‘Tintín’, uno de los sobrevivientes de los Andes, admite sobre ‘La Sociedad de la Nieve’: ‘Me metió de vuelta en el avión’
Antonio Vizintín, pasajero del accidentado vuelo de la Fuerza Aérea Uruguaya, opinó que la cinta de J.A. Bayona merece el Oscar y no solamente en las categorías que está nominada
El próximo 10 de marzo se llevará a cabo la 96a. edición de los Premios de la Academia, en la cual los más talentosos actores, directores, músicos y demás integrantes de la industria competirán por el codiciado Oscar. En lo que respecta a las categorías de Mejor Película Internacional y Mejor Maquillaje y Peluquería la atención está puesta en La Sociedad de la Nieve, de J.A. Bayona, cinta que ofrece una nueva mirada al trágico accidente aéreo ocurrido en los Andes en octubre de 1972. HOLA! AMÉRICAS habló con Antonio ‘Tintín’ Vizintín, uno de los sobrevivientes de aquel vuelo, quien reveló sus impresiones sobre esta producción y también compartió detalles de su cruda experiencia hace más de 50 años.
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“Me metió de vuelta en el avión, me metí de vuelta en el fuselaje. Tuve esas sensaciones de desasosiego, de frío, de dolor”.
“Me metió de vuelta en el avión, me metí de vuelta en el fuselaje. Tuve esas sensaciones de desasosiego, de frío, de dolor. Es decir, volví a sentir las mismas cosas que había sentido cuando estuve ahí”, nos contó Vizintín sobre la película, la cual está basada en el libro homónimo de Pablo Vierci. “La verdad que fueron sensaciones muy especiales, a pesar de que estaba en un cine, pero como que te metías adentro de la pantalla… La fidelidad tanto de la cola como del fuselaje es tan grande, es como si estuviéramos ahí”, contó, destacando el gran trabajo que se hizo en la producción. “Es una película que me gustó mucho”.
Sin embargo, Antonio tuvo que ver varias veces la película antes de poder verla realmente. “La primera vez que la vi, no vi nada, me pasé todo el tiempo ‘subiendo y bajando de la montaña’, cada escena me transportaba al lugar”, confesó Antonio, quien actualmente tiene 70 años.
‘Tintín’, como le apodaban sus amigos, tenía apenas 19 años cuando ocurrió todo. El viernes 13 de octubre de 1972 abordó el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguay junto a su equipo de rugby (Old Christian Club de Carrasco), así como familiares y amigos. Ni él ni nadie podía imaginarse lo que pasaría más tarde: su avión se estrellaría en la cordillera de los Andes provocando el fallecimiento inmediato de varios pasajeros, y dejando heridos de gravedad a varios más. Pasarían 72 días antes de ser rescatados y solo 16 de las 45 personas que viajaban originalmente en la aeronave lograron sobrevivir.
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“Creo que para quien no estuvo ahí, (La Sociedad de la Nieve) le puede dar una muy buena idea de lo que fue, de lo que fue la montaña, de lo que nosotros pasamos y si ahí van a llorar y van a ver lo mal que pasamos, acuérdense que lo que vivimos fue mucho, mucho peor de lo que se ve en la película”, opinó.
Entonces considera que lo que plasma la película de J.A. Bayona ¿se asemeja realmente a la experiencia que vivió?
Sí, se asemeja mucho a la experiencia que vivimos. Es decir, quizás el cine tendría que estar a bajas temperaturas para darte mejores sensaciones, porque la sensación de frío es algo que nos acompañó casi 70 y algo de días, 72 días por lo menos. Y lo ves, pero te olvidas un poco de eso. Es decir, el estar a 30 grados bajo cero durante 70 y algo de días es una cosa, pero el resto, ver a los chicos cómo se van deteriorando, cómo van perdiendo peso, cómo se les va ensuciando la ropa… Todo ese tipo de cosas la verdad que a mí me impresiona y me hace acordar mucho, mucho de lo que nosotros vivimos.
¿Qué diferencias encuentra con la película de 1993, ¡Viven! (Alive)?
Esta es una película que la sentí, que la sufrís, la padeces Te metes tanto en la película que sos un sobreviviente más. La película del año 93 es una película que tuvieron que dramatizar escenas para que la gente no se durmiera de lo aburrida que podía ser. Es decir, acá no hubo necesidad de dramatizar nada, era todo tan dramático que era mucho peor la realidad que lo que se podía hacer de ficción. La realidad era tremenda. La película de ¡Viven! no lo aprovechó nunca, nunca usó eso, es decir, fueron cosas que digamos, eran muy hollywoodenses, por así decirlo… Creo que se exageraron y te da una idea muy lejana de lo que fue.
Se ha hablado mucho de la voz que se le dio en esta nueva película a aquellos que no lograron sobrevivir...
Es correcto. Acá le dan vida o están muchos de los que murieron, que son la causa de que nosotros hoy estemos vivos. Es decir, esto fue un equipo de gente, no fueron 16, no fueron 18, no fueron 28, fueron 45 los que estuvieron ahí… Creo que es una forma de homenajearlos al mencionarlos, al nombrarlos, al ver las cosas que hicieron y ese hilo conductor que se consigue a través de Numa Turcatti que está desde un principio no siendo parte de los Old Christians, pero plegándose a lo que es el trabajo en equipo, a lo que las órdenes que daba el capitán y demás que logra hacer las expediciones, que logra meterse dentro del grupo y que después lamentablemente muere el último día, pero vive con nosotros toda esa odisea. Creo que para los familiares de los que no volvieron les pinta una claridad de panorama que hasta ahora no la habían tenido.
“No se lo daría (el Oscar) como Mejor Película Internacional... Se lo daría como Mejor Película de Hollywood”.
¿Qué opina de Agustín Della Corte, el actor que lo interpretó?
Me identifiqué totalmente. Tuve la oportunidad de explicarle los valores que tiene el rugby, los valores que se aplicaron allá arriba y las cosas que surgieron. Hablamos mucho y él me preguntó mucho. En cuanto a la parte emotiva, qué sentía en determinados momentos, en determinadas escenas que él fue grabando. Me sentí muy bien representado por parte de él. Me sentí hasta preocupado cuando vi que había bajado 27 kilos. Lo vi acá en Montevideo, fuimos a tomar un café y le digo: ‘¿No querés comer un pedazo de torta?’. Me dice: ‘Hasta que no grabe tal escena desnudo en la ducha no pienso comer nada’.
Podría decirse entonces que tuvo cierta participación con la producción de esta película
Se nos llamaba continuamente de mañana a las 5:00, 6:00, 7:00 nuestras cuando estaban grabando de repente en Sierra Nevada (Granada, España) y te preguntaban sobre determinada escena, te preguntaban dónde estaban ciertas cosas. Es decir, surgían dudas en la realización en ese momento y te llamaban. Y nosotros estamos encantados de darle la mayor exactitud a las cosas que nos preguntaban, cosa que saliera la película lo mejor posible.
En su opinión, ¿’La Sociedad de la Nieve’ debería llevarse el Oscar?
No se lo daría como Mejor Película Internacional, creo que es una arbitrariedad separar las cosas, se lo daría como Mejor Película de Hollywood. No veo por qué separan las películas de habla inglesa de las otras películas, cuando el idioma puede ser importante, pero es algo secundario, porque estás hablando de cine, estás hablando de dirección, estás hablando de toda la película… Creo que solo se lo merece por el encare que hicieron, porque además hay que ser hábil, cuando no eran grandes actores renombrados, hacerlos actuar de esa forma, hacerlos sentir de esa forma. Es decir, creo que tenía que haber hasta algún premio más. La dirección fue espectacular, hay que jugarse a trabajar con 28, 30 personas, de las cuales cuatro o cinco son actores relativamente profesionales y el resto son prácticamente amateurs.
“Estuvimos muy convencidos de las resoluciones que se tomaron, fueron todas muy conscientes”.
Ahondando más en su propia experiencia sobre lo sucedido, ¿de qué se ‘agarró’ para sobrellevar aquella situación tan dura?
En realidad, de lo que me agarraba era de volver a mi casa, de poder ver de vuelta a mi padre, a mi madre y a mi hermano, que fue el motivo que nos guio a todos salir de la montaña. Es decir, todos queríamos volver con nuestras familias, con nuestros padres, con nuestra familia, con ese grupo.
A mí me quedó pendiente, no sé si a otros le había quedado, esa despedida de ‘papá, nos vemos el lunes’ y me faltó darle ese beso, me faltó darle ese abrazo que quizás casi me quedo sin la posibilidad de dárselo y el estar en la montaña tenía ese faltante, ese ‘ciao, papá, adiós’. El poderte despedir si no lo habías hecho, hubieras dado cualquier cosa con tal de poderte despedir de ellos.
¿Cómo logró reincorporarse al mundo después de toda esta experiencia y sanar después de estas experiencias tan fuertes?
Creo que la sanación se dio a lo largo de los 72 días que estuvimos en la montaña. Con el convencimiento de que hicimos lo que teníamos que hacer. Dado que no hicimos nada malo, estuvimos muy convencidos de las resoluciones que se tomaron, fueron todas muy conscientes. Y por otro lado, cuando alguien puede cuestionar eso, le tenés que decir: ‘Mirá, para tomar esa resolución tenés que estar a 4000 metros de altura con 30 grados bajo cero y ahí toma la decisión que quieras’.
¿En qué cree que hubiera sido distinta su vida sin esa experiencia?
El accidente fue una cosa importante en mi vida, pero fue un accidente, no fue mi vida, no es lo que yo elegí. Lo que elegí yo es lo que pasa después. Y después la vida, por suerte, corrió por los carriles normales. Uno se casa, este si tiene hijos, tiene nietos y creo que esa parte es lo normal. Lo otro fue el accidente, que es algo lo cual recordás.
“Creo que llevamos los umbrales de dolor, de sacrificio, de valentía, de entereza, a límites increíbles... Te das cuenta de que es una capacidad que tiene el ser humano de enfrentarse a las adversidades”
¿Hay algún aprendizaje o algo que lo siga acompañando en su día a día después de aquella vivencia?
El hecho de cuidar la vida, sin lugar a duda es de las cosas más preciadas que uno tiene y a los 19 años a veces toma riesgos innecesarios. Te crees que sos eterno. Esa es otra de las cosas. Y te das cuenta que ahí casi perdiste todo eso. Entonces, el cuidar la vida, el ser más cuidadoso, es una cosa importante.
Por otro lado, que creo que esa es la gran diferencia entre los sobrevivientes y las otras personas. Es decir, no fuimos tocados por una varita mágica, no fue Dios, no hubo nada. Creo que llevamos los umbrales de dolor, de sacrificio, de valentía, de entereza, a límites increíbles. Y esa es la diferencia que hay entre un sobreviviente y alguien vivió su experiencia. Pero ahí te das cuenta de que es una capacidad que tiene el ser humano de enfrentarse a las adversidades, que es una capacidad que tenemos todos y que justamente uno es lo que trata de transmitir eso.
Y después este creo que es una historia basada en sacrificio y disciplina. Creo que sin esas dos cosas no hubiera sido posible. Y en la vida también se da. Hay un paralelismo muy grande de lo que nos pasó a nosotros y lo que es la vida. El sacrificio y la disciplina es lo que nos mueve, es lo que nos lleva adelante.
¿Ha seguido en contacto con sus ex compañeros?
Sí mantenemos un contacto. Casi todos en la ciudad de Montevideo, casi todos en un mismo barrio en Carrasco. Así que o nos vemos en el supermercado, nos vemos en algún casamiento, nos vemos en algún partido rugby… Fuimos unidos por una gran tragedia que eso no se borra más en nuestras vidas. Sin lugar a ninguna duda, este somos parte de eso. Nos llamamos hermanos entre nosotros.
Es una tragedia en la cual el ser humano demostró lo capaz que es haciendo pequeñas cosas para tratar de salir del lugar. Esta gente común haciendo cosas extraordinarias y es el ser humano. No fue un milagro, no fue la mano de Dios. Creo que acá hubo mucha cabeza, hubo mucho, mucho pensar, hubo un gran trabajo de equipo que eso fue fundamental.