El pasado 6 de mayo, la mirada del mundo se posó sobre la Westminster Abbey de Londres, en donde después de más de siete décadas, se coronaba a un nuevo monarca británico. En medio de una fastuosa ceremonia, apegada en lo posible a la tradición, pero con algunos toques de modernidad, adecuándose a los tiempos actuales, Carlos III cumplía con el destino para el que nació. Éste era un momento de fiesta, en el que la Familia Real británica se daba cita para cobijar al nuevo Rey. Que si Carlos y Camilla eran los grandes protagonistas de la escena, en un segundo plano, los seguían cercanamente los Príncipes de Gales, que acompañados por sus tres hijos, jugaron un papel muy importante a lo largo de la ceremonia. Por supuesto, al tratarse de un momento como éste, la Princesa de Gales echó la casa por la ventana, recurriendo a un elegantísimo vestido blanco que combinaba a la perfección con el de las otras damas que participaban en la ceremonia. Enfundada en el diseño cargado de significado, con bordados que representaban a las naciones que componen al Reino Unido, Kate era la epítome de la elegancia, cambiando las tiaras, que se sabía habían quedado fuera de la celebración, por un perfecto tocado floral que iba a juego con el que llevaba la Princesa Charlotte. A pesar del manto ceremonial que llevaba, se podía apreciar que lucía los aretes de la Princesa Diana, así como un collar de la Reina Isabel, llevando siempre presentes a las mujeres de la vida de su esposo. Este guiño ha vuelto a aparecer, esta mañana, cuando en Escocia se llevó a cabo la ceremonia equivalente a la coronación de Carlos III en aquel país.
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A diferencia de lo sucedido en mayo pasado, cuando Kate apareció con un elegantísimo vestido, en el que claramente se trabajó en un elaborado diseño en el que los bordados hechos a mano eran protagonistas, para esta ocasión, la Princesa de Gales ha recurrido a uno de los looks que le funcionan a la perfección de su clóset. En esta ocasión, la Princesa eligió de su guardarropa el coat dress en zafiro modelo Mayfair de la firma Catherine Walker. A pesar de que el que lleva Kate está modificado, con algunos detalles en la solapa (mayor longitud y un material contrastante con el resto del vestido), el diseño original se puede comprar sobre pedido en la firma británica.
En esta ocasión, la Princesa quiso dar un giro a este modelo que le hemos visto tanto en marzo del año pasado, como en abril de este durante el servicio de Pascua en Windsor, al utilizar un tocado diferente de Philip Treacy, a juego en el mismo tono con sus tacones de Emmy London. A diferencia de las dos ocasiones anteriores, para marcar la sobriedad de este evento, la Princesa no llevó la melena suelta, sino que completamente recogida en un elaborado moño bajo, que dejaba lucir a la perfección las joyas que eligió para esta aparición.
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Desde el joyero real
Como suele suceder en estas apariciones, en las que se busca marcar el paso de las generaciones que han compuesto a la monarquía británica, la Princesa recurrió a piezas del joyero real que han pertenecido a importantes mujeres antes. El fantástico collar de cuatro hileras de perlas con un llamativo broche de diamantes al frente. La pieza formó parte de la colección de perlas de Isabel II, creado en los años 70s por la joyería Garrard. Si en 1982 lo prestaba a la Princesa Diana, sería décadas después cuando Kate lo luciría en la cena por el 70 aniversario de bodas de Isabel II y el Duque de Edimburgo. En un guiño a esta fecha tan especial, el día del funeral del Príncipe Felipe, Kate volvió a lucirlo, acompañando en su dolor a la monarca.
Los aretes que la Princesa de Gales llevó en esta aparición, fueron los llamados aretes de perlas Collingwood, que pertenecieron originalmente a la Princesa Diana. Los pendientes que están compuestos de una perla colgante engarzada en un broche de diamantes, fueron un regalo de la joyería Collingwood -especialmente cercana a la familia Spencer- para Diana, quien los lució a lo largo de su vida, heredándolos a sus hijos, hasta que llegaron a manos de Kate.