Miembro de una familia llena de talento, Diego del Río se encuentra en el festejo de 13 años de carrera como director de teatro. Además, celebra con ¡HOLA! la emoción de su primer éxito cinematográfico titulado "Todo el Silencio", producción que le ha dado una merecida nominación al Ariel.
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Sobre las tablas, actualmente presenta uno de los clásicos de la dramaturgia y lo hace acompañado por la talentosa Marina de Tavira, quien encarna a Blanche DuBois en "Un Tranvía Llamado Deseo". Así mismo, no se cierra a las oportunidades que puede traerle el cine y hace poco terminó el guion de su segundo largometraje, que aunque no tiene fecha de rodaje, es un proyecto que lo emociona mucho, pues la idea surgió junto a su amiga, la primera actriz Diana Bracho.
Estás cumpliendo 13 años de carrera como director teatral. ¿De dónde surge tu pasión por las artes escénicas?
Desde niño, todos mis juegos se relacionaban con el teatro. Todo viene de familia, lo que hacíamos juntos, nuestros juegos internos, fueron la primera invitación para crear personajes. De mi mamá heredamos el sentido del humor; tiene un oído muy especial que le ayuda a imitar. Mi papá estudió y se dedicó al teatro, pero antes de que yo naciera, decidió dejar a un lado eso y enfocarse en otro proyecto, pero siempre tuvimos ese contexto y aunque ya no se dedicaran a la actuación, era un tema muy latente.
¿Qué tan enriquecedor es crecer en un ambiente en el que no se niega la vena artística?
Mucho. Nosotros teníamos mucha libertad en casa. Mis papás fueron muy buenos, siempre pendientes de trabajar, de mejorar y de hacerse cargo de sus emociones. Ambos decidieron estudiar una segunda carrera, ya con nosotros, y mi mamá estudió Logoterapia y mi papá Desarrollo Humano, entonces esos temas estuvieron muy presentes en nuestra vida. Además, cuando no te reprimen el deseo, se genera gran autoestima y eso ahora lo puedo dimensionar como un gran privilegio en mi vida, porque tengo a dos papás informados y que valoran el arte.
Estudiaste actuación, pero ¿siempre supiste que querías dirigir?
Estudié la licenciatura en teatro, pero sobre dirigir, eso no lo tenía tan consciente. Todo llegó cuando en la adolescencia entré a un grupo amateur y a los 15 años, cuando ya tenía año y medio en ese taller, el director se salió y quedamos huérfanos, pero de manera natural yo tomé la dirección y empezamos a hacer algunos musicales, pastorelas y demás obras... que ahora recordando, habíamos personas de distintas edades y me pongo a pensar cómo vivían los más grandes, que estaban entre los 30 años, que alguien de 15 los dirigiera.
En esta trayectoria, 9 años te dedicaste de lleno al espectáculo en vivo y después incursionaste en el cine. ¿Qué ha significado "Todo el silencio" para ti?
Todo el proceso de la película fue y ha sido increíble, inolvidable, de mucho aprendizaje. Además, siempre he disfrutado mucho de escribir, pero en los últimos años esto ha sido más intermitente y de cierta manera esta película renovó mi espíritu para seguir escribiendo y creando.
A lo largo de los años has conseguido hacerte de amigos muy relevantes en el medio. ¿Qué tan valiosa es esa red que has construido?
Es clave, porque que alguien crea en ti te llena de energía… Siempre digo que yo soy un mejor director si siento que la persona con la que estoy colaborando confía en mí y creo que debe pasar a la inversa. Me parece muy importante tener un grupo de gente con la que compartes tanta historia, tanto lenguaje y algo que me gusta mucho es que este trabajo te da relaciones intergeneracionales; puedes tener una amiga de 80 años o uno de 30 y eso es muy rico.
Adriana Llabrés y Ludwika Paleta tienen una relación muy cercana contigo, ¿Siempre fueron las primeras en tu mente para liderar este casting de "Todo el Silencio"?
Sí. Hacer esta película fue un proceso de cerca de 9 años. Todo inició cuando el productor Luis Salinas lanzó una provocación para hacer algo en cine. Esto fue en el estreno de Tribus, una obra en la que dirigí a Adriana y que también tenía que ver con el tema de la sordera. Con el tiempo me enteré de que «Adri» tiene otosclerosis y, al final, todo se combinó. Sobre Ludwika, también la tenía en mente porque, además de que hemos trabajado muchas veces, ella empezó a padecer Tinnitus o Acufeno, que son sonidos que no están en el oído, sino en el cerebro, pero tienen que ver con la audición. Sabía que ellas tenían que estar en esta producción.
¿Cómo te sientes al ser reconocido con una nominación al Ariel por tu ópera prima?
Todo esto de los premios me parece muy interesante. En específico, sobre el Ariel, me parece muy especial que estamos nominados en la categoría a Mejor Película y es la única ópera prima en esta categoría. La verdad es que se siente muy bonito y dan ganas de que esto provoque que, alguien que no la ha visto, se interese por verla. Al final no sé qué vaya a pasar, pero lo veo como un gran apapacho a un proceso que fue muy largo y que tuvo muchas etapas.
Sigues en teatro, pero ¿tienes planeado ya tu segundo largometraje?
Sí, ya lo terminamos de escribir y es una idea original que surgió junto a Diana Bracho desde hace muchos años. Ha sido una escritura colaborativa y ojalá pronto la podamos filmar.
Sobre las tablas, acabas de estrenar "Un Tranvía Llamado Deseo" y lo haces acompañado por Marina de Tavira…
Es un sueño esta historia de Tennessee Williams. Antes de la pandemia, en alguna conversación con Marina surgió la idea de hacer algo juntos y esta obra en concreto. Vamos a estar solo las cuatro semanas de agosto en el teatro Julio Castillo. Es una temporada de 20 funciones y la idea es seguir, quizá no en ese teatro, pero sí queremos que tenga más vida y, con la compañía, nos prometimos llegar, por lo menos, a 100 funciones.