Se ha cerrado uno de los capítulos más importantes, no solamente para Gran Bretaña, sino para la historia mundial moderna. El estandarte que nos acompañó por siete décadas ha partido, llevándose con ella una de las eras más especiales para todas las generaciones. Fue el 8 de septiembre cuando llegó el primer comunicado de preocupación desde Balmoral, para que solo horas más tarde se diera el anuncio oficial, la Reina Isabel había muerto a los 96 años. En paz y rodeada de su familia, la monarca que desde que era apenas una niña entendió que su vida estaba entregada al servicio, partía sin asignaturas pendientes y habiendo rendido con creces en todas las facetas de su vida, la de madre, abuela, bisabuela y reina. Trabajó hasta el último momento, recibiendo a la nueva mandataria británica solamente dos días antes de su fallecimiento. Se le veía sonriente, entregada a su papel público, como lo hizo desde que tenía 25 años y subió al trono. En un número histórico de ¡HOLA!, disponible de forma extraordinaria, el álbum más completo de la vida de la reina más influyente.
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Una reina de leyenda
Su destino de primer momento pintaba para ser muy distinto como sobrina del Príncipe de Gales, pero la abdicación al trono de su tío cambiaría su destino para siempre. Siendo solamente una niña su camino se vería marcado, se convertiría en la primera en la línea de sucesión al trono y con ellos vendría un mundo de responsabilidad a cuestas. Resiliente, como siempre fue, tomó las noticias con aplomo, aceptando su futuro y entendiendo que su servicio a su pueblo sería la constante en su vida. Ya lo prometía en su cumpleaños 21 durante un viaje a la Ciudad del Cabo, “Declaro frente a todos ustedes que toda mi vida, ya sea larga o corta, será dedicada a su servicio”, lo que cumplió hasta el último minuto.
Con siete décadas en el trono, la Reina vivió todo tipo de cambios, no solamente en su país, sino alrededor del mundo. Desde aquellos momentos en que siendo muy joven viajaba a cada rincón representando a la corona -fue la monarca con más visitas en la historia-, hasta apenas hace unos meses cuando bromeaba ante su presencia en un evento ecuestre. Los tiempos cambiaban, mandatarios iban y venían, pero la Reina se mantenía como una constante en el mundo, dando la certidumbre de que las cosas se mantenían estables.
El primer pensamiento al conocer la noticia llevaba a su amado Duque de Edimburgo, un hombre que conoció siendo muy joven y se convertiría en su eterno compañero. Su esposo era ‘su pilar’, como ella misma llegó a decirle, ‘su roca’. Pero ante su fallecimiento el año pasado, la Reina mostraba por primera vez una faceta nunca antes vista, la de viuda. Estoica y en total soledad se dejaba ver en el funeral, marcando una época muy dura de su vida. La pérdida se daba en plena pandemia, la única temporada en su reinado en la que la Reina aceptó relajar su agenda y cambiar su hogar del Palacio de Buckingham al Castillo de Windsor.
Así fue la vida de Isabel II, sin su eterno compañero, el duque de Edimburgo
Fue en Balmoral, aquel lugar que se convirtió en su refugio desde que era una niña, en donde vivió los momentos más emocionantes de su vida con el Duque -de su luna de miel, a las escapadas familiares-, en donde apenas este verano disfrutaba con sus nietos y bisnietos, que la monarca partió.
El duelo apenas comienza y con él se anticipa que la vida de la Reina se convierte en leyenda. Ha muerto la Reina, ¡Dios salve al Rey!