oro de Brujas en las siete salas temáticas del Historium; visitando algunos de sus museos –como el de Groeninge, con una de las mejores colecciones de los Primitivos Flamencos o el Arqueológico, ubicado en el palacio de Gruuthuse, un edificio gótico de ladrillo con un precioso patio que perteneció a una de las familias más ricas de la ciudad– o pasear en calesa por la calle Wollestraat.

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Imprescindible también es salir a probar una de las grandes delicias belgas, el chocolate, que aquí más que un oficio o una pasión es un orgullo. Y es que Brujas es un auténtico laboratorio de chocolate gracias a sus más de 50 maestros chocolateros. En la lista de chocolaterías, The Chocolate Line (thechocolatineline.de) –una de las tres tiendas dedicadas a él que aparecen en la guía Michelin y cuyo propietario ha llegado a inventar una máquina para esnifar chocolate–, Pralinnette (pralinette.be)–con más de 80 variedades en sus vitrinas–, Sukerbuyc (sukerbuyc.be) o Spegelaere Chocolaterie (Ezelstraat, 92), donde probar sus famosos adoquines de Brujas; y rematando antes de la cena en De Halve Maan (halvemaan.be), una histórica cervecería de 1856 donde además de degustar sus excelentes cervezas artesanales se puede admirar su elaboración.  

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Para la cena a un precio asequible, buenas propuestas son las de Refter (bistrorefter.com) o De Mangerie (mangerie.com). Y para los que todavía tienen fuelle después pueden tomar la última copa en el café del modernísimo Concertgebouw

DOMINGO
La mañana se puede dedicar a recorrer los senderos decorados con estatuas del Minnewater, el parque más famoso de Brujas, un romántico jardín que data del siglo XVI situado muy cerca de la estación central de ferrocarril y famoso por su lago del Amor, un remanso de paz con cisnes donde cuenta la leyenda que descansan los restos de la hija de un viejo marinero que prefirió escapar a tener que casarse con un hombre que no amaba.

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Justo detrás del lago del Amor se encuentra Begijnhof, o el Beaterio, uno de esos recintos formados por un pequeño grupo de casas distribuidas alrededor de un jardín y una iglesia que surgieron en los Países Bajos durante la Edad Media con el fin de albergar a las mujeres que quedaron viudas y huérfanas tras las Cruzadas y cuya visita, además de su interesante arquitectura, son un remanso de paz que permite trasladarse al pasado conociendo costumbres medievales.

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Históricos son también los godshuizen, una versión similar de los beginnhoven (beaterios) pero en pequeño, formados por casitas de ladrillo rojo o encaladas construidas para dar cobijo a los más pobres, entre los que se encuentran el céntrico de Godshuis St-Jozef. Otra idea son los molinos del barrio de Santa Anna o el pintoresco pueblo de Lissewege, a solo 11 kilómetros al norte de Brujas, ya muy cerca del mar de arquitectura tradicional flamenca, con casas blancas y tejados rojos, un canal que recorre su centro y la iglesia de Nuestra Señora, con una imponente torre de ladrillo del siglo XIII de más de 50 metros de altura a la que es posible subir para contemplar un soberbio paisaje son algunos ideas para rematar el día.

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Y si hay tiempo antes de coger el avión de regreso, nada como rematar con una comida en alguno de los restaurantes que no se probaron el sábado o en Den Gouden Harynck (goudenharynck.be) o Sans Cravate (sanscravate.de), dos de los que se han ganado una estrella en el firmamento Michelin. Que en Brujas de estrellas andan sobrados.

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GUÍA PRÁCTICA
Cómo llegar Desde el aeropuerto nacional de Bruselas la manera más cómoda para llegar a Brujas es en tren. Cada hora hay un tren directo a Brujas desde el aeropuerto. También se puede tomar el Brussels Airport Express a Brussel-Noord, Brussel–Centraal o Brussel–Zuid, enlazadas con tres trenes a la hora con Brujas.

Cómo moverse Lo más práctico es la tarjeta Brugge City Card de 48 horas (46 €). Se puede solicitar onliney está disponible en Brujas en las oficinas de información turística de la ciudad, en la estación y en el Concertgebouw.