RECOLECTORAS DE ALGAS EN ZANZÍBAR
Se las puede ver al amanecer, con la falda remangada hasta las rodillas y los pies hundidos en la arena. Es el momento de la marea baja, cuando las aguas cristalinas se retiran y permiten acceder al fondo en las playas de postal de Zanzíbar. Allí, cada día, cientos de mujeres recolectan algas de las granjas marinas para ser después empleadas en la fabricación de cosméticos. Esta tarea es una de las mayores fuentes de ingresos de este paraíso del Índico asentado frente a las costas tanzanas.
PRODUCTORAS DEL ACEITE DE ARGÁN EN MARRUECOS
Desde hace siglos, las mujeres de las tribus bereberes se han beneficiado de las propiedades de lo que se conoce como el oro líquido de Marruecos: el aceite de argán, un bálsamo extraído de las semillas de un árbol que solo crece en el Atlas. Hoy estas mujeres, organizadas en cooperativas, siguen ocupándose de la recolección, la molienda y el prensado para, desde sus remotas aldeas, elaborar jabones y lociones que se venden en todos los países. El resultado de su trabajo, completamente biológico y artesanal, tiene un alto poder antioxidante y es perfecto para la piel.
TRABAJADORAS EN LOS CAMPOS DE TÉ DE SRI LANKA
Está considerado, lo dicen los expertos, el té más exquisito del planeta. Es el Ceylon Tea, el que crece en los campos inmensos de Sri Lanka, allí donde cuadrillas de mujeres tamiles recolectan una a una las hojas más frescas. Ataviadas con saris de colores que contrastan con el manto de vegetación, su imagen es indisociable de las Tierras Altas, la zona más fértil y fresca de esta isla con forma de lágrima emplazada al sur de la India. Son ellas, con sus manos delicadas, el primer eslabón de una cadena que acaba en una taza humeante en distintos rincones del mundo.
PERCEBEIRAS EN GALICIA
También en nuestro país existe una labor centenaria que tiene sello femenino. Arrancar este selecto crustáceo de las rocas, batidas por el océano embravecido, es cosa de mujeres en Galicia. Así lo muestran con orgullo las percebeiras, dueñas de una tradición que se transmite de madres a hijas. Después de extraer los lotes, enredados entre mejillones y algas, viene la tarea de limpiarlos. Todo para que en la mesa podamos degustar estos percebes de fama universal.
LAS TEJEDORAS DEL SOMBRERO PANAMÁ
Pese a su nombre, el origen del Panama Hat que hace furor todos los veranos está en el interior de Ecuador, cerca de la ciudad de Cuenca. Concretamente, en un pueblo llamado Sig sig. Allí las mujeres, con mucho mimo e infinita paciencia, dedican la mayor parte de su vida a tejer las hebras de la paja toquilla. Es así como dan forma a este sombrero popularizado por Theodore Roosevelt en la inauguración del Canal de Panamá, y cuyo precio varía en función del tejido empleado. El más fino y delicado puede llegar a alcanzar hasta 1.500 euros.
ARTESANAS DE LA ALPACA EN PERÚ
Desperdigadas por los pliegues de los Andes, las mujeres indígenas de Perú son expertas en la elaboración de prendas con pelo de alpaca, un camélido que tiene en el país alpino el 90% de la población mundial. Bufandas, jerseys, gorros, guantes… son confeccionados lenta y silenciosamente, después de desarrollar técnicas ancestrales de trasquilado, lavado y teñido de la lana. Una vez listos, estas féminas, siempre con sus trajes tradicionales, ofrecen los productos a los turistas en los coloridos mercados.