Por los canales de Ámsterdam sobre dos ruedas, porque las bicis son para la primavera
Es la capital de los tulipanes, de los canales, de los coffe-shops pero, sobre todo, de las bicis. Llueva, nieve o luzca el sol, cerca de medio millón circulan a diario por las calles. Así que nada como alquilarse una para salir al encuentro de esta ciudad tolerante y coquetísima que rezuma historia, diversión y cultura a raudales.
Tienen prioridad absoluta, y ay del peatón que ose cruzarse indebidamente en su camino. Los 400 kilómetros de carriles para bicis que atraviesan Ámsterdam de arriba abajo han de respetarse escrupulosamente a menos que uno quiera vérselas con un airado ciclista a toda velocidad lanzando timbrazos a mansalva y lo mismo hasta algún improperio al infractor, generalmente un despistado turista que bastante tiene con esquivar coches y tranvías al cruzar una calle como para acordarse también de las bicis. Pero la capital de Holanda no podría entenderse sin ellas.
Desde ejecutivos de corbata y maletín hasta mamás con un par de criaturas a bordo pedalean haga el tiempo que haga: para hacer la compra, con su cajón acoplado tras el sillín; para acudir al trabajo o a un encuentro con los amigos, y hasta para sacar a pasear al perro. Las bicis son parte del alma de esta ciudad de Holanda tanto como los tulipanes o los canales. Y como pocos dichos hay más sabios que aquel “allá donde fueres…”, para descubrir esta ciudad preciosa y amable no se encontrará una forma más práctica y divertida que recorrerla a fondo valiéndose del transporte favorito de sus vecinos.
Hay infinidad de lugares donde alquilar bicis por horas o días, a gusto del consumidor, y tampoco será un problema encontrar dónde dejarlas a buen recaudo mientras se visita un museo o se para a tomar algo ya que los aparcamientos para ellas saltan a la vista por toda esta ciudad, tan lisa, manejable en las distancias y preparada para transitarla sobre dos ruedas que se lo pone muy fácil al ciclista. Eso sí, habrá que tomar ciertas precauciones, como ceñirse a los carriles para bicis, prestar especial atención a que las ruedas no se queden encajadas por accidente en los raíles del tranvía y, sobre todo, aparcarlas siempre candadas, ya que en la muy civilizada Ámsterdam los robos de bicis están al orden del día.
El monumental edificio de la Estación Central, en cuyos aledaños podría perfectamente alquilarse una, es un gran punto de partida desde el que comenzar a explorar el casco viejo, acotado por los semicírculos concéntricos de los canales principales del Singel, Herengracht, Keizersgracht y Prinsengracht. Cruzándolos una y mil veces sin un plan preconcebido, por su ordenado laberinto acuático acabarán aflorando otros canales menores de ángulos tan fotogénicos como los siete puentes del Reguliengracht o el esquinazo perfecto del Leidsegracht. Pero antes de llegar a ellos, la gran avenida de Damrak que nace en la Estación va mostrando al paso edificios tan soberbios como la antigua bolsa de valores del palacio Beurs Van Berlage para plantarse en un abrir y cerrar de ojos en la Plaza del Dam, el corazón del cogollo histórico. Sobre ella, desde el Palacio Real hasta la Iglesia Nueva o Nieuwe Kerk, amén de una buena colección de fachadas centenarias y muchísimo ambiente.
Desde esta plaza esencial podrá enfilarse hacia la casa-museo de Anna Frank y las encantadoras tiendas vintage que se suceden por las Nueve Callejuelas o Negen Straatjes, lindando ya con el barrio bohemio del Jordaan. O continuar por los canales principales a la búsqueda de pequeñas joyas como la plaza de Spui y el vecino patio interior del Begijnhof, un oasis de casitas de cuento y un silencio monacal. Casi a la vuelta de la esquina, tras candar la bici junto a la plaza de Koningsplein podrá pasearse entre los puestos del Mercado de las Flores para proseguir el pedaleo por otras plazas imprescindibles como Leidseplein, Rembrandtplein o Waterlooplein, cuajadas de terrazas en las que hacer un alto.
En la algo más retirada de Museumplein tocará hacer una parada más prolongada, ya que sobre su gran explanada se concentran tres de los grandes museos de Ámsterdam, tan a rebosar de arte que será mejor dosificarlos visitando uno cada día. Si el Stedelijk Museum –de arte contemporáneo– se remodeló en 2012, a lo largo del 2013 se reinauguraron el Museo Van Gogh, con la mayor colección del autor de Los Girasoles, y el fabuloso Rijksmuseum, que tras una década de obras dirigidas por los arquitectos sevillanos Cruz y Ortiz volvía a mostrar al público su desmesura de obras de Rembrandt, Vermeer, Hals y demás maestros del Siglo de Oro holandés.
Tras esta jornada por lo estrictamente esencial, antes de devolver la bici en la Estación Central aparece otro bucólico armazón de canales que destapa el Ámsterdam más canalla del Barrio Rojo, envuelto en un vaivén constante de respetables turistas y despedidas de solteros que lo parecen algo menos.
NO DEJES DE…Tomarte una típica cerveza holandesa en alguno de sus históricos bruin café o cafés marrones como el Hoppe, disfrutar del ambiente nocturno del antaño barrio proletario del Jordaan, traerte del Mercado de las Flores unos bulbos de tulipán para plantar en casa así como unos buenos quesos locales de tiendas especializadas como Henri Willig Cheese & More, con varias sedes por la ciudad.
GUÍA PRÁCTICA
DÓNDE DORMIR
Además de grandes clásicos como el NH Grand Hotel Krasnapolsky (nh-hoteles.es), en la plaza Dam; De L’Europe (leurope.nl), con su fachada renacentista a orillas del río Amstel; el Pulitzer (pulitzerhotelamsterdam.com), en un entramado de casas centenarias frente a los canales; o el decimonómico palacio del Amstel Amsterdam (ihg.com), la ciudad atesora puñados de hoteles de lo más original. Para amantes del diseño, el Conservatorium (conservatoriumhotel.com) o el más asequible The Exchange (hoteltheexchange.com). Otra alternativa muy apetecible, alojarse en alguna de las casas-barco que atracan por sus canales (houseboathotel.nl).
DÓNDE COMER
La oferta es inmensa, con locales tan atípicos como Moeders (moeders.com), que significa ‘madres’ y sirve auténtica cocina casera holandesa; el restaurante De Kas (restaurantdekas.nl), en el interior de un antiguo invernadero; o Balthazar’s Keuken (balthazarskeuken.nl), una antigua cerrajería del Jordaan donde cenar como en el salón de una casa; hasta restaurantes con estrella Michelín como Le Ciel Bleu (cielbleu.nl) o La Rive (restaurantlarive.nl).