Busca las siete diferencias entre el castillo de Neuschwanstein y el hotel que ha inspirado
Dos fantasías de cuento de hadas: el castillo, en un idílico paisaje de los Alpes bávaros; el hotel, en el noroeste de China, frente a la bahía Xinghai y al Mar Amarillo. Tan apartados y tan parecidos. Te proponemos un juego que consiste en distinguir el que pasa por ser el monumento más emblemático de Alemania del lujoso alojamiento de opulencia kitsch. ¿Te animas a jugar?
Colgado en lo alto de un risco, el castillo de Neuschwanstein, con sus torreones y su aire de cuento de caballeros medievales, es el más onírico y extravagante de los que mandara construir Luis II de Baviera, el rey loco; un soñador inadaptado a su época, amante de la arquitectura y la música, y el monarca más querido por los alemanes. A la derecha, el hotel de lujo que se encuentra sobre la montaña Lotus, en China, y forma parte de la marca de hoteles Luxury Collection, operado por Starwood Hotels.
A algo más de un centenar de kilómetros de Múnich, rodeado por los frondosos bosques de Baviera y junto al pueblo de Schwangau, Neuschwanstein fue en su día tachado de castillo artificial y exótico por su eclecticismo de estilos arquitectónicos. Lo mandó levantar Luis II en 1869, cinco años después de su llegada al trono, sobre las ruinas de uno anterior, y era él mismo quien vigilaba las obras con unos prismáticos desde el vecino de Hohenschwangau, en el que vivió durante años y que constituye otra visita nada desdeñable en la zona.
Los chinos está claro que saben copiar sin tapujos y el surrealista castillo de Dailan no es más que una copia de la fortaleza alemana, que reproduce su estilo centroeuropeo. Este hotel castillo de fábula promete una experiencia inolvidable en un entorno espectacular. Una invitación a la opulencia con vistas al mar, a la montaña y a la cuidada urbe china en la que se emplaza, pero en la que es posible alojarse desde 200 €.
Viendo el efectismo del resultado, no sorprende que fuera un escenógrafo el encargado de diseñar los planos de Neuschwanstein y que la devoción de Luis II por Wagner, de quien se convirtió en mecenas, hiciera que muchas de sus salas fueran decoradas como fidedignas escenas de sus óperas. Entre la extravagancia de sus laberintos, aparecen estancias tan increíbles como la del Salón del Trono, su dormitorio, o la espectacular Sala de los Cantores, todo un exceso de estucos dorados, espejos, sedas, bóvedas, candelabros y murales que va superándose a medida que se alcanzan los pisos superiores de este edificio en el que, sin embargo, Luis II apenas llegó a vivir medio año.
La inspiración alemana también ha llegado al interior del hotel de Dailan, donde si bien es cierto que cuenta con un restaurante cantonés, su especialidad son las cervezas alemanas artesanas y los platos del norte de Europa de su otro restaurante, mientras su spa Kaiser es lo más parecido a las termas de Baden-Baden.