Menorca, de cala en cala por la isla tranquila
Un tour fotográfico por este paraíso del Mediterráneo alejado de la marea turística e ideal para los amantes de la Naturaleza virginal, de los atardeceres, de los paseos a caballo, de la cultura prehistórica y, sobre todo, del mar en toda su dimensión.
Una de las playas imprescindibles, ya en el norte, en el término de Ciutadella, es Algaiarens. Alejada del bullicio turístico y azotada por el viento tramontano, es uno de los arenales más pintorescos e idílicos de Menorca, donde su arena fina y dorada se funde con los pinos que descienden hasta sus pies. Una vez en ella, hay que contemplar el roquedo que separa los dos abanicos de arena y caminar sobre sus dunas rosadas es una sensación única. Tras la loma se halla la playa de La Vall, en la imagen, junto a la desembocadura de un barranco.
El Camí de Cavalls es un ancestral trazado de caminos que circunvalan la isla. Recuperados y adaptados para el turismo a través de veinte tramos, son una de las fórmulas más atractivas para conocer, a caballo, a pie o en bicicleta, todas las maravillas de Menorca.
En el término de Ferreries, cala Galdana es una de las más conocidas de la isla y prototipo de las calas menorquinas: un semicírculo perfecto protegido del viento por altos acantilados sembrados de pinos, el barranco de Algendar, que desemboca en la playa en forma de pequeño torrente, la arena blanca, las aguas cristalinas…
En el noroeste de la isla, el Parque Natural de S’Albufera des Grau es una laguna alargada de 2 kilómetros de longitud donde habitan más de 200 especies. Su valor es tal que ha sido declarada Reserva de la Biosfera.
Los baños de sol, la tranquilidad y las calas de ensueño no son los únicos alicientes para una escapada a Menorca. Su retahíla de edificaciones megalíticas susurran un pasado remoto a través de construcciones mágicas como las navetas, los talayots y las taules. En la carretera de Ciutadella a Maó se encuentra la mayor expresión de la cultura talayótica que conserva la isla: el gran monumento funerario conocido como la Naveta des Tudons (1.500 a. C.), magistral representante del legado de esta cultura prehistórica.
Desde la cercana cala Galdana y siguiendo el Camí de Cavalls durante 1,5 kilómetros se alcanza la pequeña cala virgen de Mitjana, desde la que se accede a muchas otras playas poco frecuentadas del sur de la isla, como cala Trebaluger, cala Fustam o cala Escorxada.
La isla de los misteriosos talayots, de las aguas más transparentes, de verdes pinares y extraordinarios fondos marinos, refugio de piratas y de los hippies más idealistas, es también el lugar de los más bellos atardeceres, como el que se contempla desde el castell de Sant Nicolau.
Mahón, la capital administrativa de la isla, cuenta con un siempre animado puerto repleto de restaurantes y tiendas donde dejar pasar las horas sin prisas. Deambular sin rumbo fijo por su atractivo centro histórico y descubrir joyas como el Teatro Principal de ópera, el escenario dedicado al bello canto más antiguo de España, es un requisito obligado.
Oliaigo, caldereta de langosta, arròs de la terra, el queso de Maó… las delicatessen que brinda Menorca son inagotables. Sus restaurantes han convertido la isla en una coordenada gourmet.
Macarella es una cala de ensueño y uno de los iconos de Menorca. Una piscina de color turquesa protegida por arena blanca y recortada en el verdor de los pinares. A pie se llega a otra de sus rivales, la de Macarelleta.
La playa de Sa Mesquida es la primera que uno se encuentra al salir de Mahón. Curiosa por tener un talud arenoso y vegetación, así como agua cristalina y fondos rocosos.
Entre la apartada y exótica Son Saura, una playa para soñar, y Son Bou (en la imagen) se extiende uno de los tramos mejor conservados del litoral español, donde disfrutar de la luz, las olas domesticadas, la tranquilidad y la vegetación mediterránea que enmarcan la postal. Si la vista se admira desde un paseo en barco, la imagen puede llegar a ser inolvidable.
Escondida entre pinos, al sur de la isla, cala Turqueta es una playa virgen a la que se llega después de caminar 10 minutos desde el aparcamiento. Una vez en ella se descubre que su nombre no ha sido elegido al azar, sino un reflejo de la realidad gracias a sus aguas azules.