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Durante el Festival Internacional de Cine de Toronto de 2018, una película llamó la atención de la gente por la temática tan real que millones de mujeres viven día a día. La Camarista cuenta la historia de una mujer que trabaja largas jornadas en un lujoso hotel en la Ciudad de México, sin tiempo suficiente para ver a su hijo, pero convencida de que su esfuerzo la llevará a un mejor puesto. Esta trama, además, es la ópera prima de Lila Avilés, una mexicana que colocó su filme en el gusto del público y la crítica, así como en el puesto 39 de la lista de 100 Mejores Películas Mexicanas de México.
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Su pasión por el cine la ha llevado lejos. El trabajo de Lila, además, fue seleccionado para representar a su natal México con los Oscar 2020 como Mejor Película Extranjera. Si bien no se llevó el premio, la hizo ganar el premio Ariel, y una nominación más en los Premios Goya. Para ella, no sólo fue un grato reconocimiento por una historia bien contada, sino también el impulso para una carrera que la ha llevado a figurar en el ámbito cinematográfico.
La visión de Lila es diferente y general, pues con su reciente filme, Tótem, ahora se enfoca en la visión de una niña que pasa los días en casa de su abuela mientras planea a detalle una fiesta para su papá. Un entorno común para muchos pequeños con un sólo escenario que vuelve a hacer que la gente note su historia al grado de estar nominada al Oso de Oro en el Festival de cine de Berlín, además de los Gotham, el Festival de San Sebastián y los Gotham.
Detrás de esta historia está la inspiración personal. Lila no sólo vio reflejada a su hija, sino a ella misma. Y es que, desde pequeña, Avilés percibió a sus padres como las figuras que más conocen a sus hijos, al mismo tiempo que son quienes menos saben de ellos. Ella, siendo madre joven, a los 24, entendió que su trabajo materno iba más allá de ver a la niña como su hija, sino también entenderla como un individuo, algo que parecería lógico, pero es poco común. Un doble trabajo que enfrenta día con día luego de perder a su pareja cuando su hija tenía sólo siete años.
" Uno no es el centro del mundo, hay más personas importantes. Eso ayuda a ver diferente a los padres, con sus errores y sus cosas bellas".
La cálida personalidad de Lilia es una invitación para entender el cine y las pocas obras que tiene en la pantalla grande. Para ella no es nada preocupante, pues a diferencia de otros directores que buscan colocar su nombre en franquicias o secuelas, para ella e una minuciosa selección para contar la historia que tanto quiere. Y lo ha hecho bien.
“Más allá de una película pequeña – también es algo digno a debate qué es eso– para mí esto es un testamento. Si me voy ya le dejé algo a mi hija y para mí es gigante, pero siento que tiene que ver con la profundidad o la esencia que sabes que necesitas para la historia", Lila Avilés para Vogue.
Lila no sólo se ha ganado la aceptación del público y de la crítica, también fue reconocida por Mattel este año, durante la edición especial de Barbie por el Día Internacional de la Mujer. Es así como Lila Avilés tiene su propia muñeca, una personificación de 12 pulgadas, con una cámara en el hombro, claqueta y su gato Wawa.
Una conexión especial que la vida le ha dado, pues cuando era niña y su amiga tenía que mudarse de su hogar en la Ciudad de México, enterraron a sus Barbies con la promesa de volver 30 años después para buscarlas. Sin embargo, con el tiempo en aquel lugar se alzó un edificio que la ha hecho imaginar el destino de sus juguetes, pues bien podrían haber quedado enterradas debajo de la nueva construcción o excavadas, llevándolas lejos.