Pensada por Christian Dior como una alternativa a la voluminosa silueta del New Look con la que dominó las tendencias de los años 50, la falda lápiz fue diseñada para acentuar la cintura con su ajustado talle alto y subrayar las caderas con una prenda que se ajusta por debajo de las rodillas, en la misión de volver a la moda ultra femenina que se había puesto en pausa cuando la II Guerra Mundial reclamaba pragmatismo.
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La original intención de lograr esa silueta de reloj de arena, inicialmente informó un estilismo que reclamaba si no una chaqueta ceñida con cinturón, una blusa entallada por dentro de la falda o incluso un crop top que dejase en evidencia el contraste de volúmenes entre la cintura y la cadera.
Aunque estas pautas se siguen aplicando en una amplia variedad de formas, entre las que se incluye las t shirts, las nuevas exploraciones del estilo han relajado los parámetros hasta permitir que las pencil skirts queden solapadas con toda clase de piezas holgadas.
Su ajustado entalle que abraza las rodillas determina un andar de pasos cortos y balanceo de caderas para buscar equilibrio, por lo que una abertura –o un pliegue, para las que prefieren no mostrar mucho- es obligatorio para conseguir la suficiente holgura que haga de ésta una pieza de uso práctico. Estos alivios suben unos centímetros desde la parte trasera central del ruedo, aunque también pueden encontrarse en el delantero central, los costados o subiendo los muslos.
La única excepción a la regla es cuando la falda está confeccionada en una tela que se estire con cada paso mientras conserva su silueta original. Aunque parece un detalle obvio, a estas alturas de la historia todavía se consiguen faldas lápiz en las que es imposible, por ejemplo, subir una escalera; aléjate de ellas.
Fiel a la silueta ladylike de los años 50, casi imposible de lograr para la mayoría sin la invención de las fajas, el ajustado entalle de la falda lápiz puede que todavía reclame el uso de ropa interior cuyos remates y texturas no distorsionen la definida silueta de la pieza, nada que en un época como la nuestra, en la que el uso de waist trainers y body shapers se predica entre mujeres de todo el espectro de tallas.
La versatilidad de esta prenda separada se comprueba con los diferentes estilos que sirve con sólo cambiar los ítems que le rodean: cardigan y penny loafers o flats para un estilo preppy; pumps, camisa y chaqueta tipo sastre para un rol de ejecutiva; top lencero, afilados stilettos o strappy heels para subirle el tono a la feminidad y la sugestión; sneakers y t shirts para un look edgy; tops holgados y slingpback kitten heels para un resultado de relajada elegancia. Las posibilidades continúan ad infinitum hasta donde los materiales, nuevas tendencias e interpretaciones personales lo permiten.
Si en tu fondo de armario todavía no hay una pencil skirt, toma nota de todas las narrativas que puedes recrear con ella. Pronto estarás escribiendo tus propias historias enfundada en una afilada herramienta estilística.