Isabel Allende es una precursora de todo por lo cual hoy tanto se lucha tener entre las mujeres: libertad, respeto y esa palabra tan manida pero aún relevante que es el empoderamiento femenino. Sus obras son un reflejo del espíritu humano que va de lo simple a lo complejo, visceral a la hora de escribir y dadivosa en amor con sus personajes, los cuales también pueden entonar el himno de la miseria en sus obras. Su trabajo literario supera las 30 publicaciones y las ventas de las copias de sus ejemplares sobrepasan los 77 millones en 42 idiomas a nivel mundial. Aunado a esto, hay que mencionar los más de 60 premios y distinciones que la autora tiene en su haber.
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Su prosa apabullante posee una onda expansiva generacional, que va desde su novela debut – y ya considerada un verdadero clásico– La casa de los espíritus (1982), la cual incluso fue magistralmente adaptada al cine con un elenco de primera: Jeremy Irons, Meryl Streep y Antonio Banderas, hasta Paula, su obra autobiográfica en la que la escritora nacida en Lima, Perú, relata la enfermedad y muerte de su hija cuanto tenía tan solo 29 años. Su más reciente entrega novelesca, El viento conoce mi nombre (Plaza & Janés), publicada el pasado 6 de junio de este año, es una prueba más de su incansable amor por la escritura.
El libro toca un tema recurrente en la actualidad que es la migración, el cual tiene un arco inmenso de orígenes quen van desde lo económico a lo social, y la separación de las familias en las fronteras. De hecho, la propia Isabel se vió obligada a huir de Chile a Venezuela en 1975 tras la instauración de la dictadura militar de Augusto Pinochet, y conoce a la perfección las taras emocionales producidas por la migración forzada.
Empezó a publicar a los 40 años y a lo largo de su obra se fermentan también otros temas que van desde el poder hasta la reivindicación de la mujer en esos espacios en los que aún sigue siendo vetada. La autora en lengua española más vendida le da su lugar al feminismo, la alegría de vivir, el amor en la vejez y los afrodisiacos, cuyo estudio la ayudaron a superar el duelo de la muerte de su hija Paula.