Con una silueta inconfundible y con una morfología de roca conglomerada que le da unas caracteríscas especiales, Montserrat es mucho más que una montaña para los catalanes. En esta especie de ciudadela de piedra cercana a Barcelona se encuentra el monasterio de la Virgen de Montserrat, la Moreneta, patrona de Cataluña desde 1881, cuya singular talla color ébano provoca una devoción sin límites. Aunque la presencia humana se remonta al Neolítico, fue a partir del siglo X cuando la montaña de rocas redondeadas fue tomada por una legión de ermitaños, que habitaron en sus cuevas y levantaron pequeñas ermitas y oratorios.
Para los senderistas y los escaladores, Montserrat es además un paraíso con más de 100 cumbres, un paraje fascinante de agujas, monolitos y valles por los que discurre un buen número de senderos señalizados. De ellos, el más recomendable para una primera aproximación a Montserrat es el que, partiendo del propio monasterio, sube hasta la cima de Sant Jeroni, la cumbre más alta del macizo, y que permite disfrutar de una de las mejores balconadas sobre este singular territorio, declarado parque natural en 1989. Para ello hay que tomar la escalinata que parte desde el aparcamiento hacia el funicular de Sant Joan.
PASO DE LOS FRANCESES
La ascensión a Sant Jeroni va a coincidir en su mayor parte con el torrente de Santa María, un cauce normalmente seco muy encajado que, debido a su elevada pendiente, puede provocar episodios torrenciales en época de lluvias, como el ocurrido durante la madrugada del 10 de junio de 2000, que destrozó buena parte del conjunto monacal. Tras alcanzar la placeta de Santa Ana, otros escalones y barandillas permiten superar el Paso de los Franceses.
Con la esplendorosa vista de los farallones y agujas de Montserrat en frente, se siguen las marcas amarillas y blancas hacia el monolito del Pla dels Ocells. Este tramo coincide con el camino antiguo de Sant Jeroni, una estrecha senda que penetra en el interior de un bosque. La caminata va a proseguir bajo su sombra durante al menos otra media hora, salvando arroyos laterales que bajan desde la sierra de Lluernes, con su máxima altura en la cima de Sant Salvador, a 1.144 metros. Peldaños y pasamanos ayudan a salvar estos obstáculos.
Poco después, la antigua senda se encuentra con el Camino Nuevo, en un cruce perfectamente señalizado. Al salir del bosque, la vista recupera de nuevo el paisaje rocoso de los conglomerados y espolones, tan típicos del perfil de Montserrat. La ruta continuará ya hasta lo más alto por ese Camino Nuevo, una forma cómoda de acceder a la cumbre, pero considerada por algunos como una intervención excesiva, con un abuso del cemento y las barandillas que afean el paisaje hasta la cima más señera de la serranía catalana.
DESDE LA CIMA
En el alto espera un mirador y un mapa panorámico con referencias a todas las cumbres y accidentes geográficos divisables desde sus 1.224 metros de altura. La mesa de orientación fue instalada por el Centro Excursionista de la Comarca de Bages y permite hacerse una idea de los relieves circundantes. Hacia el Norte, el macizo cae literalmente a pico unos 1.000 metros sobre el fonde del valle, mientras que hacia el Sur la inclinación es más moderada. En días despejados se pueden ver los Pirineos. Hacia el Sur se eleva la aguja del Camello de Sant Jeroni y al Oeste se localiza la zona con mayor concentración de pináculos del macizo, conocida como Las Agujas, un auténtico paraíso para los escaladores.
Para bajar, no hay más remedio que desandar el camino de subida hasta el cruce donde confluyen el Camino Nuevo con el viejo de Sant Jeroni. A partir de este punto se progresa en dirección Sureste por una senda de cemento que atraviesa la sierra de Les Paparres en paralelo y a una cota más elevada que el camino antiguo. Esta senda desemboca finalmente en la estación del funicular de Sant Joan, que baja a los caminantes hasta el monasterio. Conviene planificar la excursión de manera que quede tiempo para visitar este recinto. La abadía actual es obra del siglo XVI y fue levantada en un estilo gótico tardío, aunque conserva un portal románico. Tiene una nave única escoltada por seis capillas en ambos flancos. El monasterio está habitado por una comunidad de monjes benedictinos, tiene imprenta propia desde el siglo XV y su biblioteca alberga más de 200.000 volúmenes. La talla de la Virgen es románica, del siglo XII, y como otras imágenes de aquella época está en posición sedente, con el Niño y un globo terráqueo en los brazos. También son interesantes las visitas al Museo del Monasterio y a la Cueva de la Virgen, donde dicen que apareció la imagen.