Al volante de Los Hamptons a Cape Cod, dos escondites de élite de famosos
El primero, favorito de los fines de semana y los veranos de los neoyorkinos bien, y la península de Cape Cod, el preferido de los bostonianos. Viejos puertos balleneros con primorosas casitas de madera y faros centenarios, naturaleza intacta y algunas de las mejores playas del país aguardan por estos enclaves a un par de horas en coche de Manhattan en los que los millonarios juegan a vivir con sencillez.
De haber nobles en Estados Unidos, duques, marqueses y reyes made in USA pasarían temporadas en Los Hamptons. En su defecto, en este escondite playero del extremo oriental de Long Island han comprado casa desde Steven Spielberg, Ralph Lauren, Calvin Klein y Alec Baldwin hasta Donna Karan, Jennifer López, Brooke Shields o Sarah Jessica Parker. Por estos acomodados territorios han disfrutado veraneos los Kennedy, los Clinton y un nutrido elenco de puede que no siempre famosos, aunque desde luego siempre ricos.
En este paraíso viven discretamente estas celebrities en mansiones con vistas al Atlántico que superan los tres millones de dólares, pero aquí lo hacen sin ostentaciones propias de Beverly Hills pero nunca de la elitista, civilizada y más europea Costa Este. De hecho una sorpresa nada rara por estos pagos es coincidir con alguna en el café de la esquina o comprando unos pastelillos de cangrejo en algún take away del camino.
Aunque en algunas páginas de internet pueden localizarse muchas de las casas de sus vecinos más célebres, en las oficinas de turismo de la zona dan poca información al respecto. Si tantos ‘elegidos’ se concentran precisamente aquí es porque no se les molesta y pueden salir a la calle con normalidad. Norma pues número uno: si te cruzas con tu actor, músico, diseñador o director de cine favorito haz como si la cosa fuera lo más normal del mundo.
Los Hamptons le deben el nombre a la tríada de pueblitos de Southampton, East Hampton y Bridgehampton, aunque por sus playas salvajes y sus bosques habitados por ciervos aflora más de una veintena larga de localidades, tan apetecibles como Watermill, Amagansett, Springs, Montauk o Sag Harbor, a cuyos hotelitos se escapan los fines de semana muchos neoyorkinos ‘bien’ que, sin embargo, no podrían ni siquiera soñar con costearse una casa por ellos.
Por todos ellos la exclusividad se percibe en cada detalle: en los primorosos caserones que asoman aquí y allá, las primeras firmas de las tiendas que presiden la calle principal de cada pueblo, el nivel de sus restaurantes, las marcas de los coches que aguardan en los pequeños aparcamientos junto a sus infinitos arenales sobre el mar o la sofisticación de su oferta deportiva para cuando no apetece tomar el sol o hacer surf en la playa, que va desde el polo y el golf hasta los centros de yoga con pedigrí.
De los pueblitos agrícolas y pesqueros que fueron fundándose a partir del siglo XVII quedan pocos rastros, si bien la arquitectura de Los Hamptons sigue siendo un uniforme entramado de casitas de madera y hoy exquisitas marinas que décadas atrás atrajeron a artistas de la talla de Andy Warhol y en el que más recientemente se han rodado infinidad de capítulos de series como Sexo en Nueva York, Revenge o Gossip Girl.
En ferry desde Los Hamptons, o conduciendo unas tres horas desde Manhattan por el norte del estrecho de Long Island Sound, la mejor arquitectura del XVIII sí se conserva en todo su esplendor en las mansiones y el puerto de la elegante ciudad marinera de Newport, desde donde poner rumbo a ese otro señorío de los bolsillos sin fisuras que es Cape Cod. También aquí las playas, solitarias y de arenas blanquísimas, son espléndidas, al igual que lo son las caminatas por su entorno o de simplemente conducir junto al mar.
Igualmente por Cape Cod asoman refugios de la flor y nata como las islas de Nantucket y Martha's Vineyard, aunque en esta península con forma de ancla el ambiente es más relajado e informal si cabe que en los más mundanos Hamptons. Mejor que elegir uno u otro destino de lujo, si dispones de tiempo, más acertado será no renunciar a los sosegados placeres de ambos.
NO DEJES DE…
Participar en las excursiones que, tanto desde los pequeños puertos de The Hamptons como de Cape Cod salen al encuentro de las ballenas; alquilar una bici con las que explorar la intacta naturaleza de ambos destinos así como conducir por sus solitarias carreteras admirando las preciosas casas de madera y faros centenarios que salen al paso, deteniéndose de cuando en cuando para hacer una degustación en las bodegas de sus viñedos o probar los lobster rolls o sandwiches de langosta que se venden por doquier.
GUÍA PRÁCTICA
DÓNDE DORMIR
El sello Small Luxury Hotels (slh.com) cuenta con varios hoteles boutique en la ruta de Los Hamptons a Cape Cod, como el Viana Hotel&Spa –el único establecimiento de lujo de Long Island inspirado en la filosofía feng shui–; el Inn at Great Neck o el Mill Street Inn de Newport, en un molino del siglo XIX. En el meollo de Los Hamptons, desde la exquisita mansión rehabilitada 1770 House (1770house.com) y el sofisticadamente bohemio The Surf Lodge (thesurflodge.com) hasta bed&breakfasts tan aristocráticos y propios de estos territorios como The Mill House Inn (millhouseinn.com). En Cape Cod, pocos tan apetecibles como el Wequassett Resort and Golf Club (wequassett.com).
DÓNDE COMER
En Los Hamptons, clásicos como Nick and Toni’s (East Hampton, nickandtonis.com) o el muy marinero East Hampton Point (East Hampton, easthamptonpoint.com), con los estupendos pescados y mariscos que da la zona amén de grandes vistas sobre la bahía. Y entre los mejores de Cape Cod, el Naked Oyster (Hyannis, nakedoyster.com), donde probar las ostras en todas sus variedades, o The Brewster Fish House (Brewster, brewsterfishhouse.com), especializado también en pescado.