El mundo eclesíatico está rodeado de arte e indumentaria. La ropa que utilizan las grandes autoridades de la iglesia, así como los elementos que acompañan sus atuendos oficiales, son una parte importante de la historia de la iglesia y de las funciones de cada persona. La ropa que visten, desde los sacerdotes, hasta el pontífice, dice mucho de la jerarquía y de la responsabilidad que cada uno tiene. Y, hablando de la vestimenta que acompaña al Papa, podemos resaltar diferentes elementos importantes pero, sin duda alguna, la pieza más icónica y misteriosa de este atuendo es el memorable anillo que han llevado todos los Papas a través de la historia.
¿Cómo es el anillo del Papa?
Conocido como “el anillo del pescador”, esta pieza simboliza la unión entre Jesús y la iglesia y sólo puede ser portado por el Sumo Pontífice una vez que asume el cargo. Este anillo contiene la imagen de Pedro, discípulo de Jesús y pescador de oficio así como el nombre del Papa en curso escrito en latín. La historia de esta pieza es algo antigua y misteriosa pero se cree que todo se originó con una carta del Papa Clemente IV a su sobrino donde se puede descubrir que este anillo servía para sellar las cartas de una forma oficial.
Fue así que poco a poco comenzó a establecerse la tradición de que, una vez que un nuevo Papa fuera a ser nombrado, el decano del Colegio Cardenalicio entregaría este anillo al nuevo gobernante para ser utilizado todos los días sin excepción. Este anillo se vuelve tan icónico y sagrado que muchas personas deciden mostrar su respeto y admiración al Papa, besando este anillo.
El anillo de pescador del Papa Francisco
La tradición marca que el anillo del Papa debe ser llevado en oro dorado como un símbolo de poder y majestuosidad. Sin embargo, cuando el Papa Francisco fue nombrado como líder de la iglesia, decidió cambiar las reglas del juego y elegir un anillo en oro blanco. Esto para poder simbolizar la humildad que caracterizó su papado.
Otro aspecto misterioso e interesante con relación al anillo es que la tradición eclesiástica dicta que esta pieza debe ser destruída a la muerte del Papa para simbolizar el final de esa era y para evitar la falsificación de documentos. Este acto se da con un martillo que aplasta el anillo hasta dejarlo en pequeñas piezas que después serán utilizadas para crear el anillo del próximo Papa. La única ocasión en la que esta joya no fue destruida fue tras la renuncia de Benedicto XVI.
Usualmente, estas piezas son diseñadas por diferentes orfebres procedentes de talleres locales y artesanales en Roma. Por ejemplo, para el caso del anillo de Benedicto XVI, la solicitud para su anillo fue realizada a Claudio Franchi, un orfebre e historiador de arte que tardó 15 horas diarias durante 2 semanas para fabricar esta pieza. En el caso del Papa Francisco, éste eligió un diseño fabricado por el diseñador visual Enrico Manfrini.