La falta de dinero, o sensación de escasez, es cada vez más común entre los jóvenes y jóvenes adultos. Vivir en la era de las redes sociales, donde estamos en constante comparación con personas de todo el mundo y con estilos de vida muy distintos a los nuestros, no ha hecho más que conseguir una cosa: hacernos sentir que lo que tenemos no es suficiente. Tanto el mundo digital como los constantes estímulos de consumo a los que nos exponemos día con día, nos dejan con una sensación de vacío, ansiedad e impotencia hacia la percepción de que no tenemos lo que hace falta para conseguir la vida de nuestros sueños.
Si has experimentado ansiedad al sentir que tu dinero no te rinde, que por más que quieres ahorrar, no lo lográs y que parece que tu bolsillo siempre está vacío, es probable que sufras de un fenómeno conocido como “dismorfia financiera”, que está afectando a más personas de las que se podría llegar a creer.
¿Qué es la dismorfia financiera?
Tal como el nombre del término lo dice, la dismorfia financiera es un fenómeno en el que existe una percepción errónea del dinero; basada en el miedo y no en los hechos. Las personas que sufren de este trastorno, se sienten constantemente retrasados en temas financieros a comparación de las personas a su alrededor. Este tipo de dismorfia también te hace creer que en cualquier momento vendrá una catástrofe de la que no podrás salir tan fácilmente por la falta de recursos. Aunque pueda parecer un término relativamente nuevo, la realidad es que hay muchas personas que actualmente están pasando por lo mismo. De acuerdo a diversos estudios, alrededor del 48% de las personas de la generación Z y 59% de los millennials afirman identificarse con este sentir.
A pesar de que la salud financiera es un tema complejo y que requiere de un largo camino , la dismorfia financiera es un problema que debemos atender desde que notamos los primeros síntomas, como la ansiedad por el dinero, la constante sensación de no tener lo suficiente y el miedo de no poder conseguir nunca lo que necesitamos. La importancia de identificar y contrarrestar los efectos de este fenómeno recae en que éste tiene efectos emocionales, económicos e, incluso, físicos.
Así puedes evitar caer en dismorfia financiera
Lleva un registro de todo
Es importante recordar que la dismorfia financiera es una alteración de la realidad. Normalmente llegamos a sentir que estamos en una crisis económica cuando, visto desde afuera, no es así. Para poder guiarnos por los hechos y no por nuestras emociones, una buena técnica es llevar un registro de todo. Comienza por anotar, en papel o de manera digital, todos tus ingresos del mes para tener un mayor panorama de lo que está ingresando en tu billetera. Posteriormente, ve anotando cada uno de los gastos (macro y micro) que vayas teniendo para así, poder visibilizar al final del mes todo tu universo financiero.
Descansa del mundo digital
Pasar mucho tiempo en las redes sociales puede ser muy cansado tanto física como mentalmente. La imagen que las celebridades o las personas a nuestro alrededor nos muestran sobre un estilo de vida aspiracional, puede nutrir nuestra ansiedad y sensación de escasez. A veces es imposible no compararnos con la vida y logros de otras personas por lo que, si identificas que estás sufriendo de dismorfia financiera, puede ser buena idea limitar el tiempo que pasas en las redes sociales. Un descanso digital no sólo le hará bien a tu cartera sino también a tu mente.
Metas realistas
Otro de los grandes factores que incrementan la dismorfia financiera son las inalcanzables metas que podemos llegar a hacernos. Constantemente se nos ha enseñado que llegando a cierta edad debemos comenzar a invertir en un coche, comprar una casa o emprender un negocio. Sin embargo, cuando las cosas no suceden como lo esperamos, es normal que llegue la sensación de escasez a nuestra vida. Para contrarrestarlo, puedes comenzar a hacerte metas mucho más realistas cada inicio de mes. Prueba anotando en algún cuaderno 3-4 metas (materiales o financieras) que te gustaría lograr durante ese mes. Poco a poco puedes ir poniendo metas a mediano y largo plazo, siempre y cuando sean realistas y fáciles de lograr.