La princesa Charlene de Mónaco honró una ocasión profundamente solemne este sábado, al acompañar a su esposo, el príncipe Alberto II, al funeral de Su Santidad el Papa Francisco en el Vaticano.
Con la serenidad y el respeto que la caracterizan, la princesa, de 47 años, hizo su aparición en la Plaza de San Pedro, donde fue vista al lado del soberano monegasco. Para este emotivo homenaje, Charlene eligió un elegante vestido negro, de corte clásico a la altura de las rodillas, con escote redondo y delicadas mangas largas, reflejando a la perfección la sobriedad y el recogimiento que demandaba la ocasión.
La exnadadora olímpica complementó su atuendo con un velo negro que cubría sutilmente su melena rubia, peinada hacia atrás para despejar su rostro. Para completar su elegante imagen, la princesa Charlene optó por unos clásicos zapatos de salón negros y un clutch de Prada, reafirmando su impecable sentido de la sobriedad y la distinción.
Por su parte, el príncipe Alberto eligió un sobrio traje negro de dos piezas, complementado con gafas de sol oscuras. A la ceremonia también asistieron varias casas reales europeas, que se unieron a los soberanos monegascos para rendir homenaje.
El príncipe de Gales representó a su padre, el rey Carlos III, mientras que el rey Felipe VI y la reina Letizia de España también estuvieron presentes, mostrando la profunda unión entre las monarquías europeas en este momento de duelo.
El emotivo tocado de Charlene
El sobrio atuendo de la princesa Charlene evocó la elegancia que también mostró en 2016, cuando se reunió con el fallecido pontífice. En aquella ocasión, al llegar al Palacio Apostólico para una audiencia privada con el Papa Francisco, Charlene igualmente optó por llevar un delicado velo de encaje, reafirmando su profundo respeto por el protocolo y la solemnidad de estos encuentros.
El privilegio del blanco
Como princesa católica, Charlene goza del "privilegio del blanco" —o il privilegio del bianco, en italiano—, una distinción reservada únicamente a ciertas royals de fe católica. Este honor también se extiende a figuras como la reina Letizia de España, la reina Sofía de España, la reina Paola de Bélgica, la gran duquesa María Teresa de Luxemburgo, la reina Matilde de Bélgica y la princesa Marina de Nápoles.
El uso del blanco por parte de mujeres de la realeza en audiencias papales refleja el simbolismo que este color tiene en la Iglesia Católica: pureza, santidad y luz. Así, vestir de blanco ante el Papa se convierte en un testimonio visible de la profunda relación de estos países con el catolicismo.
En ocasión del funeral, la princesa Charlene llevó una versión negra del tradicional velo de encaje, como muestra de respeto y recogimiento ante la solemne despedida.