Diez villas de las más bonitas de Portugal que merecen una escapada
Sintra, Marvão, Aveiro, Viana do Castelo y así hasta una decena de ciudades hemos reunido en esta galería de imágenes para mostrarte algunos de los tesoros urbanos del país vecino.
ALCOBAÇA
Es conocida por su monasterio cisterciense, declarado Patrimonio de la Unesco. Posee la iglea más grande de Portugal y corta la respiración por su verticalidad infinita. En su interior reposan los restos de dos eternos enamorados: el rey Pedro I de Portugal y su amante Inés de Castro.
ANGRA DO HEROISMO
Desde el mirador natural del monte de Brasil se divisa la espectacular vista de la capital de la Isla Terceira, en el archipiélago de Azores. Su casco histórico abierto a la bahía de Angra está declarado Patrimonio de la Humanidad.
AVEIRO
La llaman la Venecia portuguesa y es que esta atractiva ciudad portuguesa también está surcada por canales a la que se asoman elegantes mansiones de estilo art nouveau y también las casitas más modestas del pintoresco barrio de los pescadores. Anclada en el interior de la ría y protegida del Atlántico por un extenso campo de dunas, su relación con el océano es histórica, pues en el siglo X el mar bañaba sus casas.
BATALHA
El monasterio de Santa Maria da Vitória es una de las maravillas arquitectónicas de Portugal y fue fundado junto a la villa de Batalha por el rey D. João I para agradecer el auxílio divino concedido en la victoria de la batalla de Aljubarrota (1385) contra los castellanos.
EVORA
Evora empequeñece a quien la contempla. Por aquí pasaron las más excelsas culturas, de que los romanos y árabes erigieron templos suntuosos y murallas infranqueables, y que una vez reconquistados estos pagos los cristianos pusieron los pilares de plazas primorosas, iglesias altísimas y palacios de mucho mérito. La ciudad vieja queda arracimada murallas adentro, trenzando una compleja tela de araña cuyo excelso triángulo forman el Templo de Diana, la catedral (Sé) y la praça do Giraldo.
MARVAO
Lleva como sobrenombre "El nido de las águilas" y no es de extrañar ya que se alza a más de ochocientos metros de altura sobre una de las cumbres de la sierra de São Mamede, a seis kilómetros de la frontera con España. Después de trepar por las fatigosas curvas que nacen a sus pies se descubre una villa medieval, blanca, empedrada e irregular, tortuosa y empinada, protegida por una gruesa línea de murallas oscuras en cuyas esquinas se abren baluartes, matacanes y garitas. Sus casas intramuros están decoradas por balcones de hierro forjado, chimeneas alentejanas y pintorescas ventanas manuelinas.
MONSARAZ
Aparece a lo lejos encaramada a un altozano, vigilando el valle del Guadiana, a un paso de la frontera con España y rodeada por murallas oscuras y pizarrosas. Su estampa es inconfundible. A un lado de la ciudadela se alza el campanario de la puerta del la Villa, y a otro, la torre del homenaje, que se yergue en el corazón del castillo medieval. Un tierno camino de olivos y alcornoques conduce al caserío. Entre las praderas que baña el Guadiana hay dólmenes megalíticos y menhires levantados hace cinco milenios para idolatrar al sol y a los astros.
OBIDOS
Obidos es uno de los rincones más evocadores de la Estremadura portuguesa, una antigua ciudad fortificada que domina un inmenso paisaje de lomas y hondonadas vigilando el litoral. Sus murallas protectoras, sus casas blancas y sus calles estrechas y sinuosas que se prolongan con escaleras, arocos, pasadizos y puertas ojivales evocan el ambiente cortesano de antaño. Entre sus lugares imprescindibles: el castillo medieval, la plaza de Santa María –que ejerce de centro de la ciudad y donde se levanta la iglesia de Santa María-, el Museu Municipal y, extramuros, el santuario do Senhor da Pedra.
SINTRA
Un suntuoso escenario teatral. Así se entiende esta ciudad Patrimonio de la Humanidad. Ubicada en un espectacular emplazamiento, entre despeñaderos, bosques y manantiales, fue uno de los retiros favoritos de los soberanos portugueses. Tiene una ciudadela vieja de calles intrincadas y casonas dieciochescas; quintas de la nobleza de semblante quimérico y enigmáticas fachadas; senderos sinuosos que se pierden en la espesura de la montaña y una buena colección de monumentos imprescindibles, como el Palacio Nacional de Sintra, el Palacio da Pena, a imagen y semejanza de los de Baviera y el Castelo dos Mouros; además de la Quinta da Regaleira o el Palacio de Monserrate.
VIANA DO CASTELO
Pocas cosas hay tan idílicas como la imagen de Viana do Castelo desde la colina de Santa Luzia. Es tan magnífica que sólo su admiración ya justifica el viaje a la señorial villa que reposa en su soleada falda. La panorámica lo dice todo: el estuario del río Lima, el puerto pesquero, el puente metálico de Eiffel, las inmensas playas de arena fina que la abren al mar, las verdes colinas pobladas de aldeas blancas, la ciudad vieja, la ciudad nueva...