En octubre pasado, la Academia Sueca ha otorgado a la escritora francesa Annie Ernaux el Premio Nobel de Literatura “por el coraje y la agudeza clínica con la que descubre las raíces, los extrañamientos y las restricciones colectivas de la memoria personal”. Este verano, Carlota Casiraghi, lectora voraz, lanzó cuatro recomendaciones de lectura y, entre estas, había un libro de Ernaux, “Pura pasión”. La joven aristócrata ha demostrado, desde hace años, un refinado gusto literario que ha plasmado en el club de lectura de Chanel, Rendez-vous littéraires rue Cambon. Sesión a sesión se revela como una lectora voraz, que no duda en hablar del impacto personal que supuso para ella leer “Las flores del mal”, de Baudelaire, o “Cartas a un joven poeta”, de Rilke.
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“He leído mucho. He debido heredarlo de mi madre. A veces leo cinco libros a la vez. Me gustan especialmente los clásicos...” -Carlota Casiraghi.
“Siempre he amado los libros, incluso antes de saber leer”, ha confesado Carlota, Licenciada en Filosofía por la Universidad de París y coautora de “Archipiélago de pasiones” (un libro que dedicó a su padre, Stéfano Casiraghi). En septiembre de 2011, Carlota concedió una entrevista a “Vogue” en la que revelaba cuáles eran sus libros favoritos. Sin duda, este listado es más que un botón de muestra de la seriedad y pasión con que se toma la lectura la hija de Carolina de Mónaco: “He leído mucho. He debido heredarlo de mi madre. A veces leo cinco libros a la vez. Me gustan especialmente los clásicos: “Rojo y negro”, de Stendhal, “La educación sentimental”, de Flaubert; “El lirio en el valle”, de Balzac, todas las obras de Emily Dickinson, y también Leopardi, Fitzgerald, Carson McCullers, Tabucchi, Joan Didion, Houellebecq…”.
Su biblioteca, por otro lado, no es un espacio impoluto, sino un lugar divinamente caótico (“Hay montones de libros por todas partes”), con varios libros empezados a la vez, llenos de anotaciones, subrayados, esquinas dobladas en ciertas páginas: protagoniza la nieta de la mítica Grace Kelly lecturas vivas, intensas, de inmersión y pasión por lo que lee. Hace tiempo, le preguntaron sobre los tres libros que se llevaría a una isla desierta. Respondió: “Elogio del riesgo”, de la filósofa Anne Dufourmantelle, los “Ensayos” de Montaigne (“leerlos es como dar un tranquilo paseo por el campo”), y la poesía de Emily Dickinson.
Carlota Casiraghi pertenece a una tradición: la de las aristócratas apasionadas por el saber, que crearon salones literarios, en la Francia de los siglos XVII y XVIII.
Carlota Casiraghi pertenece a una tradición: la de las aristócratas apasionadas por el saber, que crearon salones literarios, en la Francia de los siglos XVII y XVIII. Las salonnières amaban la cultura, apoyaban a los autores y a las autoras que defendían con ardiente pasión e incentivaban la lectura. En París, durante el siglo XVII dos salones competían por lograr la más alta reputación intelectual. Por una parte, el de Catalina de Vivonne, en el Hotel de Rambaouillet. Por otra, el de Madeleine de Scudéry. La alta sociedad parisina se reunía ya sea en uno, ya sea en otro, convivía con los filósofos ilustrados y luchaba por la precisión y el rigor de la lengua francesa. Hoy se cree que la influencia de estos salones fue enorme para consolidar ciertos gustos literarios. Si el Club de Lectura de Carlota Casiraghi tiene una función similar a los Salones Literarios de antaño, los lectores estamos salvados: su gusto es exquisito.