Saint-Jean-de-Luz, días de verano con mucho ‘charme’ a orillas del mar
Entre Biarritz y la frontera con España, esta ciudad atlántica tiene encanto vasco francés y una elegante playa. Y eso, para unas vacaciones, es un cóctel de lujo. Así que lo mejor será perderse por sus viejas calles observando sus casas llenas de tipismo y sus palacios pero, sobre todo, por su pintoresco puerto, así la escapada saldrá redonda.
Si hay que elegir una, Saint-Jean-de-Luz es la ciudad vasco-francesa que mejor ha sabido conservar su viejo perfil marinero. Está al fondo de una cerrada bahía y es ese olor a salitre lo que se llega buscando hoy a ella. Por eso, lo primero es acercarse a su puerto, el mismo del que zarparon en su día los más arriesgados balleneros y los más temidos corsarios de todo el Atlántico.
POR EL PINTORESCO PUERTO
Saint-Jean-de-Luz vive volcada al mar. Un mar al que siguen llegando numerosos pesqueros con sus bodegas repletas de sardinas, anchoas y bonitos. En el puerto se respira la historia de su tradición ballenera, de la pesca del bacalao en Terranova y hasta corsaria. En el barrio de La Barre o de los armadores podrás observar hermosas casas, entre las que destaca la de Kaïku, la más antigua y la única que sobrevivió al incendio de 1558, que ahora acoge un buen restaurante.
DE MAISON EN MAISON
El puerto es también un buen lugar para iniciar un tranquilo paseo a pie por la localidad, ya que en sus inmediaciones se hallan la mayoría de sus edificios nobles. El primero es la Maison Louis XIV, un notable palacio construido en 1643 en el que se alojó este monarca durante los preparativos de su boda con la infanta española María Teresa de Austria –todo un acontecimiento histórico en el lugar– y en cuyo interior se pueden contemplar colecciones de muebles y complementos de época. Más cerca todavía de los muelles queda la que albergó a la infanta esos mismos días, la Maison de l’Infante, un bello edificio renacentista de estilo italiano en cuyo centro se alza una torre desde la que se vigilaba la llegada de las ballenas.
LA RUE MAZARIN
Entre el puerto y su cuidada playa discurre esta antigua calle en la que tenían sus casas los más poderosos armadores de la localidad y permite enlazar con el entramado de vías peatonales que configuran el centro. Casi sin proponérselo, uno se topa con con la iglesia-fortaleza de St-Jean-Baptiste, en la rue Gambetta, la calle más comercial de la ciudad. La iglesia está considerada una de las más grandes y representativas de todo el País Vasco, tanto español como francés, y su monumental retablo barroco fue testigo de la célebre boda real que tantos recuerdos ha dejado en el lugar.
‘MACARONS’ Y BAÑOS DE SOL
Durante el paseo hay que hacer un alto para probar los famosos macarons de la ciudad y sentarse en la terraza de algún café de la agradable plaza Luis XIV, pero sobre todo para caminar por el paseo Jacques Thibaud, que bordea la playa y los elegantes chalets del paseo marítimo. La inmensa playa de arena fina de Saint-Jean-de-Luz es ideal para tumbarse al sol o lanzarse a hacer alguna actividad acuática.
CIBOURE Y LOS ACANTILADOS DE SOCOA
Solamente el puerto y los últimos metros del río Nivelle separan Saint-Jean-de-Luz de Ciboure. Atravesando esta pequeña localidad, donde nació el famoso compositor Maurice Ravel y que conserva una de las joyas del art decó: la Villa Leïhorra, además de un buen conjunto de casas típicas en sus estrechas callejuelas, marisquerías y la iglesia de St-Vicent, se puede acceder, en sentido sur, hasta los acantilados rocosos de Socoa. Inclinados y desgastados por las olas, se suceden a lo largo de 14 kilómetros y desde ellos podrás divisar unas interesantes vistas de la Costa Vasca, que se extiende entre la fronteriza Hendaya y la aristocrática Biarritz.
LA VISTA DESDE EL PICO DE LA RHUNE
Para disfrutar de otra panorámica, pero a mayor altura, hay que dirigirse hasta la última cumbre de los Pirineos Atlánticos: el pico de La Rhune. Un antiguo tren de cremallera, construido en madera, sube desde el Col de St-Ignace hasta los 900 metros de esta emblemática montaña. A sus pies están los pueblos de Ascain y Sare, típicos del País Vasco francés, de casas blancas con madera pintada de rojo oscuro y, en este último, con unas cuevas prehistóricas, ambientadas con luces y sonidos que también acogen conciertos.
GUÍA PRÁCTICA
DÓNDE DORMIR
En el Grand Hotel Thalasso & Spa (luzgrandhotel.fr), todo un legendario hotel situado junto a la playa de elegante decoración y con un exclusivo spa y un restaurante gastronómico estrellado. También en Parc Victoria (parcvictoria.com), una encantadora villa de finales del siglo XIX con mobiliario art déco y con jardín con piscina. A 50 metros de la playa, en el Hélianthal (thalazur.fr/hotel-helianthal), con un centro de talasoterapia, decoración de estilo art déco y su restaurante L’Atlantique, de cocina tradicional evolucionada.
DÓNDE COMER
En Le Kaïku (kaiku.fr), instalado en una vieja mansión del siglo XVI. Toda una institución en la zona por su cocina de mercado donde tienen especial protagonismo los productos del mar.
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