Guía para descubrir Sevilla en un fin de semana y no perderte nada

La capital hispalense es una ciudad presumida, bonita, bulliciosa y colorista, cortada en dos por las aguas del Guadalquivir y con una historia que haría palidecer a capitales de medio mundo. Conviene recorrerla a pie, sin prisas, prestando atención a los sonidos y a su elegante ritmo ciudadano sentado en algunas de sus terrazas, en los paseos que flanquean el río o a la sombra de la Giralda.

por MANUEL MATEO PÉREZ

VIERNES TARDE
La ciudad es un hervidero el viernes por la tarde en las calles y avenidas del centro, entre el puente de San Telmo, situado a un lado de la Torre del Oro, y la plaza de San Francisco, donde se halla el Ayuntamiento y comienza la popular calle Sierpes. Recorrer este tramo es el mejor modo de comenzar a comprender Sevilla. Las calles que rodean la Catedral y la Giralda están atestadas de bares y restaurantes que abren sus puertas a un lado y otro de las callejuelas que derivan en la plazas del Triunfo y San Juan de los Reyes. Hay tiendas de recuerdos, librerías de viejo y comercios tradicionales donde venden imágenes en miniatura de la Semana Santa, la gran cita del año de la capital hispalense. Sevilla es una ciudad que se acuesta tarde. Las calles del centro están salpicadas de tablaos flamencos y de pubes que pinchan toda clase de músicas. Pero antes de volver al hotel convendrá guardar el recuerdo de la Giralda envuelta por la oscuridad y las luces que la iluminan.

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SÁBADO MAÑANA
Será el gran símbolo patrimonial de Sevilla lo primero que haya que ver nada más levantarse. La subida al viejo alminar almohade, erigido en el siglo XII y rematado siglos después por un cuerpo de campanas de estilo renacentista, se realiza por una rampa que lleva hasta lo más alto de la torre campanario, desde donde se observa una vista impagable. La Catedral a sus pies recuerda aquel mandato del Cabildo del siglo XV que mandó erigir “un templo tal que las generaciones futuras nos tengan por locos”. El mayor monumento gótico de la cristiandad guarda en su interior algunos de los tesoros más valiosos de la Iglesia española. Pero no conviene desfallecer por las bellezas que se contemplan dentro. Aún espera el Archivo de Indias, el severo edificio herreriano que guarda los legajos históricos de la América colonial, y los patios perfumados que esconden los Reales Alcázares, el recinto palaciego decorado con la arquitectura mudéjar más suntuosa de cuantas prodigó Andalucía.

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Sevilla es una ciudad de perspectivas, de estampas y encuadres. En cualquier momento un detalle urbano puede atrapar la atención. En la Puerta de Jerez, por donde pasan los tranvías que conducen al centro, se alza el lujoso hotel Alfonso XIII, memoria de la ciudad señorial, y a su lado la Fábrica de Tabacos, sede en la actualidad del Rectorado de la Universidad de Sevilla, donde aún nos parece intuir la presencia romántica y chillona de las cigarreras burlando el amor de apasionados pretendientes.

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Las orillas del Guadalquivir invitan a recorrerlas sin prisa, desde el puente de San Telmo al puente de Isabel II, conocido popularmente como el puente de Triana. Ese tramo urbano se conoce como el Paseo de Colón y lo preside la Torre del Oro, el primitivo baluarte árabe que protegía este lado del río. Hoy es museo naval y frente a sus puertas se extiende el castizo y cervantino barrio de El Arenal. A él da el albero de la plaza de toros más bella y legendaria del mundo. La Maestranza ha sido testigo de las crónicas más memorables de la tauromaquia y de aquellas tardes queda recuerdo en su museo que se halla a un lado de la Puerta del Príncipe.

El Arenal es un barrio pintoresco. Está salpicado de tabernas que sirven vino de Cádiz y platos de jamón ibérico de Huelva. La calle García Vinuesa, que da a la avenida de la Constitución, está moteada de tascas centenarias. Hay en ellas un permanente olor a vino añejo, a pescaíto frito y chacinas ibéricas. Almorzar en ellas, acodado en sus barras o sentado en sus mesas de madera que miran a la calle, es una buena idea antes de volver al camino.

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SÁBADO TARDE
Los pasos llevan al Museo de Bellas Artes, la segunda pinacoteca más importante de España. En las antiguas dependencias del convento de la Merced Calzada se guardan algunas de las mejores obras de la pintura del Siglo de Oro español, en especial de Murillo y Zurbarán. Hay obras de un joven Velázquez, esculturas de Martínez Montañés y una diáfana sala dedicada a la pintura romántica del XIX. Tanto arte deja sediento, y nada mejor que tomar asiento en la terraza de la confitería La Campana, la más famosa de la ciudad, a la entrada de la calle Sierpes, para disfrutar de una merienda con pastel incluido.

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Sevilla es una ciudad horizontal, pero en la plaza de la Encarnación hay un mirador que otea buena parte de la ciudad. Se trata de las Setas, un proyecto arquitectónico vanguardista firmado por el berlinés Jünger Mayer. La parte alta de las plataformas está recorrida por una pasarela desde donde se advierten los tejados, las azoteas de la ciudad y los campanarios y su posición sobre el entramado urbano. La noche del sábado Sevilla se convierte en una ciudad animada y casquivana en la Alameda de Hércules, donde abundan los bares canallas, los restaurantes alternativos y los pubes que cierran al amanecer. Hay tanto que lo difícil será elegir.

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DOMINGO
No hace falta madrugar. El parque de María Luisa es un pulmón verde, una zona de recreo, un animado paseo que muestra todo su encanto a mediodía, cuando las familias lo recorren ociosas y los niños juegan entre las fuentes románticas, los arriates y las altas palmeras. La plaza de España, que acoge el edificio semicircular donde se celebró la Exposición Iberoamericana de 1929, está rodeada por un alargado estanque que invita a recorrerlo en un paseo en barca. A la cercana plaza de América asoman tres edificios historicistas construidos para aquella cita universal que hoy son museos, entre ellos el Museo Arqueológico, con la réplica del Tesoro del Carambolo como joya y las colecciones destacan las piezas romanas e hispano romanas procedentes de Itálica, la ciudad donde nacieron los emperadores Trajano y Adriano.

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Tanta cultura habrá abierto el apetito. Es hora de conocer la otra orilla. Si hay un barrio que identifica el carácter plural de Sevilla ese es Triana. Situado frente al paseo de Colón, la Torre del Oro y la Maestranza, Triana se esparce en torno a dos calles paralelas que asumen el protagonismo bullicioso y luminoso de la ciudad. La calle Betis se extiende como un paseo a la ribera del río, entre los puentes de San Telmo e Isabel II. La calle Pureza es paralela y busca el interior de la barriada. Es una de las arterias más castiza, flamencas y alegres de la ciudad y compite en bullicio con la calle Castilla, moteada de tabernas tradicionales y capillas como el Patrocinio donde tiene su sede el Cristo de la Expiración, conocido popularmente como El Cachorro de Triana, obra maestra de la imaginería sevillana.

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Las últimas horas en Sevilla se pueden pasar en la Isla de la Cartuja, sede de la Exposición Universal de 1992. Aún atesora buena parte de los pabellones convertidos hoy en sedes empresariales, industrias del ocio y cultura. Rodeada por las aguas del río, la isla toma el nombre del monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas, obra de principios del siglo XV promovida por el obispo hispalense Gonzalo de Mena. Hoy es sede del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, una de las instituciones más inquietas de la cultura sevillana.

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GUÍA PRÁCTICA

CÓMO MOVERSE
En los autobuses urbanos de la empresa municipal Tussam (tussam.es) y en tranvía por Metro Centro, que comunica la estación de San Bernardo con la Plaza Nueva Existe una tarjeta turística para 1 ó 3 días que permite realizar cuantos viajes desee durante su período de validez. Otra forma de moverse por Sevilla es en bicicleta, ya que la ciudad cuenta con 170 kilómetros de carril bici.

A LA HORA DE COMER
Egaña Oriza (restauranteoriza.com) se halla al lado de la muralla de Los Reales Alcázares y es un referente de la gastronomía sevillana. La Taberna del Alabardero (tabernadelalabardero.es) destaca por su decoración exquisita y una clientela con solera. Río Grande (riogrande-sevilla.com) se asoma al río Guadalquivir con la Torre del Oro al fondo. Sirve deliciosos pescados y guisos populares. El Burladero (en el Gran Meliá Colón) es un bar de tapas, de artísticas combinaciones de cocina tradicional con revolucionarias propuestas culinarias. El Rinconcillo (elrinconcillo.es) es una vieja taberna, una de las más antiguas de este país, que abrió sus puertas en 1670. Obligado degustar sus garbanzos con espinacas. La Bodega Santa Cruz Las Columnas (Rodrigo Caro, 1) es una tasca típica sevillana junto a la catedral, mobiliario antiguo y camareros que aún apuntan la comanda con tiza en la barra.

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PARA DORMIR
Para una ocasión especial, el Alfonso XIII (hotel-alfonsoxiii-sevilla.com), donde el lujo cautiva nada más entrar en su vestíbulo. También especiales son el EME Catedral Hotel (emecatedralhotel.com), con unas vistas desde su terraza inmejorables, y el Palacio de Palacio Villapanés Sevilla (palaciovillapanes.com), una joya arquitectónica que evoca el estilo mudéjar junto al barrio de Santa Cruz. Más asequibles pero con encanto son el hotel Holos (hotelholos.com), La Casa del Maestro (lacasadelmaestro.com) y Villa de la Palmera (villadelapalmera.com).

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